Mantiene Antonio Luque (Sevilla, 1970) una fama bien ganada de tipo observador, mordaz, sarcástico, guasón, socarrón pero, por encima de todo, sencillamente divertido. Capaz de diseccionar con su fina ironía este mundo loco en el que nos ha tocado cohabitar, ya sea en una conversación al fresco cualquiera o también en alguna de esas canciones que lleva más de treinta años componiendo como Sr. Chinarro, referente indispensable de la escena indie antes de que en España nadie supiera qué demonios era eso del indie.
Pasan las modas, pasan las estrellas fugaces, pero ahí sigue este malagueño de adopción (y por convicción) contándonos la vida en cada uno de sus nuevos discos. Cal viva es el más reciente, el decimonoveno ya, en el que por supuesto no falta esa comicidad ante los disparates de lo cotidiano y una realidad empeñada con vehemencia en superar siempre a la ficción. Podría ganarse la vida como analista social, pero le llevó la vida por el camino de la música y eso que ganamos todos.
Sirva un botón como muestra de su capacidad de observación y análisis cuando desde infoLibre le preguntamos si el humor podría ser el mejor remedio contra el odio y la crispación que nos rodea: "La mejor medicina sería el napalm, si me permites el humor negro. O la cal viva. Hay que hacer algo serio contra los fascistas antes de que lo hagan ellos. Me cuesta reírme de este asunto sabiendo que sería más difícil encontrar un sitio al que huir. ¿México quizá? Si me dejo el bigote largo quizá cuele. ¿El sentido del humor de La vida es bella? No quiero eso para mi hijo, gracias".
Aunque algunos de sus comentarios puedan ser considerados como irreverentes en ciertos ámbitos, defiende el músico que todavía no hemos llegado demasiado lejos en los límites de lo políticamente correcto, un campo de eterno debate en el que él se maneja como nadie. "Es ridículo que todavía haya humoristas haciendo imitaciones de tartamudos, o gente yendo a ver lo del bombero torero", señala como ejemplos, para acto seguido plantear que tenemos todos que "seguir avanzando" porque "aún queda una labor enorme de educación por hacer" entre todos para conseguir una sociedad de risa colectiva más sana.
Parar de reír es más difícil cuando está prohibido
Porque la risa es sana, eso ya lo tenemos todos más que claro. Y Luque admite que se lo pasa tan bien en los ensayos que hay ocasiones en las que se ríen seguramente de más. "Pero ahí puedo parar, es más difícil cuando está prohibido", puntualiza divertido, recordando casos concretos en los que ha tenido ciertas dificultades para controlarse: "Antes de grabar una toma de voz, en la radio... en situaciones así. Las prohibiciones tienen eso".
Y aún va más allá al confesarnos el artista andaluz un momento inapropiado de carcajadas fuera de control (seguramente haya quien se sigue acordando de él no necesariamente con el debido cariño, pero quien no se haya visto en una de estas que tire la primera piedra): "Unos niños delante de sus padres en un salón de actos tocando los instrumentos musicales con los que habían dado clases todo el año. Una chiquilla lo hacía muy mal y me dio un ataque. Era en un pueblo de Valencia. No sé cómo no me echaron de allí. Fue cruel por mi parte, disimulé como pude, pero era una situación muy rara y me dio por ahí".
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De aquella salió, por fortuna para él y para todos. Una anécdota que queda ahora como recuerdo escrito negro sobre blanco, igual que aquellas lejanas vacaciones de verano en las que de niño le gustaba "coger bicis prestadas" para irse a 20 kilómetros a "buscar casetes blancas o tiendas de discos". "También coger cangrejos. Ya hemos aprendido que no se debe hacer eso", rememora, viajando desde el pasado hasta el presente para añadir su visión de todo eso del veraneo en agosto: "Desde que solo hago música, las vacaciones no significan nada para mí. Cuando tenía un trabajo estándar todo era mejor que ir a trabajar".
De manera que entre concierto y concierto, mientras el resto del mundo se empeña en viajar para aprovechar las vacaciones, él aprovecha para recomendarnos dos series británicas "del año de la pera" -de la segunda mitad de los setenta, concretamente- que le hacen muchísima gracia y que no son en absoluto convencionales: Caída y auge de Reginald Perrin y Faulty Towers. Y vuelve a mencionar a la segunda cuando confiesa que, entre las cosas que le siguen haciendo gracia y seguramente no deberían "hay algún chiste antiguo un poco machista". "Pero puedo reírme al tiempo que comprendo que pertenecen al pasado. Seguro que en Fawlty Towers hay alguno así", destaca.
Si alguien estaba esperando el chiste malo contado por Sr Chinarro se va a quedar con las ganas, pues lamentablemente él solo cuenta los "dos o tres chistes" que siempre recuerda cuando bebe con gente con la que tiene "bastante confianza". Lo que sí hace para terminar esta distendida charla con infoLibre es señalar al que considera un político con buen sentido del humor: "Óscar Puente, claro. Hace bien, en esta era del bulo de internet hay que defenderse de tanto gilipollas malintencionado como hay".
Mantiene Antonio Luque (Sevilla, 1970) una fama bien ganada de tipo observador, mordaz, sarcástico, guasón, socarrón pero, por encima de todo, sencillamente divertido. Capaz de diseccionar con su fina ironía este mundo loco en el que nos ha tocado cohabitar, ya sea en una conversación al fresco cualquiera o también en alguna de esas canciones que lleva más de treinta años componiendo como Sr. Chinarro, referente indispensable de la escena indie antes de que en España nadie supiera qué demonios era eso del indie.