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El que pueda hacer, que haga

En el año ochenta y uno antes de Cristo ya sabían que el culpable de un crimen suele ser quien se beneficia de él: cui bono, la expresión latina que expresa esa idea apareció en la obra En defensa de Roscio Amerino y su autor es Marco Tulio Cicerón, un político, filósofo y escritor que también nos recuerda que “la ciencia que se aparte de la justicia, más que ciencia debe llamarse astucia.” Siguiendo su estela, nos podemos preguntar quién sale ganando con el escándalo Aldama. La respuesta no ofrece duda: el Partido Popular, siempre en busca y captura de arietes contra el Gobierno.

Hay quien dice que no se puede sacar ninguna conclusión de los evidentes vínculos del empresario Víctor de Aldama con diferentes personajes del entorno del Partido Popular. Él se presentó a sí mismo como todo lo contrario en la declaración voluntaria en la que fue a tirar de no se sabe qué manta; como sobornador del Gobierno casi entero, incluido el presidente; como espía para las unidades de élite de la Guardia Civil –y en ese extremo hay que señalar que, efectivamente, fue condecorado por esa institución y que las conversaciones intervenidas entre el oficial que le puso la medalla y un agente con el que habla de su relación con Aldama resultan altamente sospechosas–; agente encubierto, o algo por el estilo, del MI6 y la CIA y algo así como embajador honorífico y bajo cuerda de España en ciertos países de Latinoamérica y, en especial, con Venezuela, declarándose implicado en la famosa visita de la vicepresidenta Delcy Rodríguez. Quedan pocas dudas, eso sí, de su relación con el ex ministro Ábalos y con su ya tristemente famoso asesor Koldo.

Pero el caso es que Víctor de Aldama ha sido excarcelado tras sus acusaciones sin pruebas contra el Gobierno, y eso genera demasiadas preguntas por ahora sin respuesta. ¿Las va a aportar? ¿Por qué no lo ha hecho? ¿Su prueba es una foto casual con Sánchez en una puerta, no en una reunión, como él afirma?  Feijóo sostiene que una imagen así es suficiente razón para que el presidente dimita, cuando a él lo persiguen las suyas con un narcotraficante. Pero volvamos a las preguntas. ¿No ve riesgo el tribunal de que pueda destruir pruebas que lo incriminen? ¿Por qué lo sueltan tras declarar en el juzgado nº2 de la Audiencia Nacional por el 'caso mascarillas' cuando no está en prisión por eso, sino por un fraude fiscal de hidrocarburos de ni más ni menos que ciento ochenta millones de euros? ¿Por qué, en todo caso, no se le pide una fianza ni se le aplican otras medidas cautelares más estrictas? El vínculo entre los dos casos, que además llevan dos jueces distintos, es que tienen el mismo fiscal, Luis Pastor. Y aquí empiezan las coincidencias equívocas.

El caso es que Víctor de Aldama ha sido excarcelado tras sus acusaciones sin pruebas contra el Gobierno, y eso genera demasiadas preguntas por ahora sin respuesta. ¿Las va a aportar? ¿Por qué no lo ha hecho?

Porque resulta que Luis Pastor fue asesor de dos gobiernos del PP, con José María Aznar en La Moncloa y porque su abogado, José Antonio Choclán, no sólo es ya un clásico en la defensa de altos cargos de la formación de la calle Génova implicados en casos de corrupción y de algunos cabecillas de la Gürtel, desde Francisco Correa al ex presidente de Murcia, Pedro Antonio Sánchez, pasando por Rita Barberá, sino que en el pasado fue magistrado de la Audiencia Nacional en la Sala de lo Penal y letrado del CGPJ, antes de solicitar una excedencia y ser parte de la acusación contra Baltasar Garzón por las escuchas del caso Gürtel que terminaron con su inhabilitación. Una sentencia, por cierto, que el Comité de Derechos Humanos de la ONU consideró arbitraria y dictaminó que vulneraba su presunción de inocencia. Los mismos que sacan conclusiones concluyentes sobre vínculos cogidos con alfileres se escandalizan de que estas llamémoslas "casualidades" nos hagan sumar dos y dos y arriesgarnos a decir que el resultado es cuatro. 

Ya lo dijo el propio Aznar en su doctrina de acoso y derribo al Gobierno de coalición: el que pueda hacer, que haga. Se entiende que lo que sea, a cualquier precio y sin miramientos, tal y como repitió Tellado: hay que echar a Sánchez, por todos los medios. Imagino, o más bien me temo, que no se refería sólo a los de comunicación.

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