En Hacia rutas salvajes, una película de Sean Penn basada en hechos reales, Christopher Johnson McCandless, un joven americano desencantado con la sociedad que le rodea, rompe sus carnets y tarjetas de crédito, dona sus ahorros a una ONG y lo deja todo para encontrarse a sí mismo y convertirse en un trotamundos. Bernat López, barcelonés de veintiocho años, comparte con McCandless el espíritu aventurero, pero también la vehemencia y el atrevimiento de quien no se queda con los brazos cruzados cuando algo a su alrededor no le gusta. Estos días, recorre España encima de su bicicleta con el único objetivo de recaudar alimentos en cada ciudad por la que pasa y ayudar a aquellos a los que la crisis del covid-19 ha dejado sumidos en la situación más vulnerable.
Como a muchos otros jóvenes, a este periodista amante de la fotografía y el boxeo le hicieron un ERTE en la empresa de alquiler de coches en la que trabajaba, así que, con tanto tiempo libre, durante los largos meses de confinamiento empezó a darle vueltas a la cabeza. “Veía que nuestra clase política no construía y no dejaba a un lado los intereses partidistas, así que eso me llevó a preguntarme que qué podía hacer yo para intentar ayudar a las personas que estaban sufriendo problemas económicos por culpa de la pandemia”. Bernat creía que era el momento de “entregar el hacha de guerra de la política” y “entonar el todos a una”, y para ello creó Uno más uno, una iniciativa solidaria que “es una reacción instintiva de un ciudadano común ante el vuelco que ha dado el mundo en los últimos meses”. El empujón final que le hizo salir de su zona de confort y lanzarse a sacar adelante el proyecto fue el fallecimiento de Pau Donés, el pasado 9 de junio: “Era una persona a la que admiraba y me gustaba mucho ese discurso que tenía de ‘la vida es una y es ahora’. Ese día, decidí que lo iba a intentar”.
Ver másBlanca, primera mujer con Síndrome de Down que finaliza un grado universitario: “Me gustaría ser diputada”
Desde entonces, recorre entre 50-85 kilómetros diarios en bicicleta, que desde pequeño ha sido su deporte favorito. En las horas centrales de día, con el calor, a veces, irrespirable del verano, el ejercicio físico se hace más cuesta arriba: “Cuando me viene el bajón me pongo música cañera y pienso que lo estoy haciendo por gente que lo necesita”. Sin embargo, eso no es lo que más esfuerzo y energía le consume sino gestionar el calendario, el correo electrónico y las donaciones: “Vas pedaleando y pensando que tienes que llegar a esta ciudad a esta hora, tienes que ir una reunión, tienes una recogida… Hay que tener todo muy cuadrado en la cabeza”. Mientras, su padre Antonio le acompaña en una pequeña furgoneta que han acondicionado con un par de colchones que montan y desmontan cada noche y un depósito de agua que sirve como ducha. Es todo un asistente personal y espera a su hijo en puntos estratégicos del camino con agua y bebidas frías: “En el momento en el que Bernat vino y me lo propuso, lo primero que le dije es: ‘¿Cuándo nos vamos?’”, recuerda Antonio con orgullo.
Padre e hijo, en la furgoneta y en la bici, llegaban ayer a Santander. La Cantabria más verde les recibió con lluvia. Salieron de Barcelona el 16 de julio y llevan tres semanas de un viaje que durará hasta octubre. En total van a recorrer 5.000 kilómetros y recaudar unos 5.000 kilos de alimentos, uno por cada kilómetro. En cada ciudad a la que van, gracias a la difusión de la prensa local, se instalan en una calle o plaza concurrida para que todo aquel que quiera pueda hacer una donación, aunque también se puede ingresar dinero a través de la página web de la iniciativa. Una vez tienen todo, cargan el arroz, la pasta, los garbanzos o los zumos en la furgoneta y lo llevan al Banco de Alimentos, una entidad con la que Bernat siempre tuvo claro que quería colaborar: “Tengo amigos que trabajan en el de Barcelona y me decían que desde que empezó la pandemia habían multiplicado la demanda. Además allí la mayoría de los voluntarios son personas mayores, así que también es una forma de agradecerles la labor que están haciendo”.
Sol, lluvia, viento y el sonido de los pájaros y de los grillos. Bernat duerme cada noche bajo las estrellas y pedalea por los lugares más recónditos de la España vaciada. La calma de la naturaleza es su única compañía en esta aventura. También era la de McCandless, quien, en una escena de la película, justo antes coger su mochila del suelo y seguir con su viaje por la Alaska más agreste, dice: “Si quieres algo en la vida, solo tienes que alcanzarlo y agarrarlo con fuerza”. Eso precisamente es lo que ha hecho Bernat: perseguir un sueño y regalar su tiempo y esfuerzo a los demás. Todo para intentar luchar contra el hambre tan feroz que deja a su paso la pandemia.
En Hacia rutas salvajes, una película de Sean Penn basada en hechos reales, Christopher Johnson McCandless, un joven americano desencantado con la sociedad que le rodea, rompe sus carnets y tarjetas de crédito, dona sus ahorros a una ONG y lo deja todo para encontrarse a sí mismo y convertirse en un trotamundos. Bernat López, barcelonés de veintiocho años, comparte con McCandless el espíritu aventurero, pero también la vehemencia y el atrevimiento de quien no se queda con los brazos cruzados cuando algo a su alrededor no le gusta. Estos días, recorre España encima de su bicicleta con el único objetivo de recaudar alimentos en cada ciudad por la que pasa y ayudar a aquellos a los que la crisis del covid-19 ha dejado sumidos en la situación más vulnerable.