A las aguas termales de Alhama de Aragón en 'la Zambomba', un placer de los dioses en verano

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Carmen Ariza

Nací en diciembre de 1951, en una familia numerosa, ocho hermanos: seis chicas y dos chicos. Yo soy la quinta y ya sabéis lo que se dice: "No hay quinto malo". Estar en medio supone que te "dan" los de arriba y los de abajo. Como era un poco llorona, mis hermanos me llamaban "patito cuacua" por mi tono de voz. 

Cuando llegaba el verano mi padre y mi madre nos montaban a todos en un precioso once ligero o en una furgonetilla que llamábamos la Zambomba y tirábamos hacia Alhama de Aragón, lugar de nacimiento de mi padre y donde tenemos nuestras raíces.

Antes de empezar el viaje mi madre había llenado una enorme tartera, que había hecho mi padre de aluminio, de una primera capa de pimientos verdes fritos, otra de filetes empanados y la última de tortillas de patatas. Para tan suculenta merienda parábamos en una fuente, donde nace el rio Jalón, y allí nos lo zampábamos.

Después de llenar la barriga, y mientras mi padre se echaba una siestecita, los ocho hermanos, sobre todo los mas pequeños, corríamos como locos por aquellos campos donde se había producido una batalla durante la Guerra Civil y donde los italianos recibieron lo suyo por parte del ejército republicano. Allí recogíamos cosas de la batalla: botas, botones y muchas cosas más que mi padre nos hacia dejar allí.

En fin, llegar a Alhama de Aragón y bañarnos en el lago de aguas termales era un placer de dioses.

Nací en diciembre de 1951, en una familia numerosa, ocho hermanos: seis chicas y dos chicos. Yo soy la quinta y ya sabéis lo que se dice: "No hay quinto malo". Estar en medio supone que te "dan" los de arriba y los de abajo. Como era un poco llorona, mis hermanos me llamaban "patito cuacua" por mi tono de voz. 

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