La irrupción de la IA en nuestras vidas es mucho más parecida a la aparición del Excel que a 'Terminator'

Imagen alegórica de la Inteligencia Artificial.

No es la primera vez en la historia que un avance tecnológico genera una mezcla de incertidumbre, admiración y miedo. Y aunque parezca que la Inteligencia Artificial ha supuesto un verdadero revuelo, basta con echar la vista atrás para comprobar que no es la primera vez que un progreso científico cambia (en mayor o menor medida) nuestra concepción del mundo y nuestro futuro.

En sus Diálogos, Platón criticaba a través de Sócrates la “nueva tecnología”, es decir, los libros y la escritura. El filósofo griego pensaba que la escritura arruinaría la mente de los jóvenes porque ya no sería necesario usar la memoria (y pensaba que esto era antinatural). A día de hoy esta queja nos resulta lejana, y puede que hasta cómica. Así lo explica Luis Quevedo, divulgador científico y escritor, quien señala cómo el miedo a los cambios no es nuevo, sino que nos acompaña como sociedad. Coincide con ello Javier Moscoso, filósofo y miembro del Consejo Asesor de IA+Igual —proyecto que busca verificar la ética de los algoritmos en el mercado laboral—, quien señala cómo “antes de la IA hemos visto miedos y esperanzas, a partes iguales, en relación con la energía nuclear o la genética, por ejemplo”.

Marta García Aller, periodista y escritora, reflexionará sobre esta mezcla de admiración y miedo que produce el desarrollo de la Inteligencia Artificial en el Festival de las Ideas, un conjunto de eventos que invita a la reflexión filosófica en Madrid. Quevedo —quien también participará en el festival explorando las relaciones entre la filosofía, la ciencia y las conexiones improbables— cree que el caso de la IA no es algo singular, sino que responde al momento que estamos viviendo actualmente: hace unos años se hablaba casi a diario de las criptomonedas y hoy en día parece que muchos las hemos olvidado.

¿Deberíamos tener miedo de la IA?

Acompañando a la admiración y curiosidad que despierta la Inteligencia Artificial, también encontramos cierto miedo o desconfianza. Moscoso, que también es director de contenidos del Festival de las Ideas, cree que produce miedo porque la IA “es como un espejo en el que nos miramos”. Hasta ahora “hemos estado acostumbrados a que la llamada inteligencia humana esté por encima de cualquier otra consideración y que además sea una inteligencia creativa”, pero la IA presenta sistemas que son capaces de desempeñar muchas tareas mejor o más rápido que los humanos.

¿Qué distingue entonces a la inteligencia artificial de la inteligencia humana? ¿Sabemos definir nuestra inteligencia? Son preguntas que, según Moscoso, estamos tratando de responder con la llegada de la IA. De hecho, algunas personas y expertos creen que la creatividad podría ser lo que nos diferencia de la IA. De manera casi irónica, los sectores creativos temen un posible reemplazo; los algoritmos han demostrado poder pintar cuadros, componer canciones o escribir libros.

Únicamente deberían tener miedo las personas que son falsamente creativas o los falsos creadores

Javier Moscoso

Javier Moscoso cree que únicamente deberían tener miedo “las personas que son falsamente creativas o los falsos creadores”. A pesar de su potencial, la IA “todavía no es capaz de establecer sus propios fines, y aunque es capaz de hacer muchas cosas en función de las reglas básicas que se le ofrecen, aún no establece finalidades ni propósitos. Los algoritmos son capaces de cumplir los propósitos que se les piden, pero no pueden ir más allá”. “La preocupación, quizá legítima, de que la IA viene a suplantar a los seres humanos en sus tareas creativas, es simplemente falsa de momento. Solo quienes trafican con ideas prestadas pueden estar preocupados por lo que escriba ChatGPT. Tal vez el problema sea que hay muchos ‘creadores’ de contenido, ya sean artistas o académicos, que tal vez no lo sean tanto”, añade el filósofo en una entrevista en IA+Igual. “Lo que da miedo no es la IA, es la falta de inteligencia humana”.

En general, existe un temor generalizado ante la posibilidad de que muchos puestos de trabajo sean reemplazados por sistemas de IA. Para paliar este miedo, Luis Quevedo recupera un caso no muy lejano, la comercialización de la primera hoja de cálculo en los años 80: “En el momento en el que se introdujo el primer Microsoft Excel se puso en jaque el trabajo de cientos de miles de personas. Ya no es que las empresas no necesitaran contables, sino que el trabajo que hacían era distinto, ahora podían hacer más cosas y mejores. Y además, se descubrió que esa herramienta servía para muchas otras cosas que no se habían predicho, hasta el punto de que hoy en día todos usamos Excel sin ser contables”.

Como este hay muchos otros ejemplos, asegura Quevedo, pues “la historia de la ciencia o la tecnología suele ser tremendamente menos sexy de lo que nos dicen, se parece más al ejemplo de Excel que a la saga de Terminator”. De hecho, el divulgador reconoce que “las verdaderas revoluciones tecnológicas casi nunca dan titulares”, como fue el caso de Excel, mientras que “lo que genera titulares en prensa suele ser bastante más improbable”.

Filosofía e IA

Se habla de Inteligencia Artificial desde muchos ámbitos y disciplinas, y la filosofía es una de ellas. “Hay muchos historiadores/as que dirían que es difícil hablar de ciencia sin hablar de filosofía, al menos en su génesis”, comenta Luis Quevedo, quien asegura que estas dos áreas están unidas desde la antigua Grecia.

El divulgador científico cree que “una de las cuestiones esenciales de la filosofía es que tiene ese arte de hacer las mejores preguntas”. “En ciencia necesitamos hacer buenas preguntas, pero es una disciplina de ‘cómos’ y muy pocos ‘porqués’”, y por ello filosofía y ciencia son diferentes pero complementarias. En el caso de la Inteligencia Artificial, la filosofía pone el foco en cuestiones que se añaden a los intereses de la ciencia.

La llegada de la IA a nuestras vidas suscita muchas preguntas filosóficas, ¿qué es la IA? ¿En qué se diferencia de nosotros? ¿A quién sirve? ¿Cómo puede afectarnos? ¿Qué papel tendrá en nuestras vidas?... Sin duda son muchos los debates que puede suscitar la inteligencia artificial, y desde el Festival de las Ideas invitan a reflexionar se anima a reflexionar sobre ellos.

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Es asombroso cómo la IA nos imita, aprendiendo y analizando para responder a nuestras necesidades. Al imitarnos, la inteligencia artificial puede reproducir nuestras cualidades, pero también los defectos. Los algoritmos y sistemas de IA son entrenados con datos, y a través de ellos se pueden transmitir los prejuicios y sesgos (conscientes o inconscientes) de los humanos, de manera que estemos enseñando a la IA a discriminar.

Este es uno de los principales problemas éticos de la IA, que pueda tomar decisiones discriminatorias si se entrena con datos sesgados, lo que puede llegar a ser muy perjudicial según el ámbito en el que se use la IA. Un ejemplo de ello es el ámbito laboral, donde la IA ya ha demostrado su capacidad para agilizar procesos como el de contratación. En estos casos es crucial que la inteligencia artificial no perpetúe los prejuicios humanos, ya que se podría retroceder en inclusión e igualdad laboral. El proyecto IA+Igual, del que forma parte Javier Moscoso, estudia y audita algoritmos de IA usados por departamentos de Recursos Humanos para comprobar que estos son éticos y no fomentan la discriminación. Miden en qué medida “estamos transmitiendo a los sistemas que nosotros mismos fabricamos los sesgos que tenemos”.

De esta manera, la ciencia, la filosofía y la legislación deben unirse para asegurar una buena convivencia. Moscoso tiene claro que “habrá que buscar formas en las que estas herramientas estén en buenas manos y sean controlables”, además de buscar la manera en la que la legislación esté al ritmo de los avances tecnológicos. 

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