Aciertos y errores de los líderes políticos en 2020

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Hace justamente un año, el 22 de diciembre pasado, la actividad política en España se centraba en las negociaciones para poder investir a Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. Tras el acuerdo con Unidas Podemos para poner en marcha la coalición, faltaba alcanzar los apoyos necesarios para conseguirlo. Los principales líderes políticos obtenían unos índices de popularidad bastante bajos. El descontento generalizado de los españoles con una clase política que había llevado al país a una etapa continuada de parálisis e inestabilidad era una indiscutible realidad.

Pese a todas las dificultades y obstáculos en el camino, Pedro Sánchez fue investido finalmente el 7 de enero de este año como presidente del primer Gobierno de coalición desde la instauración de la democracia en España. Nadie podía entonces prever el año que nos esperaba. Doce meses después puede ser momento de hacer balance de cómo han conseguido los diferentes líderes de cada formación gestionar un período especialmente convulso y complejo. El vértigo informativo y el seguimiento ininterrumpido de la comunicación política dificulta en ocasiones poder evaluar con perspectiva la labor desempeñada.

Pedro Sánchez

Su valoración ha crecido según el CIS (4,0 a 4,3). Hace un año, el líder socialista se encontraba condicionado por dos hechos. Por un lado, había fracasado su intento de conseguir una amplia mayoría electoral que le permitiera gobernar sin Unidas Podemos. Por contra, había reafirmado su posición como único candidato a la presidencia del Gobierno en España. Había devuelto al PSOE una fuerza electoral muy superior al resto. El primer partido de la oposición era el PP estaba a 8 puntos de distancia. Su rival en la izquierda, UP, a 16. Esta coyuntura agridulce de no haber conseguido su principal objetivo electoral pero, a la vez, haber reforzado su posición prevalente sobre sus rivales abría un período de expectativa ante el año que se avecinaba.

Para David Redolí, sociólogo y expresidente de la ACOP, “ha sido el año de su consolidación absoluta como presidente. Desde el punto de vista de la comunicación porque la pandemia le ha obligado a estar muy presente en los medios. Y también por sacar adelante tres proyectos importantísimos: la Ley Celaá, los PGE y la Ley de eutanasia”. Según Joan Navarro, vicepresidente de Llorente y Cuenca,“este Pedro Sánchez es un Pedro Sánchez muchísimo más maduro que el del año pasado. Es una figura con aplomo institucional, algo que, a veces, se echaba de menos en meses anteriores”.

El año ha sido tremendo en términos políticos. Con una oposición que salió dispuesta a tumbar la legislatura en el menor tiempo posible, Sánchez tuvo que enfrentarse a las pocas semanas de ser investido a una emergencia sanitaria inesperada y que costó un tiempo dimensionar en su intensidad y perdurabilidad. El balance de Carlos Barrera, profesor de la Universidad de Navarra, es que “ha salido indemne de la gestión de la pandemia en el corto plazo y se ha consolidado porque la coalición ha funcionado y tiene visos de seguir funcionando”.

Pablo Casado 

El líder popular también aparece hoy mejor valorado que hace doce meses (3,3 a 3,6). Las elecciones del 10 de noviembre le aportaron dos datos contradictorios. Albert Rivera, que le desafió por el liderazgo de la derecha, fue aniquilado en las urnas de forma cruel. Sin embargo, surgió con fuerza la figura de Santiago Abascal desde la extrema derecha. El PP consiguió apenas 5 millones de votos y Vox se fue por encima de los 3,6 millones. Estaba claro que a Pablo Casado le esperaba un duro combate como líder de la oposición frente a Pedro Sánchez y, dentro de su propio territorio ideológico, frente a la emergente amenaza que suponía desde ese momento Santiago Abascal.

Para Carlos Barrera, “su mayor mérito ha sido haber conseguido desligarse al final de Vox tras la moción de censura fallida de Abascal. Ahora aparece como la única alternativa real y viable en la presidencia del Gobierno. No hay otro en el horizonte”. Joan Navarro aporta un doble balance: “Enfocar bien la moción de censura que Vox le dio la posición que estaba buscando de jefe de la oposición, pero es un jefe de la oposición con un perfil extraño: muy bronco, que no aprovecha su posición para ganar aplomo y que sigue requiriendo de un exceso de teatralización, que genera dudas sobre su papel. Le falta encontrar el punto para que todo el mundo le vea como el próximo presidente. Está todavía lejos”.

Parece claro que el principal problema que le afecta es el de tener que librar dos duras batallas distintas en dos frentes muy lejanos el uno del otro. Necesita ineludiblemente intentar conquistar el centro moderado y, a la vez, convencer a los votantes de la extrema derecha de la inutilidad práctica de su posición. Casado, según David Redolí, está desnortado. Ha estado yendo y viniendo desde el verano: de ser un líder de una derecha radical durísima a hacer un ataque brutal a Abascal durante la moción de censura. Y unas semanas después de esa presunta vuelta al centro, volver a ser radical con las medidas de la pandemia y los presupuestos”.

Santiago Abascal 

Aunque su valoración como líder parece estancada o incluso a la baja (2,6 a 2,5), todos los estudios coinciden en colocar a Vox como tercera fuerza política consolidada en el entorno de sus resultados en las últimas elecciones. Su protagonismo en el debate público es indiscutible. La formación de ultraderecha ha conseguido dominar el discurso de oposición al Gobierno y en multitud de ocasiones ha arrastrado al PP a su territorio. La moción de censura no fue el escenario ideal para sus objetivos, gracias al giro sorpresa mostrado por Casado. Sin embargo, en Génova contemplan con auténtico pavor la posibilidad de que Vox pudiera superar al PP en las elecciones catalanas de febrero.

Según Joan Navarro, “Abascal está muy seriamente tocado porque hizo el ridículo en la moción de censura de forma ostentosa. Ha pasado de ser un personaje público a una caricatura. No es líder creíble y esto es muy grave para Vox porque es un partido con un punto totalitario, cuya promesa de valor es seguir al líder fuerte. Un líder que hoy por hoy no existe”. En la misma línea, Carlos Barrera cree que “Abascal pinchó en hueso con la moción de censura, quizá más de lo que él pensaba, pero al mismo tiempo lo que ellos llaman ‘los radicalismos del Gobierno socialcomunista’ le siguen dando oxígeno como líder”.

Parece consecuente que buena parte de la suerte que corra Vox en esta legislatura va a estar condicionada por el clima político que reine. El aumento de la polarización de la confrontación le beneficiaría siempre. Un apaciguamiento del debate público, hasta ahora absolutamente improbable, le podría arrinconar e impedir su crecimiento. David Redolí observa cómo Abascal “se ha hecho con el control del rincón de la esquina que quería ocupar que es la ultraderecha, por lo que su objetivo se ha cumplido. Está ahí, representando valores ultraconservadores y rechazando todo cambio en los derechos sociales y civiles”.

Pablo Iglesias

El líder de Unidas Podemos se mantiene como el peor valorado después de Abascal. La explicación está en la bajísima calificación que le otorgan los votantes de la España conservadora. Iglesias se ha convertido en el centro de la diana de la oposición. Consideran que su presencia en el Gobierno visualiza a la perfección su discurso de la supuesta deriva radical y extremista hacia postulados comunistas del actual Ejecutivo. Curiosamente, Sánchez es más criticado de forma habitual por las acciones y declaraciones de su vicepresidente que por las suyas propias. En los últimos meses, Iglesias y UP han decidido asumir un papel más activo para diferenciarse del PSOE y han promovido numerosas polémicas dentro del propio Gobierno con la idea de reforzar su propio territorio electoral.

En esta línea, Joan Navarro observa cómo “su evolución es curiosa. En un primer momento, intentó ser un vicepresidente muy institucional y después del verano volvió a ser otra vez el hacedor de las cosas más extrañas del Gobierno. Hoy ha recuperado una cierta figura de activista. Se le ve más como líder de Podemos que como vicepresidente”. Carlos Barrera considera, por su parte, que “al entrar en el Gobierno ha ganado protagonismo público buscando conscientemente y de forma estratégica aparecer como el gran conseguidor de las causas sociales y negociaciones con otros partidos”.

Unidas Podemos se encuentra de forma notoria en pleno proceso de redefinición de su comunicación política tras los primeros meses de apoyo firme y constante a Pedro Sánchez. El gran interrogante surge ante la dificultad de medir los posibles escenarios en los que pueda derivar esta divergencia contenida que Iglesias y los suyos muestran de forma cada vez más intensa respecto a los socialistas. Tras la aprobación de los Presupuestos, entraremos en otra etapa. Hasta ahora, como señala David Redolí, “Iglesias ha sido un líder que genera mucho ruido mediático, aunque es evidente que la toma de decisiones en el Gobierno las lleva a cabo el PSOE. Entró en el Gobierno de coalición con unas expectativas muy altas que no se han cumplido”.

Inés Arrimadas

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La líder de Ciudadanos parece haber ganado en la valoración de su figura política (3,6 a 3,9). Su reto no era fácil. Albert Rivera consiguió hundir a una formación política que llegó a aspirar incluso a convertirse en la primera fuerza política del país. Su desmedida ambición, a la vista de los resultados obtenidos, le llevó a abandonar el centro político para buscar la coexistencia e, incluso, encabezar el Trío de Colón. Arrimadas parece vivir condicionada por una indefinición de su proyecto como partido. En los últimos meses parecen haber cortado la tendencia a la baja que se acentuó tras el desastre del 10 de noviembre.

Joan Navarro considera que “Arrimadas no está consolidada como líder de Ciudadanos porque todavía no ha superado la crisis de sucesión de Albert Rivera. Le falta coger la dirección del partido, pero sí ha sido capaz de entender que si quiere tener un espacio mediático propio no podía seguir siendo la muleta del PP”. Carlos Barrera mantiene que “no ha acabado de encontrar su sitio. Ha elegido una estrategia arriesgada basada en ser útil al país, pero la percepción pública es que ha sido utilizada por el Gobierno como moneda de cambio en las negociaciones. Sigue teniendo un serio peligro de irrelevancia, a pesar de haber estado en la palestra durante la crisis del coronavirus”.

La presidenta del partido naranja tiene ante sí unos meses decisivos. Las inmediatas elecciones en Cataluña van a significar un primer examen. Después todo quedará abierto y de nuevo, como historia interminable reaparecerá el debate sobre si debe limitarse a seguir la estela del PP o si puede convertirse en un apoyo para Pedro Sánchez en caso de que vuelva a tener dificultades en su complicado apoyo parlamentario. Esa es la dirección que apunta David Redolí, al concluir que Ia líder de Ciudadanos “ha sido bastante exitosa haciendo un reposicionamiento del partido y se está notando. Quiere que Ciudadanos vuelva a ser ese partido liberal que falta en España y que actúe de bisagra entre PSOE y PP”.

Hace justamente un año, el 22 de diciembre pasado, la actividad política en España se centraba en las negociaciones para poder investir a Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. Tras el acuerdo con Unidas Podemos para poner en marcha la coalición, faltaba alcanzar los apoyos necesarios para conseguirlo. Los principales líderes políticos obtenían unos índices de popularidad bastante bajos. El descontento generalizado de los españoles con una clase política que había llevado al país a una etapa continuada de parálisis e inestabilidad era una indiscutible realidad.

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