¿Qué pasó?
–¿Qué le trae por aquí, teniente?– dijo el coronel Darío Gazapo.
–Tengo que registrar el edificio en busca de armas– explicó el teniente Zaro, junto a un grupo de guardias de asalto, frente a las puertas del departamento cartográfico del ejército en Melilla.
Con esta conversación, recogida por el historiador Hugh Thomas en el libro La Guerra civil española (Grijalbo), comenzó en España, unas horas antes de lo previsto por los militares golpistas, uno de los acontecimientos históricos que marcó el camino dictatorial que seguiría el país durante los cuarenta años posteriores. Aquel día veraniego de 1936 arrancó en la ciudad de Melilla un golpe de Estado que desencadenaría tres años de sangrienta Guerra Civil y casi cuatro décadas de una dictadura militar encarnada en la figura de Francisco Franco. Empezaba, frente al departamento cartográfico del ejército, lo que los militares golpistas, y posteriormente el franquismo, calificarían de "Alzamiento Nacional".
¿Cuándo pasó?
Cuatro años después de que fracasase el golpe de Estado del general Sanjurjo, La Sanjurjada, y recién constituido el Gobierno del Frente Popular–la coalición de izquierdas se impuso en los comicios de febrero de 1936 al conservador Frente Nacional Contrarrevolucionario–, se empezaban a escuchar entre los sectores más conservadores del ejército español campanas de sublevación armada contra el Ejecutivo que había obtenido el beneplácito del pueblo en las urnas.
Así, el día 25 de mayo de ese mismo año el general Emilio Mola firma una primera instrucción confidencial bajo el seudónimo El Director: “Las circunstancias gravísimas que atraviesa la nación, debido a un pacto electoral que ha tenido como consecuencia inmediata que el Gobierno sea hecho prisionero de las organizaciones revolucionarias, llevan fatalmente a España a una situación caótica, que no existe otro medio de evitar que mediante una acción violenta […] se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo”, rezaba la misiva.
Después de un mes organizando el golpe de Estado, se fijó que la sublevación militar comenzase el día 18 de julio. Sin embargo, uno de los dirigentes de Falange informó sobre el acontecimiento a un líder local de Unión Republicana (UR), llegando finalmente a oídos del comandante militar de Melilla, que envió al departamento de cartografía un grupo de guardias de asalto para que registrasen el edificio. Este hecho hace que, improvisadamente, los golpistas se vean obligados a adelantar el comienzo de la sublevación al día 17 de julio. Así, los militares sublevados declararon el estado de guerra y ocuparon los edificios públicos en nombre de Francisco Franco, entonces comandante jefe en la zona.
Con la ciudad asegurada, el coronel Juan Seguí informó a Sáenz de Buruaga y Juan Yagüe, encargados del golpe en Tetuán, Ceuta y Larache, que también se vieron obligados a improvisar el levantamiento militar. Tras la madrugada del día 18 de julio, el protectorado español de Marruecos también había caído en manos de los golpistas. Con estas zonas bajo el control militar, Franco entra el 19 de julio en Tetuán –después de volver de Canarias, lugar al que le destinó el Gobierno de la II República–.
Desde el 18 al 21 de julio, el golpe de Estado se extendió por toda la península. A fecha del 25 de julio, el bando sublevado controlaba Sevilla, Córdoba, Cádiz, Cáceres, Ávila, Salamanca, Segovia, Soria, Guadalajara, Zamora, León, Palencia, Valladolid, Burgos, La Rioja, Pamplona –al mando del general Mola–, Zaragoza, Teruel, Vitoria, Palma de Mallorca, Oviedo, Lugo, A Coruña, Ourense y Pontevedra. El levantamiento no había prosperado eficazmente por toda la península. El Gobierno democrático todavía controlaba amplias zonas de la geografía española.
¿Quiénes fueron los protagonistas?
El 8 de marzo de 1936, en casa de un amigo del entonces dirigente de la CEDA, José María Gil-Robles, un grupo de varios generales acordó organizar un “alzamiento militar” que pusiese fin al Gobierno recién constituido para así restablecer el orden en el interior y el prestigio internacional de España, según el historiador Julián Casanova. En la cita participaron Emilio Mola, Luis Orgaz Yoldi, Rafael Villegas, Joaquín Fanjul, Francisco Franco, Ángel Rodríguez del Barrio, Miguel García de la Herrán, Manuel González Carrasco, Andrés Saliquet y Miguel Ponte. Sin embargo, los verdaderos protagonistas durante el levantamiento fueron los generales Franco, que se sentía humillado por haber sido desplazado a Canarias –un año después de que Gil-Robles le nombrase jefe del Estado Mayor Central–, y Mola, que se encargó de organizar la sublevación militar.
El Ejecutivo presidido por Santiago Casares-Quiroga, por su parte, no fue capaz de frenar el levantamiento a pesar de que tenía constancia de que algo se estaba fraguando en el seno del ejército –una de las primeras medidas que tomó el recién nombrado presidente del Gobierno fue alejar de los centros de mando a los militares más conservadores y contrarios al Frente Popular, entre ellos el propio Franco–. El desconcierto gubernamental sobre lo que estaba ocurriendo en el norte de África era absoluto. En menos de 24 horas dimiten dos presidentes del Gobierno: a las 22.00 horas del 18 de julio deja el cargo Casares-Quiroga, por lo que el presidente de la República, Manuel Azaña, encarga la formación de un nuevo Ejecutivo a Diego Martínez Barrio, que al no conseguir un acuerdo con los militares golpistas renuncia el día 19 a las 8.00 horas. Finalmente, forma Gobierno José Giral, que ordena, tal y como habían solicitado socialistas y comunistas, armar al pueblo.
¿Qué fue de los protagonistas?
El futuro de Francisco Franco es de sobra conocido: cuatro décadas de una dictadura militar represiva –el propio Mola la describió a la perfección en una de sus instrucciones el 19 de julio de 1936: “Es necesario crear una atmósfera de terror, hay que dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todo el que no piense como nosotros”–. El dictador dirigió España con mano de hierro hasta que murió, entre aplausos de unos y llantos de otros, el 20 de noviembre de 1975.
El general Mola, por su parte, no llegó a ver la victoria del bando franquista en 1939. El 3 de junio de 1937 falleció en un accidente aéreo en la provincia de Burgos. La muerte del militar, junto a la de Sanjurjo en Portugal, convirtió a Franco en la única cabeza visible de los golpistas.
Ver másLa redada policial que despertó el Orgullo Gay
Azaña, Casares Quiroga, Martínez Barrio y José Giral, al igual que otros muchos dirigentes republicanos que permanecieron al pie del cañón durante la Guerra Civil, acabaron exiliados en países como México o Francia cuando la batalla estaba completamente perdida y las tropas nacionales avanzaban sin apenas resistencia. Así, desde esos lugares, se constituyó un Gobierno en el exilio, con Giral como presidente de la República desde 1945 hasta 1947 –Azaña presentó su dimisión desde el país galo en febrero de 1939–.
¿Por qué fue importante?
El golpe de Estado militar de julio de 1936 dio paso a una de las épocas más sangrientas y represivas de la historia reciente de España: la Guerra Civil y la posterior dictadura franquista. Los tres años de conflicto armado y las casi cuatro décadas de poder absoluto del caudillo se saldaron con más de 114.000 desaparecidos, "el segundo país del mundo, tras Camboya, con mayor número de personas víctimas de desapariciones forzadas cuyos restos no han sido recuperados ni identificados", según apuntó en 2013 la asociación Jueces para la Democracia, así como miles de muertos y encarcelados –algunos historiadores sitúan la cifra por encima de los 200.000– durante la contienda y los cuarenta años que la siguieron. "La atormentada vida de la República fue sustituida por una historia de degradación y asesinato en masa", definió el historiador Casanova.
¿Qué pasó?