LA PORTADA DE MAÑANA
Ver
Ferraz da por amortizado a Lobato y mira ya a Óscar López para sucederle en enero

‘Poquita fe’, de aburrimiento también se ríe

3

Poquita fe, recién estrenada en Movistar +, recorre la vida de una pareja durante doce meses en doce episodios de quince minutos. Raúl Cimas y Esperanza Pedreño dan vida a José Ramón y Berta, guarda de seguridad y profesora de guardería, que llevan su vida en pareja en modo piloto automático. Cero emociones.

Siguiendo el estilo narrativo que popularizo en televisión The office, la serie se cuenta como un falso documental. Como en la producción británica y después en su versión americana, no se da explicación de por qué se hace así.

Falso documental en comedia televisiva

El formato se ha repetido en múltiples comedias como Modern Family, Lo que hacemos en las sombras o Paquita Salas, por citar un ejemplo español. Se trata de un estupendo vehículo para la comedia.

El chiste se hace solo cuando se presenta una situación en la que vemos como se comportan los personajes y acto seguido los encontramos mirando a cámara y contando lo que pensaron cuando sucedía la escena. Este contraste cómico saca a la luz la torpeza de los protagonistas y la diferencia entre lo que se quería decir y lo que ha terminado ocurriendo.

Dos tipos tranquilos

En Poquita fe se va presentando poco a poco a la pareja protagonista. Dos tipos tranquilos, conformistas, dos buenas personas con falta de sangre en las venas. El personaje de Raúl Cimas representa el estereotipo del hombre fácil de contentar. Una cerveza y que le dejen en paz le basta para ser feliz.

El de Esperanza Pedreño comienza a sentir la punzada de la insatisfacción y gracias a ella se va generando el pequeño conflicto que anima la temporada. Una amiga que parece vivir la vida a lo grande y unos padres para quienes siempre será una segundona la llevan a anhelar algo más.

Humor a fuego bajo

Los creadores de la serie, Pepón Montero y Juan Madiagán, explican, por ejemplo en su entrevista a Nocheamericana, que buscaban el conflicto mínimo, como un fuego bajo, únicamente lo imprescindible para activar la acción.

A cambio de la ausencia de trama, el objetivo de la serie invita a pararse y mirar a través de un microscopio sensaciones a las que no solemos prestar atención. Una leve molestia, un pequeño desaire, una incongruencia entre lo que alguien conocido dice y lo que hace. Y cómo los estados de ánimo de la gente que nos rodea pueden afectarnos en nuestro día a día. El falso documental ofrece la posibilidad a la serie de centrarse en estas micro reacciones.

Cosas que pueden pasar a cualquiera

También se abre un espacio a pequeñas escenas, unas más realistas y otras más locas, en las vidas de los personajes. Ver en Google Maps que tu madre cruza la calle fuera del paso de cebra y temer su muerte, que una compañera de trabajo comience a saludar con dos besos obligando a cambiar las relaciones de todos los colegas o que te empiece a gustar la decoración tailandesa como metáfora de las ganas de vivir una aventura son algunas de las posibilidades que explora la serie.

También se trata con acierto el trato desigual de algunos padres a sus diferentes hijos o la dificultad de ser guay e incluso de parecerlo. O cómo el apego se puede imponer como sucedáneo de unas relaciones de cariño bien cuidadas.

Raúl Cimas y Esperanza Pedreño

La serie está llena de pequeños hallazgos y cuenta con un reparto que funciona. Raúl Cimas es un cómico que entusiasma a sus colegas de profesión. Tiene la presencia, la voz y un ritmo naturalmente graciosos.

Esperanza Pedreño es una notable actriz de teatro que se hizo popular por su personaje en Camera Café. Marta Fernández Novo, otra cómica nata, destaca entre un puñado de secundarios en el que todos ellos resuelven con acierto.

Si The office creó el molde para esta comedia española, hay elementos que se han clavado, especialmente el relato del aburrimiento y otros han quedado por debajo de lo que lo podían haber hecho.

Demasiada monotonía

Un lastre que impide a la serie llegar a un lugar más elevado es una apuesta por la monotonía tan constante que rebaja las sorpresas y el humor. Se produce en parte en el guion y se acentúa en la dirección de Montero.

Esperanza Pedreño utiliza un único registro en todas sus secuencias. En una serie coral como fue Camera Café este recurso resultaba eficaz porque quienes contrastaban eran los diferentes personajes entre sí. Pero en Poquita fe el efecto es tan prolongado que se hace algo pobre y pide desarrollar alguna otra posibilidad expresiva para la actriz.

‘Somewhere boy’, ¿un monstruo o un padre equivocado?

Ver más

Mínimo no tiene porqué significar monótono, y por momentos las relaciones entre los personajes y sus formas de hablar a quien les entrevista –figuradamente– resultan demasiado parecidas entre sí.

Otras formas de contar el aburrimiento

El brillantísimo sketch de Pantomima Full que contó con la colaboración de Carmen Romero, Conformista, exploraba una pareja sin ilusión con diferentes enfoques y una enorme densidad de ideas.

Poquita fe es divertida, recomendable, y ha creado unos personajes, un enfoque y un estilo con numerosos puntos fuertes, pero si renueva por una segunda temporada tiene aún espacio para crecer tanto en comedia como en apretar el pellizco que da su argumento al desasosiego y al retrato de vivir con falta de expectativas.

Poquita fe, recién estrenada en Movistar +, recorre la vida de una pareja durante doce meses en doce episodios de quince minutos. Raúl Cimas y Esperanza Pedreño dan vida a José Ramón y Berta, guarda de seguridad y profesora de guardería, que llevan su vida en pareja en modo piloto automático. Cero emociones.

Más sobre este tema
>