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Esclavo en 'Aida', cardenal en 'Don Carlo'

Clara Morales

Palau de les Arts, Valencia. Se estrena Don Carlo, de Verdi, con Ramón Tebar a la dirección musical y Marco Arturo Marelli a la dirección de escena. Plácido Domingo canta como Rodrigo, Andrea Carè como Don Carlo, Alexánder Vinogradov como Filippo II. Alrededor de ellos, engrosando al pueblo, a los soldados o a los religiosos, y más allá del coro, un grupo de intérpretes cuyo nombre y apellidos nunca conocerá el público. ¿Quién es, por ejemplo, ese cardenal, con su traje rojo? Pues Raúl Mornás, actor y figurante. ¿Y ese soldado en Tancredi, de Rossini? Álex Franco Jorge, especialista de cine y figurante. ¿Y aquella que protesta entre el pueblo de Boris Godunov, de Modest Músorgski? Sheila Bueno, actriz y figurante. 

La figuración es el patito feo de la interpretación. Poco considerada en el audiovisual, y peor pagada, resulta sin embargo imprescindible para que las producciones salgan adelante. En la ópera, sin embargo, es otra cosa. Los figurantes ensayan durante semanas con el resto del equipo, pueden estar en escena durante gran parte de la obra y se les exige, en ocasiones, habilidades especiales. Son los esclavos de Aida, los demonios de Fausto. Y uno de los oficios que forma parte de esta serie en la que infoLibre explora las labores que sostienen la cultura cada día, lejos de los focos y de los aplausos. 

Resulta paradójico que el trabajo de los (mal llamados) extras en ópera sea más desconocido dentro del mundo de la figuración que en el de la ópera. Los trabajadores llegan a estos puestos mediante procesos de castings realizados por los propios teatros, que se encargan de proveer de una buena plantilla a sus directores de escena. Dependiendo del montaje, el peso de estos actores en el resultado final puede resultar determinante. "Las pruebas que te hacen no son de número y foto", dice Álex Franco. Este experto en efectos especiales, con una carrera centrada hacia la coordinación de escenas de acción, llegó a la ópera por casualidad: el Palau de les Arts valenciano preparaba una versión de Aida que incluía artes marciales, uno de sus campos, en el montaje. Aunque aquello finalmente no salió, decidió volver a probar suerte más adelante. "Es un casting durocasting ", continúa, "te exigen que sepas estar en un escenario, que sepas moverte, que tengas ciertas nociones de baile incluso…". Su estreno llegó finalmente en 2016, con I vespri siciliani, de Verdi, con dirección de escena de Davide Livermore, entonces intendente del teatro. El uso de la figuración, que permanecía en escena durante gran parte de la representación, difería mucho de los escasos minutos que ocupa su trabajo en el audiovisual. Y el stunt admite que la experiencia "fue un máster".

A diferencia del audiovisual, donde la figuración no exige normalmente un compromiso previo al rodaje, la ópera exige un gran número de ensayos, fijados por contrato antes de su comienzo y remunerados —algo que, en el teatro, por ejemplo, y en según qué círculos, no está asegurado—. Pueden durar desde 20 días hasta más de un mes, aunque la obra no vaya a estar en cartel más de una semana, y se hacen codo con codo con el resto del equipo. "Aquí empezamos de cero, en una sala de ensayo para aprender los movimientos", cuenta Álex Franco, "y lo bonito es que ya tienes a un tío al piano, o un cantante. Con la música en directo… Es una pasada, una experiencia. Realmente te sientes parte del espectáculo". Los ensayos exigen, cuentan los entrevistados, una preparación con vestuario y caracterización, cierto trabajo musical y en ocasiones, como en el caso de Franco, algunas habilidades especiales. Él, por ejemplo, introducía un coche en el escenario de I vespri

Puede parecer algo obvio, pero no es lo más habitual para los trabajadores de la figuración. "Habitualmente a los figurantes en el audiovisual nos tratan... pues como una mierda, hablando pronto y mal", dice Raúl Mornás, reproduciendo prácticamente las mismas palabras de su compañera de profesión, Sheila Bueno. "En la ópera es otra cosa", admite el primero, que se estrenó en la lírica también en el Palau valenciano, con su cardenal y su monje de Don Carlo. Explica que los ensayos propician un contacto más directo con los intérpretes y los músicos, con el equipo técnico: "Al final te conoces todos los entresijos, como los demás, cómo funciona la escenografía o los rituales de cada uno...". Lo mismo comenta Bueno, que participó en un montaje de Boris Godunov en el Teatro Real en 2012, durante sus estudios de Artes Escénicas: "Invirtieron tiempo en nosotros, cosa que luego supe que en el audiovisual no pasaba. Te dicen: 'Ponte allí y haz esto', y eso muchas veces no es suficiente para que hagas bien tu trabajo. En ópera, sientes que eres un actor más". 

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Aunque no sea así en la española, en algunas industrias sí se les considera "un actor más". En Estados Unidos, el sindicato de figuración se unió al de actores en los noventa, cuando se dejó de usar el término extra para usar el de background actor. En España, los intérpretes están representados mayoritariamente por la Unión de Actores, mientras que CNT tiene mayor presencia entre los figurantes. "Al final, tú estás actuando", reivindica Bueno, que se define como "actriz con experiencia de figurante", algo común en una profesión de la que solo obtiene ingresos un 43% de los intérpretes, según un estudio de la Fundación AISGE en 2016. "Lo haces en segundo plano", continúa, "y a veces de manera borrosa, pero estás actuando. Sin el figurante, ya sea en la ópera o en el audiovisual, no se mostraría realmente lo que quieren los directores". "Y pasa que muchas veces el actor ha pasado por figuración, o alterna trabajos", añade Mornás, que se ha visto en ambos lados. 

Los pagos de figuración audiovisual, cuenta Álex Franco, no han hecho más que empeorar: "Antes eran mínimo 50 euros netos, y ahora te pagan 40 brutos. ¡Y estás echando las mismas horas!". Por eso, Sheila Bueno cree que si se apreciara en su justa medida la figuración, sus condiciones laborales mejorarían. "Está cambiando, pero todavía ocurre que nos tienen en sitios sin podernos sentar, al aire libre, pasando frío o calor durante horas", cuenta, "o cosas como que los actores y el equipo comen una cosa, y los figurantes otra". Por eso insiste en que muchos de ellos cuentan con una formación profesional alta. "La gente que hay en figuración…", retoma Franco. "El que no es bailarín de la Comunidad Valenciana es acróbata, el que no hace gimnasia artística, el que no hace circo… Gente con un nivel, que es que estás todo el rato aprendiendo". La ópera ha sido para ellos algo más que una oportunidad artística. Su trabajo allí ha sido un referente de cómo querrían ser tratados. "Al final no pedimos tanto", dice Bueno, "y la experiencia en la ópera demuestra que sí que se nos puede tratar de otra manera". 

 

Palau de les Arts, Valencia. Se estrena Don Carlo, de Verdi, con Ramón Tebar a la dirección musical y Marco Arturo Marelli a la dirección de escena. Plácido Domingo canta como Rodrigo, Andrea Carè como Don Carlo, Alexánder Vinogradov como Filippo II. Alrededor de ellos, engrosando al pueblo, a los soldados o a los religiosos, y más allá del coro, un grupo de intérpretes cuyo nombre y apellidos nunca conocerá el público. ¿Quién es, por ejemplo, ese cardenal, con su traje rojo? Pues Raúl Mornás, actor y figurante. ¿Y ese soldado en Tancredi, de Rossini? Álex Franco Jorge, especialista de cine y figurante. ¿Y aquella que protesta entre el pueblo de Boris Godunov, de Modest Músorgski? Sheila Bueno, actriz y figurante. 

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