La conservación de la vida submarina es el objetivo número catorce de la Agenda 2030 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Más de tres mil millones de personas en todo el mundo sustentan su actividad económica en la biodiversidad marina y costera. El valor de mercado de todos los recursos que provienen de ella —y de la industria que los aprovecha— es de tres billones de dólares por año, un 5% del PIB mundial. Más de tres mil millones de personas basan su consumo proteico en alimentos que provienen de los océanos. La pesca marina emplea alrededor de 200 millones de personas. Son datos de la ONU. Por su parte, la FAO, el organismo especializado en alimentación y agricultura, avisa: el 34,2% de las poblaciones de peces que se han evaluado están sobreexplotadas, lo que comporta un agotamiento de muchas especies. Hoy por hoy, la pesca ya genera 50 mil millones de dólares menos al año de lo que podría generar. La salud de los océanos está en peligro y, con ella, los puestos de trabajo. Pero, ¿qué quieren decir estos datos? ¿Cuál es la urgencia para solucionar el problema? ¿Quiénes son los actores implicados? “La cadena de actuación”, asegura Laura Rodríguez, directora de Marine Stewardship Council (MSC) en España y Portugal, “va desde los organismos internacionales, hasta el propio consumidor”.
La urgencia es máxima. “Estamos en una década crucial”, asegura Laura Rodríguez en una entrevista para este medio. Y la forma de plantar cara al problema pasa, según la propia MSC —una de las organizaciones sin ánimo de lucro referencia a nivel mundial en el ámbito de la pesca sostenible— ONU o la Unión Europea (UE), por la pesca sostenible. “La podríamos definir”, explica Rodríguez, “como capturar menos peces de los que se necesitan para que se reproduzcan”. Se trata de la definición más sencilla, pero la cuestión tiene más aristas. Ese es solo uno de los objetivos que plantea la Política Pesquera Común de la UE, que fija hasta siete. Entre ellos, poner fin a la pesca masiva, proteger el ecosistema marino, preservar la seguridad de las especies que habitan en él o garantizar la viabilidad económica del sector. Y es en ese punto en el que Laura Rodríguez quiere hacer hincapié. “La pesca sostenible”, asegura, “tiene la virtud de ser tan buena para el ecosistema y la propia naturaleza, como para la productividad y el futuro del sector”.
Ese futuro pesquero es el principal argumento por el que cada vez más cofradías de pescadores a lo largo de las costas españolas están implementando criterios sostenibles en su actividad. Miren Garmendia, secretaria de la Federación de Cofradías de Pescadores de Guipúzcoa (País Vasco), lo explica así: “Es importante pescar de forma sostenible para que las próximas generaciones de pescadores puedan seguir pescando en nuestras costas”. Es tan sencillo como que si el producto se acaba, la actividad económica se acaba. Se trata de un planteamiento similar al de muchos de los pescadores de gamba roja de Palamós (Gerona, Cataluña), que, de un tiempo a esta parte, no pescan toda la gamba que podrían para no agotar las existencias y que el animal pueda reproducirse con más holgura. Volviendo a Guipúzcoa, Miren asegura que es importante seguir criterios científicos a la hora de establecer los topes de pesca. “Además”, completa, “yo, que tengo contacto directo con los pescadores, no he tenido noticias de que hayan tenido dificultades para adaptarse”.
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Más concretamente, las prácticas que, poco a poco, van ganando peso en el día a día de los profesionales de la pesca tienen que ver con el tope de cantidad de pescado o marisco que se obtiene, con la maquinaria que se utiliza —que tiende a ser cada vez menos nociva para el ecosistema marino— o con el tamaño de las mallas que se utiliza en la pesca de arrastre, que ha de velar por que los ejemplares de peces o mariscos más pequeños puedan escapar de las redes y, así, reproducirse. En cualquier caso, apunta Laura Rodríguez, “cada especie y cada población de peces tiene características distintas y con cada una hay que aplicar unas medidas diferentes para salvaguardarla”. Por su parte, Miren Garmendia señala que la mayor dificultad que presenta el problema de la insostenibilidad de la pesca es que debe solucionarse de una forma coral y que, por mucho que en una demarcación geográfica se hagan bien las cosas, la efectividad se pierde si en otra no se adoptan los criterios sostenibles.
El Mediterráneo, líder de pesca insostenible
Si en cifras totales, como se expone más arriba, el porcentaje de poblaciones de peces sobreexplotadas es de un 34,2% en todo el mundo, en el Mediterráneo y el Mar Negro, el indicador se dispara hasta el 62,5%, según datos de la FAO en su informe publicado en El estado mundial de la pesca y la agricultura publicado en 2020. “La polución, la sobrepesca o la desoxigenación del agua, que afecta a todos los mares y océanos, se agudiza en el Mediterráneo y el Mar Negro”, explica Rodríguez. Sus características sociales, geográficas e históricas convierten la del Mediterráneo en una de las plazas más difíciles, pero la directora en España y Portugal de MSC insiste en que, también en general, los objetivos de la Agenda 2030 están, todavía, muy lejos de cumplirse y que la responsabilidad, además de en instituciones, empresas y pescadores, también recae en el consumidor, “a quien se le ofrecen las herramientas necesarias para comprar pescado sostenible”.
La conservación de la vida submarina es el objetivo número catorce de la Agenda 2030 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Más de tres mil millones de personas en todo el mundo sustentan su actividad económica en la biodiversidad marina y costera. El valor de mercado de todos los recursos que provienen de ella —y de la industria que los aprovecha— es de tres billones de dólares por año, un 5% del PIB mundial. Más de tres mil millones de personas basan su consumo proteico en alimentos que provienen de los océanos. La pesca marina emplea alrededor de 200 millones de personas. Son datos de la ONU. Por su parte, la FAO, el organismo especializado en alimentación y agricultura, avisa: el 34,2% de las poblaciones de peces que se han evaluado están sobreexplotadas, lo que comporta un agotamiento de muchas especies. Hoy por hoy, la pesca ya genera 50 mil millones de dólares menos al año de lo que podría generar. La salud de los océanos está en peligro y, con ella, los puestos de trabajo. Pero, ¿qué quieren decir estos datos? ¿Cuál es la urgencia para solucionar el problema? ¿Quiénes son los actores implicados? “La cadena de actuación”, asegura Laura Rodríguez, directora de Marine Stewardship Council (MSC) en España y Portugal, “va desde los organismos internacionales, hasta el propio consumidor”.