Atraso, hambruna, pobreza. Un país donde “no existe el futuro, solo la miseria”, como diría más tarde el cantautor Carlos Cano. Cuando finalizó la Guerra Civil, España era un país hundido, de calles de tierra o a lo sumo empedradas, de ancianas guardando luto mendigando por las esquinas y niños desamparados corriendo de un lado a otro entre ruinas, de analfabetismo y penuria.
La necesidad se apoderó de la mayoría de la población en un periodo en el que el régimen franquista pretendía curar los destrozos de la guerra con una autarquía inspirada en la puesta en marcha por Mussolini en Italia y en la de Hitler en Alemania. Una política económica basada en la autosuficiencia y la intervención del Estado.
El resultado no fue otro que una descomunal regresión económica marcada por el hundimiento de la producción agrícola y el desarrollo industrial. Fueron los llamados años del hambre, del mercado negro y el estraperlo que, además, se vieron agravados posteriormente por la coyuntura internacional.
La Segunda Guerra Mundial trajo consigo un aislamiento del país en el panorama internacional que se mantendría vigente hasta los primeros años de la década de los cincuenta, a pesar de los intentos de Franco por enmendar la imagen fascista de su régimen buscando en todo momento el auspicio de la Iglesia católicaIglesia católica. Pero todo fue en vano. En agosto de 1945 en la Conferencia de Potsdam, Stalin, Truman y Churchill condenaron la dictadura franquista y consensuaron su oposición a la entrada de España en la Organización de Naciones Unidas.
El Saura fotógrafo
De sus años de fotógrafo, que precedieron a los de cineasta, Carlos Saura (Huesca, 1932) recupera las miradas, los rostros y los paisajes de una de las etapas más decadentes de la historia. El cineasta y el editor Gerhard Steidl muestran en España años 50 (Steidl/ Círculo del Arte/ La Fábrica) aquel país que, compartiendo frontera con otros donde se desplazaban en automóvil desde hacía años, seguía utilizando burros ymulos como principal medio de transporte.
El después director de películas como El Jardín de las delicias (1970), Ana y los lobos (1972), La prima Ángélica (1973) o Cría cuervos (1975) cumple aquí “un sueño del ser humano” que, como señala en las primeras páginas de la obra, consiste en “¡la posibilidad de recuperar el pasado!” gracias a la magia de la fotografía.
Sus periplos como fotógrafo comenzaron con una Rolleiflex en 1951, cuando abandonó sus estudios de ingeniería y fue nombrado fotógrafo oficial de los Festivales de Música y Danza de Granada y Santander. Pero fue cuando Saura se hizo con una Leica M3 cuando España 50 empezó a gestarse. Son un total de 180 imágenes en blanco y negro que ilustran 256 páginas del archivo de la memoria.
El fracaso del modelo autárquico obligó al régimen a virar la política económica. Se liberalizaron parcialmente los precios, el comercio y en 1952 se puso fin al racionamiento de alimentos de primera necesidad. Los españoles pudieron comprar libremente a partir de entonces algo tan básico como el pan, aunque el hambre perduró muchos años más.
A pesar de que las medidas de la dictadura propiciaron una cierta expansión económica, la guerra fría y el posterior cambio en la política internacional norteamericana hicieron el resto, ya que la ayuda a España desde 1953 –en el marco de la firma de los Acuerdos de Madrid– dio al régimen un balón de oxígeno. La ayuda consistía en un total de 1.500 millones de dólares a cambio de permitir a los americanos instalar la bases aéreas de Morón, Zaragoza y Torrejón de Ardoz, y la base naval de Rota. Esta cuantía fue inferior, sin embargo, a las prestaciones recibidas por los países europeos beneficiaros del Plan Marshall, pero contribuyó a la importación de bienes de equipo que más tarde trajo consigo el desarrollo industrial.
No obstante, el subdesarrollo se prolongó hasta bien entradoa los sesenta, y estuvo muy focalizado en ciertas regiones del país como a las que hace referencia el trabajo documental de Saura.
La revista Life publicó en abril de 1951 un artículo sobre Deleitosa, un pueblo de Cáceres en el que habitaban 2.300 personas en condiciones que sorprendieron al reportero enviado. No era único, existían muchísimos otros pueblos en la misma situación, pero fue ahí donde W. Eugene Smith terminó haciendo su reportaje. Era la viva imagen de la posguerra de Franco, personas que decían no haber visto nunca la vía de un tren, con calles colmadas de burros y cerdos, sin agua ni electricidad, y cuyo único teléfono se encontraba a 20 kilómetros.
España blanca y negra
Todas las fotografías del trabajo de Saura sin excepción son en blanco y negro. “Quitando penas, quitando hambres, verde blanca y verde”, decía Carlos Cano en la canción que escribió a su Andalucía trabajadora. Esa letra coincidía con la descripción que Saura hace de Andalucía en su trabajo: “Para mí, Andalucía sigue siendo tierra de olivares, de casas encaladas, de paisajes románticos, de gentes abiertas y sencillas”. Un pueblo que seguía conservando la influencia de los árabes que la ocuparon durante siglos, y que el franquismo dejó anclada en el subdesarrollo.
Tan solo un coche, y muy de lejos, se aprecia en una de las instantáneas de Saura sobre las calzadas andaluzas, cuando coincidió que hizo su aparición en España el esperado Seat 600, también conocido como el seílla. Y esto no era más que una pequeña muestra del atraso que campaba por las regiones que, como el sur de España, miraba con curiosidad –y así están retratadas– el objetivo de la cámara de Saura como algo venido de otro mundo.
Entre 1950 y 1970 un millón y medio de andaluces abandonaron sus casas en dirección a países como Francia o Alemania, pero también a Cataluña, Valencia, Madrid o País Vasco. Por aquel entonces, la economía andaluza se encontraba en un proceso de regresión que, a pesar de venir de lejos, se afianzó con la industrialización española a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
El que fue dos veces ministro de Franco Laureano López Rodó impulsó los planes de desarrollo durante los años sesenta y principios de los setenta, y fue encargado de la Comisaría del Plan de Desarrollo Económico y Social a partir de 1963. En una de sus visitas a Sevilla como ministro, y ante las peticiones de trabajo de los andaluces, López Rodó manifestó que lo que lo que estos tenían que explotar era sus playas, los toros, "su salero". A fin de cuentas, ¿para qué querían industria? "¡Ustedes tienen sol! grasia pa vivir, vino, playas, flamenco...", le replicaría el cantautor granadino en uno de sus temas.
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Saura el flamenco
Quizás fueron sus viajes por la Andalucía de los 50 y sus coqueteos entonces con el flamenco puro lo que despertó en el cineasta su pasión por este arte y le hizo volver a esa tierra. Saura se volcó durante gran parte de su vida con dos trilogías con gran notoriedad en el cine flamenco. La primera, inspirada en obras literarias y musicales, comenzó con Bodas de sangre (1980), Carmen (1983) y El amor brujo (1986). La segunda trilogía estuvo compuesta por Sevillanas (1991), Flamenco (1995) y Salomé (2002), y tres años después volvió con Iberia (2005).
En 2010 Saura volvió a encontrarse con este arte en Flamenco, Flamenco, una película rodada en Sevilla durante seis semanas a finales de 2009 y que reunió a Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar, José Mercé, Estrella Morente, Sara Baras, Miguel Poveda, Israel Galván, Eva Yerbabuena, Farruquito o Niña Pastori.
Atraso, hambruna, pobreza. Un país donde “no existe el futuro, solo la miseria”, como diría más tarde el cantautor Carlos Cano. Cuando finalizó la Guerra Civil, España era un país hundido, de calles de tierra o a lo sumo empedradas, de ancianas guardando luto mendigando por las esquinas y niños desamparados corriendo de un lado a otro entre ruinas, de analfabetismo y penuria.