La lectura crítica de Darío Adanti: 'K.L. Reich', el infierno de un republicano catalán en Mauthausen

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Darío Adanti (Buenos Aires, 1971) sabe lo que es enfrentarse al odio en primera persona. No solo por la acusación que pesa sobre él por la portada en la revista Mongolia ironizando sobre el portal de Belén, sino por las respuestas que recibe de los sectores más reaccionarios en sus satíricas publicaciones. Por eso, el escritor valora que el progresismo haya sido mayoritario en las últimas elecciones del 23J: “El odio ha perdido nada menos que 19 escaños y todas las nefastas posibilidades que le otorgaban esos escaños”. El peligro de la ultraderecha sigue ahí, y por eso Adanti alerta: “Si no queremos que el miedo a los retos que nos tocan vivir en este milenio, como la globalización, la crisis climática, la desigualdad extrema, la falta de recursos… empujen la balanza hacia el odio, habrá que hacer mucha pedagogía, educación y una unión de todo el progresismo por pura responsabilidad y a pesar de nuestras diferencias”. 

Los derechos ganados en los últimos años peligran tanto para los que han nacido ya con ellos como para los que vivieron una dictadura en el pasado y tienen memoria, señala Adanti. Una de las obras que recomienda para poner pie en pared a los discursos de odio es la autobiografía de Joaquim Amat-Piniella, militante de Esquerra Republicana. K.L.Reich, como se titula el libro, cuenta la historia de este republicano que luchó en la Guerra Civil y al huir a Francia acabó siendo prisionero en el campo de concentración de Mauthausen. “En su novela vives la tristeza y desesperación que significó el triunfo de los golpistas y la derrota de la República, así como la desgracia de los campos de exterminio nazi”. “Creo que es una muestra terrible del horror al que nos llevaron el odio y las ideas reaccionarias en el siglo pasado, algo que por dignidad humana no deberíamos repetir jamás”, remarca.

A su juicio, las expresiones de odio pueden beneficiar a los sectores reaccionarios, que además “tienen secuestrada la justicia".  El escritor advierte de que la libertad de expresión no es cómoda, pero remarca que la censura no es la solución: "Siempre es mejor luchar contra el odio con la propia libertad de expresión, discutiendo su contenido, aportando datos, desenmascarando la mentira, que prohibirla", sostiene. Y va más allá con respecto al castigo de obras culturales y de determinados discursos: "La cancelación puede mitificar lo prohibido y hacer pasar una superstición sin fundamentos por una idea atractiva. Así que incluso siendo "una idea muy conservadora se puede vender como antisistema solo por el hecho de estar prohibida".

Adanti recuerda que en 2019 la Fiscalía General del Estado consideró delito la incitación al odio hacia personas con ideología nazi. Algo, dice, paradójico porque los sectores más ultraconservadores usaron una legislación -la del artículo del Código Penal que regula los delitos de odio- que nació para proteger a los más desfavorecidos como Caballo de Troya contra el avance de los derechos sociales. Respecto a la violencia que pueden generar los discursos de odio, Adanti es contundente: "las agresiones, violencia o segregación deberían castigarse penalmente" y añade que los partidos que tienen como base la discriminación o el odio "no deberían poder constituirse como partido político por estar en contra de la Constitución".

Cada vez que en Mongolia tenemos un escándalo recibimos muchos mensajes de odio en las redes, y en mi caso mi condición de sudamericano sale a colación

En el desdibujado terreno de la libertad de expresión se abre camino la llamada "cultura de la cancelación", contra la que el escritor carga con claridad: "Es un error estratégico de cierto sector de la izquierda, una herencia de la izquierda americana, donde el pensamiento liberal progresista suele tener  el apoyo mayoritario de gente blanca adinerada". "Son los hijos de los colonos blancos los que ahora prohíben todo lo que les huele a ofensivo para aquellos colectivos que sus ancestros segregaron", afirma. Ante esta situación, su recomendación, la novela Madre noche, de Kurt Vonnegut, propone un análisis sobre los medios y su función en la ascensión del Tercer Reich, de lo que destaca "ese humor vonnegutiano que la vuelve inolvidable".

"No hay que confundir la expresión pública de la indignación o la repulsa, totalmente legítima, con el hecho de prohibir o censurar aquello que indigna o causa repulsa", aclara, añadiendo que de esta forma se compra "el marco de la derecha de que la ciudadanía no tiene la capacidad de soportar ciertos discursos y que hay que protegerlos". "Eso, lo diga la derecha o lo diga lo izquierda, es tratar a los ciudadanos de forma paternalista y no como lo que somos: adultos responsables", asevera.

En España, la cultura de la cancelación existe pero es muy minoritaria en comparación con las organizaciones ultras y reaccionarias que demandan a todo aquel que expresa una opinión contraria a los valores nacionalcatólicos"

La experiencia de Darío Adanti es que "los sectores de la izquierda más predispuestos a la censura pueden ser muy pesados en redes sociales", pero quién utiliza el Código Penal para castigar es la derecha. "En España, la cultura de la cancelación existe pero es muy minoritaria en comparación con las organizaciones ultras y reaccionarias que demandan a todo aquel que expresa una opinión contraria a los valores nacionalcatólicos", subraya.

"Cada vez que en Mongolia tenemos un escándalo recibimos muchos mensajes de odio en las redes, y en mi caso mi condición de sudamericano sale a colación", denuncia, al tiempo que señala que aparentemente es en las redes donde se difunde más el odio, porque fuera de ellas, asegura haberse sentido "muy bien tratado". "Entre cervezas incluso los que piensan diferente terminan acercando posiciones…", asegura. Eso sí, el ilustrador reconoce que "no sería igual si fuera mujer y afro, o del colectivo LGTBI", pues entonces la calle podría ser un lugar menos seguro. Por ello, sí que limitaría el acceso de los menores a las redes, especialmente porque ve en la brecha digital una gran piedra en el camino para que los padres puedan controlar qué ven sus hijos en internet.

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El miedo es una "tierra fértil para el populismo de ultraderecha y la derecha institucional", también para las élites económicas que "han blanqueado estos discursos tratando a la ultraderecha como un partido más cuando no lo es". Ahí es cuando observa que salta el odio de las redes a la calle y de las expresiones a los actos. Los discursos de odio, en su opinión, se combaten "poniendo en evidencia la caradurez, la mezquindad y la absoluta ignorancia de la historia y la ciencia de aquellos que lo promulgan", afirma. Y matiza, asimismo, que "no todo odio es malo", ya que "odiar el fascismo y el nazismo es bueno y es esperable en una sociedad democrática".

La canción A pilá el arroz, de Magín Díaz, interpretada por Etelvina Maldonado es otra de las recomendaciones de Adanti. Una canción de la que dice que "se puede sentir, a ritmo caribeño, el terrible destino que tuvieron y tienen los afrodescendientes en las otrora colonias, incluso luego de haberse abolido la esclavitud: el trabajo duro de sol a sol para que se forren otros y ellos sigan en la más absoluta pobreza". E insiste, a propósito de su elección: "Si las clases humildes de los territorios que antes fueron colonias son de tez negra o cobriza es porque nuestros antepasados, sobre todo de las élites europeas, coloniales y criollas, hicieron sus fortunas gracias a la injusticia de la esclavitud primero y, después, ya abolida, gracias a la desigualdad y la pobreza extremas de los descendientes de aquellos que habían sido sus esclavos".

Adanti finaliza poniendo en valor la democracia como "el sistema más efectivo a la hora de gestionar nuestra vida en comunidad y la divergencia de nuestros intereses", e insistiendo en que para no inclinar la balanza en contra habrá que hacer mucha pedagogía y unir a todo el progresismo por encima de las diferencias en un ejercicio de responsabilidad. "Porque el odio está ahí y puede crecer", sentencia.

Darío Adanti (Buenos Aires, 1971) sabe lo que es enfrentarse al odio en primera persona. No solo por la acusación que pesa sobre él por la portada en la revista Mongolia ironizando sobre el portal de Belén, sino por las respuestas que recibe de los sectores más reaccionarios en sus satíricas publicaciones. Por eso, el escritor valora que el progresismo haya sido mayoritario en las últimas elecciones del 23J: “El odio ha perdido nada menos que 19 escaños y todas las nefastas posibilidades que le otorgaban esos escaños”. El peligro de la ultraderecha sigue ahí, y por eso Adanti alerta: “Si no queremos que el miedo a los retos que nos tocan vivir en este milenio, como la globalización, la crisis climática, la desigualdad extrema, la falta de recursos… empujen la balanza hacia el odio, habrá que hacer mucha pedagogía, educación y una unión de todo el progresismo por pura responsabilidad y a pesar de nuestras diferencias”. 

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