Luis García Montero: “Me encanta que haya gente joven publicando sus primeros libros”

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Luis García Montero (Granada, 1958) nos enseñó que ni el tiempo ni las palabras nos obedecen, que la eternidad puede ser tan frágil como para no soportar el peso de un afecto y lo duro que es aprender a recordar a quien amamos. Pero también nos mostró que un lunes puede ser completamente viernes, que las tardes caen por la ley de la gravedad de quien las mira y que los sueños rotos nunca dejan vacío, sino historias. Porque Luis García Montero nos ha acompañado desde aquel lejano 1980 en el que publicó su primer poemario, enseñándonos a amar, a llorar y sobre todo a sentir. En su poesía cabemos todos. Sus versos huyen de ser el espejo del autor para transformarse en el reflejo de cada uno de nosotros. En sus poemas lo heroico se convierte en lo cotidiano, y lo cotidiano en lo excepcional. 

Su obra le ha hecho ganar varios premios como el Adonais, el Federico García Lorca, el Loewe o el Nacional de Literatura. Desde el año 2018 es director del Instituto Cervantes, desde cuyo timón se encarga de difundir la cultura española por todo el mundo. También es asiduo colaborador en varios medios de comunicación, entre ellos infoLibre, donde escribe la columna semanal llamada Verso Libre y es miembro de la Sociedad de Amigos del periódico. Su figura ha trascendido el mundo de la poesía y ha llegado al cine o a la música, inspirando a artistas como Enrique Urquijo o Quique González. Y así nos viene a hablar, como la luz de un sueño que no recordamos al despertar, pero que nos llena de esperanza.

Porque para mirar con esperanza al futuro, el poeta destaca la palabra convencimiento. García Montero recuerda la obra Sin esperanza con convencimiento, que escribió uno de sus maestros en la poesía, Ángel González, durante los años más duros del franquismo. En su opinión, ese título debe inspirarnos en nuestra forma de ver el futuro. El convencimiento se consigue, a su juicio, mirando a nuestro interior y buscando los “valores que uno quiere defender”, para así crear una “situación de resistencia” frente a una visión poco esperanzadora del futuro. Sin embargo, cree también muy relevante no caer en la ingenuidad y admitir que “el mundo está mal y la situación es complicada para los valores democráticos". "De hecho, hay un 80% de la población mundial que no vive en democracia. Además, en Europa están surgiendo ideologías muy preocupantes”, subraya.

En un terreno más personal, el poeta considera fundamental “encontrar sentido a la vida de cada uno”, para lo cual es muy importante “la compañía y tener un contexto en el que comprometerte”. En su caso, encuentra ese sentido en sus tres hijos, en la amistad, en los compañeros de trabajo y, por supuesto, en la literatura.

Precisamente es en el mundo editorial en el que el poeta ve buenas noticias. Al escritor le alegra mucho que se esté publicando tanta lírica joven y nos cuenta que últimamente está leyendo “mucha poesía de gente de veintitantos años que está publicando sus primeros libros”. “En el último año me han gustado mucho algunos libros de chicos y chicas que están haciendo muy buena poesía y que me ayudan a comprender cuál es la situación de la gente más joven, de la gente que tiene el futuro por delante”, resalta.

Claro que hay políticos corruptos, pero no todos los políticos son corruptos. Y claro que hay periodistas al servicio de los intereses de los poderosos y de las élites económicas, pero no todo el periodismo es corrupto. Lo que hay que saber es elegir

En un tiempo tan oscuro, García Montero ve imprescindible refugiarnos en la literatura. El poeta opina que en la actualidad vivimos en un mundo demasiado rápido, donde “el neoliberalismo no sólo ha mercantilizado los objetos de consumo sino también los conceptos culturales”. Incluso ha convertido al tiempo en una mercancía de usar y tirar. Por eso, hoy más que nunca, reivindica la reflexión y la pausa proporcionada por la cultura, la cual tiene “un tiempo propio” caracterizado por la “tranquilidad del conocimiento". En esa tranquilidad "debemos aprender a pensar las cosas para conseguir vivir en un mundo donde puedas pensar lo que dices y no solo decir lo que piensas”.

Otra de las claves para salir de la espiral de pesimismo en la que vivimos es destruir el mantra del “todos son iguales”. “A mí me preocupa que el ruido intente generalizar, de manera injusta y calculada, problemas que son muy particulares. Claro que hay políticos corruptos, pero no todos los políticos son corruptos. Y claro que hay periodistas al servicio de los intereses de los poderosos y de las élites económicas, pero no todo el periodismo es corrupto. Lo que hay que saber es elegir”, reflexiona.

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Además, en su opinión, este clima “genera un desprestigio contra espacios fundamentales en la democracia". Y lo argumenta: "Así, como todos son iguales, cuando hay una propuesta política para transformar la realidad, organizar el marco de convivencia o distribuir la riqueza, el desprestigio hace que nadie se lo tome en serio y se desprecie, aunque sea algo bueno”. 

A todo ese ruido al que hace referencia el poeta contribuye “la sustitución calculada de la información y los hechos por estrategias de comunicación”. El mundo digital, con toda la información personal que recaba de los usuarios, convierte a las personas en “seres unidimensionales y obsesivos”, lo cual es utilizado por políticos “como Putin o Trump para alterar la convivencia”.

Frente a eso, García Montero cree que hay que volver a la información de los hechos y, una vez más, reclama tiempo, porque “incluso la gente que cuenta la verdad, si tiene poco tiempo para dar la noticia, acaba yendo de catástrofe en catástrofe, de problema en problema, y eso genera pesimismo”. En este contexto, el poeta ve imprescindible que los periodistas investiguen las causas de las malas noticias: “si hay un determinado tipo de delincuencia, cuáles son las causas, si hay problemas migratorios, cuáles son las causas...". Por eso, reclama a los medios que vayan “de investigación en investigación” y no de “noticia en noticia.

Luis García Montero (Granada, 1958) nos enseñó que ni el tiempo ni las palabras nos obedecen, que la eternidad puede ser tan frágil como para no soportar el peso de un afecto y lo duro que es aprender a recordar a quien amamos. Pero también nos mostró que un lunes puede ser completamente viernes, que las tardes caen por la ley de la gravedad de quien las mira y que los sueños rotos nunca dejan vacío, sino historias. Porque Luis García Montero nos ha acompañado desde aquel lejano 1980 en el que publicó su primer poemario, enseñándonos a amar, a llorar y sobre todo a sentir. En su poesía cabemos todos. Sus versos huyen de ser el espejo del autor para transformarse en el reflejo de cada uno de nosotros. En sus poemas lo heroico se convierte en lo cotidiano, y lo cotidiano en lo excepcional. 

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