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María Iglesias se asoma al horror de 'Canción dulce', una "deliciosa novela" sobre una sociedad "vomitivamente enferma"

Como buena periodista, María Iglesias (Sevilla, 1976) ofrece el titular: Canción dulce, de la novelista francomarroquí Leila Slimani, es "una deliciosa novela sobre una sociedad vomitivamente enferma". Esos dos elementos, el manejo hechizante del idioma y la brutal historia que relata, son los que hacen que la reportera, que firma en medios como eldiario.es o Público, elija este título como el que querría haber escrito si no lo hubiera hecho ya Slimani en 2016. Iglesias, autora de El granado de Lesbos (Galaxia Gutenberg, 2019), un volumen en el que narra sus viajes a la isla griega y el periplo de los migrantes para llegar hasta ella, participa así en la sección Envidia literaria, en la que escritores y periodistas cuentan qué obra querrían que llevara su nombre. 

 

La de Slimani no es, sin embargo, la primera que se le viene a la cabeza. Piensa antes en El gran cuaderno, parte de la trilogía Claus y Lucas de Agota Kristof, pero lo descarta porque ya lo han nombrado las escritoras Edurne Portela y Lara Moreno en esta misma sección. "A lo mejor es casualidad", reflexiona, "pero lo veo sintomático. Somos tres autoras de la misma generación [las tres han nacido entre 1974 y 1978], y el hecho de que nos haya marcado a las tres...". En cualquier caso, y para que haya variedad, María Iglesias se arranca con el de Slimani: "Me parece que comparten algo. Ambos son doblemente perturbadores. Son perturbadores por la perversidad de lo que cuenta cada uno, y porque lo cuentan con una belleza que te hace sentir esa experiencia aún más perversa".

La periodista recuerda que conoció a la autora a través de una entrevista que leyó en El País Semanal allá por 2017. El año anterior, Slimani había ganado el Goncourt, el premio más prestigioso de las letras francesas, precisamente por Canción dulce, que publicaría en castellano el sello Cabaret Voltaire —hoy va por su novena edición—. Ella, "más francófona que anglófona", no dudó en agenciarse la versión original, editada por Gallimard, pero no duda de que la traducción de Malika Embarek López haya sabido captar el tono "cortante, lacerante" de la novelista.

Lacerante como la violencia que impregna la novela. "El libro arranca con un crimen terrorífico que es un infanticidio", recuerda Iglesias sin miedo a hacer spoiler, puesto que los hechos básicos se desgranan "en cuartilla y media" al inicio del libro. "Tú no lees para descubrir al asesino", indica sobre este thriller sui generis, "sino por lo hipnótico de la escritura. Ni siquiera buscas conocer las causas, porque desde el principio sabes que el crimen es injustificable". La trama, cuenta, se centra en cinco personajes: una pareja, sus dos hijos y la niñera. A ellos se unen, en segundo plano, una vecina del edificio y el entorno familiar de unos y otros. En ese hogar dividido en dos —la familia por un lado, la extraña por otro— ve Iglesias una oposición: la burguesía del centro de París versus la periferia, "desde el principio condenada a la desgracia". 

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"Es hiriente el efecto de espejo", confiesa, "sobre todo para mí, de la madre, una abogada joven que legítimamente quiere retomar su carrera y, siendo ella misma de origen magrebí, rechaza que la niñera sea inmigrante. Es doloroso porque ves las contradicciones que todas y todos tenemos". Esta es una de las decisiones tomadas por Slimani que María Iglesias aprecia especialmente, porque a su juicio permiten dotar a la trama de complejidad. Sucede, por ejemplo, que la niñera, Louise, es francesa de pura cepa, lo que invierte los roles habituales e impide que los personajes sean identificados por el lector desde el principio como víctimas o culpables, buenos y malos. "Es una historia con una trama limitada, pero se acaba revelando la violencia clasista del primer mundo, que es paralela a la violencia global Norte-Sur", observa la periodista, que celebra que nada de esto se haga de manera evidente o maniquea.

Iglesias se pregunta qué es lo que envidia de esta obra, qué ha hecho que la elija. "Creo que justamente lo que me gusta es el contraste de lo que ella escribe y lo que escribo yo, tanto en el estilo como en el contenido", se responde. Frente a las frases cortas y contundentes de Slimani, esas "píldoras evocadoras", el ritmo de su escritura "de frase larga". Aunque, si lo piensa, encuentra en su relato Plata, galardonado con el Premio Ayala el pasado junio, cierto rastro de sus admiradas Slimani y Kristof. Pero incluso en lo opuesto encuentra coincidencias. Es cierto: si en sus historias "hay semillas de esperanza", en las de sus referentes hay "desesperanza sin paliativos". Pero, paradójicamente, esto último"quizás llame tanto a la rebelión o más", dice, "porque lo echas tanto de menos que se hace más poderoso". 

 

Como buena periodista, María Iglesias (Sevilla, 1976) ofrece el titular: Canción dulce, de la novelista francomarroquí Leila Slimani, es "una deliciosa novela sobre una sociedad vomitivamente enferma". Esos dos elementos, el manejo hechizante del idioma y la brutal historia que relata, son los que hacen que la reportera, que firma en medios como eldiario.es o Público, elija este título como el que querría haber escrito si no lo hubiera hecho ya Slimani en 2016. Iglesias, autora de El granado de Lesbos (Galaxia Gutenberg, 2019), un volumen en el que narra sus viajes a la isla griega y el periplo de los migrantes para llegar hasta ella, participa así en la sección Envidia literaria, en la que escritores y periodistas cuentan qué obra querrían que llevara su nombre. 

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