La encefalopatía espongiforme bovina o enfermedad de las vacas locas asoló el continente europeo a partir de 1985. A España llegó en el año 2000 y provocó 800 casos entre el ganado en apenas tres años, lo que se tradujo en una importante crisis del consumo de carne, que llegó a descender en un 50%. Cinco personas murieron por una variante de esta enfermedad en humanos.
¿Qué pasó?
El 23 de noviembre del año 2000 se notificó el primer caso de la encefalopatía espongiforme bovina (EEB) en el ganado gallego. La enfermedad era nueva para España, pero no para el resto de Europa. Desde hacía unos 15 años, varios países de la UE habían tenido que hacer frente a una epidemia que afectaba a las vacas y que, de transmitirse a personas, resultaba mortal. Reino Unido fue el más afectado, y llegó a reportar 180.000 casos de EEB en el ganado entre 1987 y 2007. Es decir, el 97% de todos los casos mundiales. En España, la epidemia se concentró en Galicia. De los 800 casos que se notificaron, una tercera parte pertenecía a esta comunidad autónoma.
La encefalopatía espongiforme bovina, conocida popularmente como el mal de las vacas locas, es una enfermedad degenerativa del sistema nervioso central, que contraen las vacas a través de priones, es decir, proteínas con una "conformación tridimensional anormal" que las convierte en agentes infecciosos, tal como los describe la web del Ministerio de Agricultura. Al digerirse, estos priones alcanzan el cerebro y modifican las proteínas que allí se encuentran, cambiando su forma y comportamiento. Como consecuencia, las vacas empiezan a presentar temblores y desequilibrios, además de cambios en la conducta. Finalmente, mueren.
Los seres humanos pueden contraer una variante de esta enfermedad al consumir la carne de vacuno intoxicada. Los resultados en nuestra especie son igual de letales y, al tratarse de una patología priónica, no existe cura, tratamiento ni vacuna posible, al menos con los conocimientos médicos actuales. El consumo humano de partes de animales infectados produce una variante de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, con síntomas parecidos a los que desarrolla el ganado. En España, cinco personas murieron por su causa entre 2005 y 2008, de un total de 226 fallecimientos en toda Europa.
¿Cómo se desarrolló la crisis?
Aunque el primer caso se notificó en el año 2000, la crisis de las vacas locas alcanzó su pico en España en 2003, cuando se registraron 173 casos positivos de EEB. Los focos de contagio habían aumentado de forma considerable en poco tiempo, pasando de dos casos en el 2000 a 83 en el 2001 y 134 en el 2002. Del mismo modo, y a medida que se tomaron precauciones para controlar su expansión, los casos fueron disminuyendo paulatinamente. En 2013, el informe epidemiológico del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación ya notificaba que no había ningún foco activo de EEB y la situación se ha mantenido constante —con pequeños repuntes de entre uno y tres casos— hasta el último informe, del año 2019.
A finales del año 2000, cuando los casos de EEB empezaron a propagarse por el país, los ganaderos pusieron en marcha varias protestas y paros en su actividad productiva para forzar al Gobierno a "tomar medidas efectivas" de prevención y control de la epidemia. Y es que las consecuencias de las vacas locas para el sector ya se habían hecho notar. Según indicó entonces la Asociación Española de Criadores de Vacuno de Carne (Asovac), las ventas de carne disminuyeron en un 50%, los sacrificios para consumo entre un 60% y un 70%, las exportaciones en un 80% y los precios en un 25% de media.
Las vacas locas llegaron a España casi 15 años después de que la enfermedad fuera bien conocida en otras partes de Europa. De hecho, durante los 90 se había cortado el consumo de carne bovina procedente de Reino Unido. Cuando se registraron los primeros casos en Galicia, España intensificó este cierre a las importaciones, y se vetó la entrada de carne desde Francia e Irlanda, además de la prohibición ya existente con Reino Unido, Portugal y Suiza. Por otro lado, se creó una Comisión Interministerial de Seguridad Alimentaria y se empezaron a implementar una serie de medidas de prevención y detección de EEB con la compra de test Prionic.
La primera muerte de una persona por la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob se produjo en 2005 en Madrid. Se trataba de una mujer de 26 años que llevaba más de seis meses presentando síntomas. A ella se sumaron otras cuatro personas entre diciembre de 2007 y septiembre de 2008, tres de ellas en Castilla y León.
¿Cómo se informó de ello?
Una tesis doctoral sobre la información sanitaria relacionada con la EEB concluye que los medios de comunicación se enfrentaron a una serie de problemas comunes. Por un lado, "la saturación inmediata de las líneas habituales de comunicación (interna y externa)" hace que no haya recursos suficientes —tampoco hay una cantidad suficiente de periodistas especializados en sanidad— para ofrecer la cantidad de información que se demanda. Por otro lado, los errores de gestión o informativos que se han producido con anterioridad influyen en un deterioro de la credibilidad en las fuentes.
Por último y, como es habitual, la politización del conflicto va "en detrimento del desarrollo" informativo, por lo que la comunicación sanitaria no se basa “en el servicio público y la responsabilidad social”, sino en intereses de corte político. La información sanitaria estaba supeditada a la agenda política y, en muchas ocasiones, las noticias se centraban exclusivamente en las declaraciones de tal o cual figura política.
Además, el estudio destaca la "supremacía" del sensacionalismo en las cabeceras que, en el afán por atraer lectores publicaban piezas como "Un británico morirá cada semana del mal de las vacas locas desde hoy hasta el año 2003", publicada por La Razón en el 2000. Este es un ejemplo de las interpretaciones "erróneas, aventuradas e insólitas" que critica la investigación por no estar a la altura de la divulgación científica.
Por otro lado, el criterio de actualidad informativa impidió que la EEB se mantuviera como tema principal durante mucho tiempo. La enfermedad, de desarrollo e incubación lentos, no lleva el mismo ritmo frenético que las redacciones de los periódicos, lo que provocó que fuera cayendo en el olvido a medida que otras cuestiones sanitarias de más actualidad se imponían. En 2004, el diario ABC publicó un artículo en el que se criticaba esta situación y se vaticinaba que la enfermedad volvería a ser noticia cuando se registraran rebrotes o casos en humanos en los años siguientes, como era de esperar por la comunidad científica y como efectivamente ocurrió.
¿Qué consecuencias tuvo?
Entre las medidas tomadas para prevenir la expansión del mal de las vacas locas, se prohibió la fabricación de harinas con restos animales. Este producto, con el que después se desarrollaban piensos para vacas, era el origen de la EEB, ya que el ganado bovino se contagió consumiendo restos de cabras y ovejas que habían muerto a causa de una enfermedad similar, el scrapie o tembladera.
El control y prevención de las encefalopatías espongiformes transmisibles (EET) se recogió tanto a nivel nacional, con un decreto de diciembre del 2000, como a nivel europeo, con un marco de actuación publicado en mayo de 2001 en forma de reglamento. En España, el Programa Integral coordinado de vigilancia y control de las encefalopatías espongiformes transmisibles de los animales preveía, entre otras medidas, las inspecciones sanitarias y el control de la alimentación bovina y de todos los materiales considerados “de riesgo”.
Una investigación del Instituto de Adicciones de Madrid Salud del año 2006 apunta a que el consumo de carne bovina descendió en torno a un 40% en Madrid durante los primeros meses de la epidemia. Además, señala una falta de confianza casi total en los empresarios ganaderos, a quienes "directamente se acusaría de haber primado intereses comerciales sobre la defensa de la salud de los consumidores". Desde luego, los españoles estaban en alerta ante cualquier indicio de intoxicación alimentaria después de haber vivido 20 años atrás el síndrome tóxico por las remesas adulteradas de aceite de colza y así se demostró con la caída del consumo en todo el país, que rondó entonces el 50%.
En contrapartida, aumentó la confianza y la valoración general de los veterinarios, una figura hasta entonces relegada a un segundo plano en la opinión pública.
¿Qué aprendimos?
Gracias a que se siguieron financiando proyectos de investigación sobre la EEB, el Centro de Encefalopatías y Enfermedades Transmisibles Emergentes de la Universidad de Zaragoza, junto con otros centros de investigación de diferentes países, ha podido desentrañar el verdadero origen del contagio de esta enfermedad en las vacas. Tal y como se pensaba, los bovinos contrajeron esta enfermedad tras alimentarse de harinas fabricadas con restos de cabras y ovejas. Hasta 2019, se creía que las vacas habían enfermado de scrapie, una encefalopatía espongiforme muy similar a la EEB que afecta a estos pequeños mamíferos. Sin embargo, el estudio revela que la enfermedad que tenían estas cabras y ovejas era scrapie atípico.
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Aunque muy parecidao en sus efectos, y ambas capaces de desarrollar EEB en las vacas, el scrapie atípico aparece de forma espontánea y no se contagia de un miembro a otro del rebaño, a diferencia de lo que ocurre con el scrapie normal. Estos datos son de enorme relevancia para el conocimiento científico, ya que dan una nueva pista sobre el comportamiento de los priones y cuáles pueden llegar a mutar para contagiar a humanos.
En la actualidad, el scrapie sigue siendo una de las grandes preocupaciones de los ganaderos, ya que es bastante habitual entre cabras y ovejas y muy difícil de erradicar. Por ello, es una enfermedad en constante vigilancia sanitaria. Aunque estos no son los únicos tipos de encefalopatía espongiforme. Por ejemplo, los visones y los felinos también sufren sus propias variantes de este mal.
En 2016, el informe sobre el estado de la EEB en los países miembros de la Organización Mundial de Sanidad Animal destacó que la enfermedad de las vacas locas estaba controlada en todo el territorio examinado. Además, en toda Europa, excepto Francia y Reino Unido, se considera que el riesgo es "insignificante".
La encefalopatía espongiforme bovina o enfermedad de las vacas locas asoló el continente europeo a partir de 1985. A España llegó en el año 2000 y provocó 800 casos entre el ganado en apenas tres años, lo que se tradujo en una importante crisis del consumo de carne, que llegó a descender en un 50%. Cinco personas murieron por una variante de esta enfermedad en humanos.