El humorista estadounidense Gary Larson dijo una vez que, aunque no hubiera conocido el infierno, siempre pensaría que "está lleno de gente que es cruel con los animales". De igual manera, Gandhi explicó que “un país, una civilización, se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales". Para que nos conozcas un poquito más, te descubrimos quiénes son las verdaderas reinas y reyes de nuestra casa. Para cerrar la serie Como el perro y el gato, cada periodista nos ha escrito unas líneas sobre su mascota:
Jesús Maraña y Bruce
"Para hablar de Bruce tengo que mencionar antes a Mus, un labrador Golden Retriever que compartió 16 años de mi vida y casi tantos de la de Geni (que hasta conocerlo había sentido pánico a los perros). Fue tan duro el adiós que me prometí no volver a tener perro hasta que yo fuera tan viejo como él llegó a ser (¿más de cien años, según los cálculos de vida humana de un can? No me veo).
La promesa quedó rota hace siete años, cuando nuestra hija Sara cumplió 16 y me miró con una rabia inolvidable porque le regalé un enorme perro de peluche (en un intento absurdo de que volviera a aceptar mi resistencia a uno de verdad). Ese mismo día, por la tarde, entró Bruce en la familia. Es un westy con pasaporte esloveno y un carácter pelín macarra que al parecer viene en los genes de su raza. En pocos días se ganó incluso a Jimena, nuestra otra hija, a quien cualquier can le daba verdadero pánico (también debe de estar en los genes) y hoy le achucha como si fuera aquel peluche que sigue ocupando un rincón en la habitación de su hermana.
Bruce ladra a un volumen insoportable ante cualquier perro más grande que él, y se esconde detrás de mí en cuanto el otro se cabrea. Serán los genes, a los que adjudicamos también su costumbre de aullar como un pequeño lobo cuando escucha a lo lejos o en la tele una sirena de la Policía. Un adorable cobarde".
Ángel Munárriz y Jara
"Esta es Jara. La adoptamos hace dos años, por empeño de mi hija y a pesar de mi oposición inicial. En casa la gata es fuente diaria de buen rollo, humor absurdo y arranques imprevisibles. Te la puedes encontrar tirada, con aire resacoso, en cualquier momento y lugar. Además, es un medidor de la tensión doméstica: si hay demasiada, se estresa y nos deja un regalito líquido en el sofá. Así que Jara obliga a la calma, buena cosa. También obliga a la paciencia: si quieres tenerla a tu lado, tienes que esperar a que venga; si vas a por ella, se pira. Tratamos de evitar que se escape de casa teniendo mucho cuidado con puertas y ventanas, lo que suele llevar a comparaciones entre nuestro régimen doméstico y el de Nicole Kidman en Los otros. A pesar de todo, cada dos o tres días me da un susto. La jodía no aparece por la casa y yo siempre doy por hecho que ha huido y no la volveremos a ver. Cuando ya empiezo a preparar la forma de dar la triste noticia, entra con paso tranquilo en el salón. No tengo ni idea de dónde ha estado, seguramente enroscada sobre la ropa sucia. Alguna vez aprovecha un resquicio y se escapa de verdad, aunque como muy lejos llega a la casa de al lado. Para recuperarla tengo que saltar al porche de los vecinos, por lo que en un par de años acumulo en torno a una decena de allanamientos de morada".
Lara Carrasco y Janis
"Cuando le pusimos el nombre con apenas un mes, no sabíamos lo acertado que sería. Su ladrido, tan potente y persistente, me recuerda, siempre lo digo, al inconfundible grito de Janis Joplin al comienzo de Cry baby. Mi “enana” es una perrita mestiza mezcla de pastor alemán (a los que odia, por cierto) y, creemos, labrador. Con ocho años y 33kg, todavía se comporta como cuando la adoptamos, que apenas sabía andar. No te sientes en el suelo, se subirá encima de ti. Y no te separes de ella, te va a perseguir hasta conseguir cualquier tipo de contacto físico contigo. Y eso que en mi casa apenas cabemos.
Sin saberlo, Janis ha sido la perfecta compañera de Jagger y sucesora de Lennon, mi primer perro y la confirmación de no puedo vivir sin el amor de un peludo. Aunque coma las cosas más insospechadas por la calle, aunque no soporte a la gente con sombrero, aunque las bicicletas sean su enemigo número dos (el primero son los pastores alemanes, ya lo he dicho), aunque rebozarse en charcos sucios sea su pasaporte favorito y aunque robe comida a hurtadillas de la mesa del comedor… Janis es pura alegría, cariño y lealtad. Y que no me falte".
Alba Precedo y Leia
"Aunque por su nombre podríamos pensar que es una princesa, Leia, en realidad, es la reina, ama y señora de nuestra casa —o quizás debería decir, su casa—. En realidad, Leia no se llamaba Leia cuando la conocí: en la asociación que la rescató de la calle le habían puesto Uber de nombre. Pero de aquella pequeña y asustada Uber que entró en mi vida en septiembre de 2022 ya queda poco. Casi un año después, Leia está totalmente aclimatada a su nuevo hogar, con sus gustos, como dormir en el lavamanos antes que en su cama; y con sus rutinas, como acostarse encima de mis piernas para ver la televisión por las noches.
Leia, además, tiene otras facetas. Es una gata viajera, eso sí un poco estresada: le gusta salir a grito pelado de casa aunque después no dice ni mu en las cuatro horas de trayecto de tren y conquista desde su mochila a grandes y pequeños. También es una gata espía: le encanta vigilar a mis vecinos o, en su defecto, al perro de mis padres, Gabi, cuando vamos a Galicia —más allá de eso, se ignoran mutuamente, quitando pequeños incidentes—.
Y es una gata periodista: los findes, cuando trabajo desde casa, le encanta acostarse detrás del portátil —excepto en las olas de calor, que busca zonas más frescas— y supervisar de primera mano los teletipos que subimos y la newsletter que preparamos. De vez en cuando, le gusta aportar su granito de arena a infoLibre paseándose por encima del teclado o maullando de fondo durante algún mitin o comparecencia de Sánchez o Feijóo para avisarme que lo que están diciendo es importante, o quizás para reclamar mi atención o comida… nunca lo sabremos".
Laura Prieto y Zeus, Nilo y Missi
"En mi casa siempre ha habido bichos: primero fueron peces (yo pensaba que siempre era el mismo, por lo que todos se llamaron Elvis), luego un par de conejos... hasta que mi madre trajo a Ron, un chuchín de madre Yorkshire, al que le gustaba dormir, ladrar y colarse en casa de mi vecino del bajo A. Más tarde llegó Zeus, que es un pomerania gigante de 9 nueve kilos. Lo que más le gusta es ir de bares. Se los conoce todos y, en cuanto sabe que hay una terraza cerca, empieza a andar a dos patas. En realidad, eso dice más de mi madre y de mí, que de él. Otra de sus pasiones en jugar con sordito, el perro de mi tía, con el que compartía cubículo antes de venirse con nosotros a casa. Es un perro cariñoso, inocente y dormilón, que necesita ser siempre el centro de atención.
Desde hace un tiempo, Zeus comparte casa con dos gatos: Missi y Nilo. Missi decidió vivir con nosotros hará ya cuatro años, después de una vida de furtiva por las calles de Villarta de San Juan. A pesar del perro (no le odia, pero ya sabéis...), accedió a venirse a Madrid. Ahora está mucho más gorda y acostumbrada a la vida casera, aunque, de vez en cuando, le gusta robar queso, esconderse para dar sustos o escaparse, de hecho, mi terraza parece una portería y ya vamos por la tercera red. Tiene una conexión especial con Nilo, que está completamente obsesionado con ella. Imagino que la ve como a su madre o su hermana, porque están juntos desde que él era un bebé. Ahora tiene casi tres años y todavía es un bebé.
Nilo es más asustadizo y esquivo, menos por las mañanas, cuando voy con prisas y no le puedo hacer caso. Esto es un gran problema para él, porque es demasiado "blandito" y suave, como para resistirse a tenerle en brazos. Su vida consiste en comer, lloriquear, ser achuchado por alguien y tratar de escapar de esa persona. Le encanta jugar con pelotitas de papel (se las tiras y las trae como un perro) y, solo en contadas ocasiones, nos hace el favor de tumbarse entre cuello y hombre, para recordarnos el bebé mimoso de menos de un kilo que fue hace "dos días"".
Sabela Rodríguez Álvarez y Grolo
"A finales de 2021, alguien dijo en alguna conversación cualquiera algo sobre darle un grolo –trago, en gallego– a un vaso de agua. En aquel momento un improvisado referéndum –no sé si legal, pero vinculante– decidió que ese sería el nombre del perro que estábamos buscando para adoptar: Grolo. El cachorro llegó en navidad, cabía en una mochila y apenas atinaba a coordinar sus largas patas. A los dos días aprendió a subirse al sofá, demostrando unas inesperadas dotes para la escalada. Entonces era más pequeño que un cojín. A veces se queda dormido sentado, mirando a la nada comienza a entrecerrar los ojos y por un momento pienso que es la reencarnación de mi abuelo. En Madrid he tenido que acostumbrarme a corregir constantemente a los curiosos: "No, no es Lolo. Es Grolo, con G". La verdad es que vengo entrenada: "Sabela, como Isabela pero sin la I de delante". Creo que no es exagerado decir que el Grolo es el más querido del barrio: hay vecinos que le saludan desde el balcón cuando vamos al parque, los camareros son sus mejores amigos y los críos que viven al lado y se pasan la vida jugando en la calle preguntan automáticamente cuando me ven pasar que dónde está el perrito. No sé quién cuida a quién, pero desde hace año y medio el sentido del verbo acompañar ha ensanchado su significado. En la rutina y los despertadores, en los horarios sin tregua, en la calma tensa de la vida de alquiler, en las alegrías, en la morriña y en las vueltas a casa. Ahí está siempre Grolo".
Álvaro Sánchez Castrillo e Isidora
"Desde hace años teníamos claro que cuando nos independizáramos cuidaríamos de un bichito. Pero lo cierto es que cuando nos dijeron que había una gatita buscando familia, dudé durante unos días. En parte, creo que lo sentía como una traición a Sony, la perrita que me acompañó hasta que no pudo más. Pero al final me animé. Y así llegó a nuestras vidas Isidora.
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Nunca antes había compartido mi día a día con una gata —quizá ese fue también otro de los elementos que me tiraban hacia atrás cuando nos ofrecieron sacar a la pequeña de la calle—. Y después de un año aún sigo sin acabar de entenderla, por más artículos que lea y documentales que vea sobre estos felinos. Lo único que me ha dejado meridianamente claro en todos estos meses es que ella es quien manda en casa. Y no hay forma humana de sacarle de ahí. Da igual que la regañes cuando lía alguna. Ella te mirará fijamente y, tras dejar entrever una sonrisa —o al menos es lo que yo percibo—, hará exactamente lo mismo pero contigo delante. “¿Tú quién eres para decirme qué puedo o no puedo hacer?”, me imagino que debe pensar.
Isidora no es una de esas gatitas que te dan cabezazos buscando caricias. Mimos, los justos. Pero eso no quita que siempre quiera estar a tu lado. Da igual que vayas al baño, a la cocina o estés trabajando frente al ordenador. Ella estará ahí, contigo, intentando asustarte con su patita mientras comes o paseándose por el teclado y jugando con el ratón del aparato. Aún no ha ocurrido, pero no descarto que llegue un día en el que se siente a mi lado para reprocharme algún titular.
Aunque comparte nombre con Isidoro, el gato de aquellos dibujos noventeros, ella se parece mucho más a Garfield. Si pudiera, se pasaría el día comiendo y durmiendo. Y a ratitos, te buscaría para jugar un poco. Le encanta correr detrás de su pequeño palo. Pero, sobre todo, está obsesionada con las cajas y las bolsas. Así que si vuelves cargado de la compra, ella será la primera en inspeccionar todos los productos que hayas adquirido".
El humorista estadounidense Gary Larson dijo una vez que, aunque no hubiera conocido el infierno, siempre pensaría que "está lleno de gente que es cruel con los animales". De igual manera, Gandhi explicó que “un país, una civilización, se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales". Para que nos conozcas un poquito más, te descubrimos quiénes son las verdaderas reinas y reyes de nuestra casa. Para cerrar la serie Como el perro y el gato, cada periodista nos ha escrito unas líneas sobre su mascota: