Ahora que de casi todo hace ya...
65 años del premio nobel que Juan Ramón Jiménez no habría conseguido sin Zenobia Camprubí
El que debería haber sido uno de los momentos más felices de su vida nunca llegó a serlo porque quién había sido su compañera falleció pocos días después de recibir la gran noticia. Juan Ramón Jimenez (1881-1958) se enteró de que había ganado el Premio Nobel de literatura apenas unos días antes de que su esposa muriese a causa de un cáncer de útero.
El escritor y su esposa, Zenobia Camprubí, se encontraban en San Juan de Puerto Rico, donde vivían desde 1950 después haber pasado una larga época en Estados Unidos tras exiliarse debido a la Guerra Civil.
Camprubí había sido quien se había ocupado de rellenar todo el papeleo para que la candidatura de su esposo llegase a la organización del Premio Nobel. Emilia Cortés, historiadora, explica en su obra Zenobia Camprubí. La llama viva (Alianza), cómo Zenobia se había ocupado de enterarse cómo eran los procedimientos para poder presentar la candidatura y una vez enviada fue también ella quien se encargó de preparar todo tipo de documentación, entrevistas, críticas…, mientras, el poeta estaba, según Cortés, “en un estado lamentable”. Juan Ramón Jiménez no dudó en afirmar cuando recibió el premio que “es de ella”. El que está considerado como uno de los padres de la Generación del 27 quedó tan apenado tras la muerte de su esposa, que no fue capaz de ir a recoger su premio. “Debido a la grave enfermedad de mi esposa, el premio nobel me apena profundamente”. Estas fueron las palabras del escritor al enterarse de que había recibido el galardón. Jiménez cayó en una profunda depresión que le hizo incluso dejar de escribir y moriría tan sólo año y medio más tarde internado en una clínica a los 77 años.
De Moguer a la Residencia de Estudiantes
Juan Ramón Jiménez nació en Moguer, Huelva, a finales del siglo XIX. Tenía tan solo 20 años y ya había escrito sus dos primeras obras: Ninfeas y Almas de Violeta. El onubense comenzó la carrera de Derecho en la Universidad de Sevilla pero la abandonó para dedicarse a la literatura tras haber sido influenciado por Rubén Dario y los simbolistas franceses.
En 1901 sufrió una época de depresión al haber muerto su padre, lo que supuso la ruina familiar y su ingreso en el sanatorio de Le Bouscat, en Burdeos. En 1905, Jiménez volvió a Moguer, una vez allí escribió su obra más célebre, Platero y yo, en la que habla de la relación entre un hombre y su asno. Platero y yo es uno de los tres libros españoles más traducidos a otros idiomas.
Después de pasar unos años en su pueblo natal, al que nombró mucho en sus obras, Jiménez regresó a Madrid y se instaló en la Residencia de Estudiantes. Allí conoció a Zenobia, y también a quienes años más tarde conformarían la conocida Generación del 27. En 1913 se casó con Zenobia en Estados Unidos, donde el poeta escribió una de sus obras más importantes, Diario de un poeta recién casado.
Con este libro Juan Ramón daría inicio a la segunda de sus tres etapas literarias en la que su poesía trataba temas como la soledad, la eternidad o la creación. Durante este periodo el escritor publicó obras como Eternidades o Piedra y Cielo. Hasta 1936, año en que estalla la Guerra Civil española, Juan Ramón Jiménez publicó en revistas parte de su obra en prosa y también Cuadernos en la que se halla una gran recopilación de sus escritos.
Una nueva vida al otro lado del Atlántico
Cuando en julio del 36 estalla la Guerra Civil, Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí abrazan fervientemente la causa republicana e incluso llegan a acoger a niños huérfanos en su casa para cuidarlos. Antes de marcharse de España deciden destinar toda su fortuna a asegurar la alimentación y cuidados de esos mismos niños.
Tras la guerra el matrimonio pasa un periodo de su vida en Estados Unidos donde ambos fueron profesores universitarios e imparten clases, mientras Juan Ramón sigue escribiendo y pasa a su tercera y última fase literaria, la conocida como suficiente o verdadera, en la que busca la perfección y la belleza.
El poeta de Moguer y su esposa viven en Estados Unidos hasta 1950, año en que vuelven a Puerto Rico, donde ambos pasarán sus últimos años de vida. La esposa del poeta, enferma de cáncer, sufrirá mucho no solo por los dolores propios de la enfermedad sino por comprobar que Juan Ramón estaba de cierta manera perdido sin su ayuda.
Perdido sin Zenobia
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A lo largo de toda su vida Camprubí se había encargado de pasarle lo escrito a máquina, llevarle el archivo y las publicaciones, asegurarse de que recibía los cobros por sus obras y sobre todo, de manejar los periodos de depresión de su marido de forma que este pudiese seguir escribiendo. Es por todo esto que tras la muerte de Zenobia todo se vino abajo para el escritor.
En 1958, tras pasar un año y medio sumido en una profunda tristeza, Juan Ramón Jiménez murió en el mismo lugar en el que lo había hecho su esposa, la Clínica Mimiya de Santurce en Puerto Rico. Los restos del matrimonio fueron trasladados a España ese mismo año y ambos descansan en el cementerio del pueblo natal del poeta, Moguer.
La historia del que probablemente sea el premio nobel español más triste de la historia va, como fue la vida del poeta, ligada a Zenobia Camprubí, que dedicó parte de su vida a lograr que la obra del escritor fuese conocida y no se perdiese entre los papeles del escritorio del autor de Platero y yo.