Mara Torres (Madrid, 1974) publica una foto en su cuenta de Twitter. En ella se ve la mesa de trabajo de la periodista y escritora, con el ordenador encendido, árboles tras los cristales y un orden de escuadra y cartabón. El tuit reza: "Después de dos años en esta mesa, con los pies sobre una maleta, hoy he terminado mi nueva novela. Saldrá en otoño". Se refiere a Los días felices(editado por Planeta y en librerías el 5 de octubre), su regreso a la ficción tras quedar finalista al premio Planeta con La vida imaginaria, su debut en la novela, en 2012.
Pero la fotografía impoluta no da fe de un proceso que la presentadora de La 2 Noticias no define en ningún momento como "sencillo". Y, como prueba, envía dos fotos por Whatsapp. En una se ve ese mismo escritorio, pero repleto de papeles. En otra, un sofá es usado como mesa auxiliar: sobre él, cuadernos, carpetas etiquetadas y montoncitos de folios mecanografiados. Es, explica entre risas, la materialización de su proceso de escritura que ha supuesto un largo parto. "Yo no tengo novelas en el cajón", señala, "no había escrito nada antes de aquello, no tengo novelas que haya empezado y no haya acabado…". Después de pasarse el 2013 haciendo promoción de la anterior novela y el 2014 descansando de ella, dedicó el 2015 entero a levantar de cero la estructura de su nueva obra.
La mesa de Mara Torres durante el proceso de escritura de 'Los años felices'.
No eran unos cimientos cualquiera. En Los días felices, Torres recorre la vida de Miguel, su protagonista, a través del día de su cumpleaños cada cinco años a partir de los 20 y durante otros 20. "No sé muy bien cómo llegué hasta ahí, la verdad", confiesa, "pero sí que empecé a pensar en la estructura antes que en ninguna otra cosa". No tarda en dar, sin embargo, una pista esencial de ese interés en lo que puede revelar un solo día en la vida de una persona. La periodista escribe diarios desde los nueve años, y sigue haciéndolo ahora, cada día y sin faltar uno. De hecho, este libro tiene un hermano gemelo: el diario privado de la escritura de la novela, que la autora guarda para sí. Los cuadernos que guarda desde la infancia le han servido también para documentarse sobre los detalles cotidianos e incluso la forma de hablar de unos años concretos.
"Me ha resultado familiar esa manera de escribir centrándome en describir un día", reflexiona. Le ha resultado "muy interesante", dice, constatar que "no necesitas más información para saber qué ocurre con alguien que la que se cuenta en ese día concreto". Es probable que suceda lo mismo en el caso de la propia Mara Torres, capturada en sus diarios. Aunque la ficción necesita de más patas en las que sostenerse: "Claro que he tenido que crear un universo de ficción de un personaje. El lector solo va a leer un día en su vida cada cinco años, pero yo conozco muchos más". De forma que la que fuera presentadora de Hablar por hablar hasta 2006 ha acabado escribiendo 1.000 páginas sobre Miguel, de las que finalmente se publican 250.
Uno de los mayores desafíos de Los días felices, confiesa, ha sido encontrar la voz narrativa. La vida imaginaria estaba escrita en primera persona, desde los ojos de Fortunata Fortuna, una mujer que no queda muy lejos de Mara Torres. En este caso no dudó en usar la tercera y tomar distancia del personaje, lo que suponía, por otra parte, un esfuerzo para lograr que "el lector se identificara con él". "Imagina que yo escribo de manera ortodoxa en un informativo desde hace once años...", dice Mara Torres, como excusándose. No tiene claro si se le ha escapado algo autobiográfico, pese a esa defensa: "A veces pienso que la vida de Miguel Martín no se parece en nada a la mía, y a veces que se puede parecer mucho".
El estudio de Mara Torres mientras escribía su novela.
Pero el principal escollo que parece haber superado la periodista es el de encontrar tiempo para la escritura, teniendo en cuenta que presenta cada noche un telediario nacional que la entretiene hasta la madrugada. "Me despertaba a las diez y me quedaba sin levantarme de la silla hasta las tres de la tarde. Cuando me siento y estoy escribiendo se me olvidan las horas, es un proceso casi enfermizo", desvela. Escribía incluso al volante: "Salía del informativo, cogía el móvil, encendía la grabadora, lo dejaba en el asiento y empezaba a soltar ideas". La novela ha sido para ella casi una forma de descompresión. Por eso, dice, no hay ninguna referencia política en Los días felices, hasta el punto de que ni siquiera la ciudad en que vive Miguel tiene un nombre real. "Yo escribo para evadirme de la realidad, que la realidad me la dan ya esas nueve horas al día", dice entre risas.
Y un día llegó el momento de ponerle título. El que había barajado durante meses era El impuesto sentimental, "ese que uno paga por tener cualquier tipo de relación". Pero notó que se le "quedaba pequeño". Después de una experiencia personal particularmente triste, sintió que necesitaba un título que la "iluminara": "No solo iluminó la novela, sino también a mí y los que estaban en mi vida". Han sido ellos, o más concretamente 10 afortunados entre ellos, quienes se han convertido en los primeros lectores de Los días felices (ella, insiste, no da "el perfil de autor que escribe una novela y no deja que nadie la lea hasta el final). Entre todos, señala particularmente a su madre, que se leyó todas las versiones, e incluso el primer borrador. "Tiene mérito", dice, "porque los borradores solo los entiendo yo. Aunque empiezo a creer que solo los entiende ella".
Aquí es cuando Mara Torres coge el móvil, hace una foto triunfante a su escritorio, apaga el ordenador y se va de vacaciones.
Mara Torres (Madrid, 1974) publica una foto en su cuenta de Twitter. En ella se ve la mesa de trabajo de la periodista y escritora, con el ordenador encendido, árboles tras los cristales y un orden de escuadra y cartabón. El tuit reza: "Después de dos años en esta mesa, con los pies sobre una maleta, hoy he terminado mi nueva novela. Saldrá en otoño". Se refiere a Los días felices(editado por Planeta y en librerías el 5 de octubre), su regreso a la ficción tras quedar finalista al premio Planeta con La vida imaginaria, su debut en la novela, en 2012.