Europa guarda un incómodo silencio ante el asesinato del líder de Hezbolá

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La Unión Europea rechaza la pena de muerte en todas las circunstancias y todos sus Estados miembros la tienen constitucionalmente abolida, incluso en tiempos de guerra. Esa prohibición es requisito indispensable para aspirar a ser Estado miembro de la Unión. Por eso cuando se produce un asesinato a manos de un Estado oficialmente amigo como Israel o Estados Unidos los dirigentes europeos guardan silencio y muestran incomodidad.

El bombardeo israelí que acabó con Hasán Nasralá fue aplaudido por el presidente estadounidense Joe Biden, quien dijo que había sido “una medida de justicia para todas sus víctimas”. Incluso el canadiense Justin Trudeau, cuyo país tiene también prohibida la pena de muerte, dijo que el líder de Hezbolá “dirigió una organización terrorista que atacó y mató a civiles inocentes, causando un inmenso sufrimiento en toda la región”. Las palabras sobre todo de Biden, hablando de hacer justicia con un asesinato selectivo, son impensables entre los dirigentes europeos, por eso desde que murió Nasralá sólo hubo silencio hasta el comunicado emitido en la tarde del lunes por el alto representante Josep Borrell.

Pero cuando se esperaba que Borrell lo rompiera tampoco ocurrió. Tras la reunión por videoconferencia con los ministros de Exteriores, y en video desde México, el alto representante dedicó 15 minutos a hablar de la financiación europea para ayuda humanitaria a Líbano (ya van 1.500 millones, 500 en agosto y otros 1.000 ahora), dijo que Israel “tiene el derecho a la autodefensa, pero dentro del respeto al Derecho Humanitario Internacional”, argumentó la necesidad de ayudar a reforzar las Fuerzas Armadas libanesas para que tengan el monopolio del poder en el país (y no Hezbolá, como ahora) y a un ahora mismo muy improbable acuerdo de alto el fuego entre Hezbolá e Israel. Borrell pidió que las partes se abstengan de más ataques militares y dijo que los gobiernos europeos están coordinados para activar medidas consulares de emergencia por si hubiera que evacuar a los ciudadanos europeos y de países socios del Líbano. Ni una palabra sobre Nasrala.

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El país europeo que más traumas tiene con Hezbolá es Francia. Porque Francia fue la potencia colonial (oficialmente un protectorado encargado por la Sociedad de Naciones) en Líbano durante décadas, porque es un país francófilo donde parte de la población, sobre todo la élite y no sólo la cristiana maronita, también la musulmana sunita, ha tenido relaciones con Francia desde hace casi un siglo y porque en octubre de 1983 Hezbolá mató en un atentado terrorista a 58 paracaidistas franceses. Entre 1985 y 1986 terroristas de Hezbolá cometieron 12 atentados mortales en suelo francés.

Las instituciones europeas no abrieron la boca hasta que lo hizo Borrell este lunes. La eurodiputada francesa Nathalie Loiseau sí dijo que “a Estados Unidos y a casi todo el mundo se le permite luchar contra el terrorismo, pero a Israel no. Y eso es un gran problema”. La mayoría de los dirigentes europeos y la inmensa mayoría del Parlamento Europeo rechazan oficialmente que la mejor forma de luchar contra el terrorismo sea ir matando dirigentes terroristas. El problema para la diplomacia europea es que Hezbolá es casi más una milicia armada, un Ejército paralelo al Ejército regular libanés, mucho más débil.

En Estados Unidos se considera que Israel está en guerra con Hezbolá y que usa métodos de guerra para acabar con sus dirigentes. En Europa se le ve más como a un grupo terrorista y se considera, al menos oficialmente, que lo adecuado es capturar a sus líderes y sentarlos ante un tribunal.

La Unión Europea rechaza la pena de muerte en todas las circunstancias y todos sus Estados miembros la tienen constitucionalmente abolida, incluso en tiempos de guerra. Esa prohibición es requisito indispensable para aspirar a ser Estado miembro de la Unión. Por eso cuando se produce un asesinato a manos de un Estado oficialmente amigo como Israel o Estados Unidos los dirigentes europeos guardan silencio y muestran incomodidad.

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