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1992: La "euforia" de los Juegos de Barcelona

El 10 de agosto de 1992, algo ponía de acuerdo a los principales periódicos de España. La clausura de los Juegos Olímpicos de Barcelona la noche anterior copaba todas las portadas, que exhibían similares tonos elogiosos. No solo había sido la primera (y única) vez que España acogía unos Juegos, sino que en ella el país había logrado su mejor marca: desde el 25 de julio, sus 430 atletas se habían hecho con 22 medallas, 13 de oro, 7 de plata y 2 de bronce. Pero la cita de la ciudad catalana fue, también, una gran maniobra económica y política. El Comité Olímpico Organizador de Barcelona tuvo un presupuesto del equivalente a unos 2.200 millones de euros para su organización, Barcelona sufrió una profunda remodelación y España entró —con ayuda también de la Exposición Universal de Sevilla— en el club de los modernos países de la Europa occidental.  

 

El acuerdo entre las cinco cabeceras analizadas resulta, por escaso, sorprendente. El más entusiasta era el titular de La Vanguardia: "Matrícula de honor", subrayaba el diario, editado en esa misma ciudad, citando las palabras del Comité Olímpico Internacional, Juan Antonio Samaranch, nacido también en la capital catalana. "Barcelona despide 'los mejores Juegos de la historia' con 22 medallas españolas", decía El País, a la zaga, citando de nuevo a Samaranch. "Barcelona, un diez", decía la sobria portada del ABC, que incluía a toda página, como de costumbre, una foto de la Familia Real, algo seria. El Mundo titulaba: "Euforia del Gobierno por el gran éxito de los Juegos Olímpicos de Barcelona", y acompañaba la información con otra foto de los reyes, esta vez acompañados de dos ministros socialistas, en pleno grito de celebración. Repetía imagen real Diario 16 que, más discreto, apuntaba: "Dos medallas de plata, cierre español".

Los Juegos se habían inaugurado con actuaciones como la de la soprano Sarah Brightman y el tenor José Carreras interpretando Amigos para siempre, la aparición del entonces príncipe Felipe como abanderado de la delegación española y el épico encendido del pebetero por el arquero Antonio Rebollo. Tenían que terminar también de forma espectacular. Y fue el turno de la rumba catalana. "La música rumbera de Peret, Los Manolos y Los Amaya", contaba El País, "sacó a bailar a los atletas de las 172 delegaciones que han participado en estos juegos. La rumba Barcelona es poderosa coronó una ceremonia que había adquirido todas las características de un entoldado de baile de fiesta mayor".

 

La prensa aprovechaba también para hacer un repaso de los logros españoles: con oros en deportes como atletismo (dos galardones), vela (cuatro) y yudo (dos) y platas en tenis (dos) o gimnasia rítmica, España se quedó a cuatro medallas de igualar todos los trofeos obtenidos en las Juegos anteriores. Con 112 medallas, la ganadora absoluta había sido, sin embargo, la Comunidad de Estados Independientes (conocida como CEI), la organización en la que se unió una docena de antiguas repúblicas soviéticas tras la caída de la URSS. Serían los últimos Juegos en los que competirían juntas. Tras ella, Estados Unidos, con 108 medallas; Alemania, con 82; China, con 54; y Cuba —que regresaba por primera vez tras los juegos de Moscú 1980—, con 31. 

 

17 de agosto de 1997 | Sección Historia

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Pero Barcelona 92 no podía librarse tampoco de la lectura política en lo que concernía a las relaciones Cataluña-España. El Mundo centraba en ello su crónica de portada, con un subtítulo que citaba al entonces ya exvicepresidente del Gobierno socialista, Alfonso Guerra: "Los espectadores han respondido a la mezquina batalla por la catalanización aplaudiendo a los atletas españoles". El periódico recogía la creencia del Ejecutivo de que el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, había tratado de "catalanizar" el evento para "utilizarlo como trampolín nacionalista". El Diario 16 llevaba en portada la idea contraria. Esta vez hablaba Ángel Colom, secretario general de Esquerra Republicana de Catalunya: "Los Juegos Olímpicos han sido una tregua en el camino hacia la independencia". El dirigente nacionalista aprovechaba, sin embargo, para puntualizar que "Cataluña sigue pasando mucho de la Corona" pese a la participación de los reyes en las celebraciones. 

Todas las demás noticias quedaban eclipsadas por el cierre olímpico. O casi todas. Por las portadas pasaban también la extradición del etarra conocido como Antxon; la guerra de Bosnia; la escolta policial concedida al empresario Enrique Sarasola; o incluso la relación del ahora rey Felipe VI con Isabel Sartorius. La actualidad no daba tregua, ni siquiera en agosto, ni siquiera durante unos Juegos.

 

El 10 de agosto de 1992, algo ponía de acuerdo a los principales periódicos de España. La clausura de los Juegos Olímpicos de Barcelona la noche anterior copaba todas las portadas, que exhibían similares tonos elogiosos. No solo había sido la primera (y única) vez que España acogía unos Juegos, sino que en ella el país había logrado su mejor marca: desde el 25 de julio, sus 430 atletas se habían hecho con 22 medallas, 13 de oro, 7 de plata y 2 de bronce. Pero la cita de la ciudad catalana fue, también, una gran maniobra económica y política. El Comité Olímpico Organizador de Barcelona tuvo un presupuesto del equivalente a unos 2.200 millones de euros para su organización, Barcelona sufrió una profunda remodelación y España entró —con ayuda también de la Exposición Universal de Sevilla— en el club de los modernos países de la Europa occidental.  

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