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El postureo de los políticos para evitar a la prensa

No todo son dramas en el Congreso. Siempre hay momentos que provocan una sonrisa. El postureo de los políticos es una de las cosas más divertidas de contemplar. Sobre todo cuando se afanan por esquivar a la prensa, para evitar preguntas incómodas mientras tú les contemplas pensando que tampoco es necesario tal despliegue de interpretación. 

En el top ten del postureo de los políticos se sitúa Pegarse el móvil a la oreja y hacer que vas hablando como si fueras Gila. Casi te parece oír: “¿Es el enemigo? ¿Que si podrían parar la guerra un momento? ¿Cuántos bulos van a lanzar esta semana?, es por estar preparado”. Uno de esos monólogos que adaptado a las circunstancias sigue de plena actualidad. 

La escena habitual es la siguiente. El diputado en cuestión –porque hay que reconocer que, aunque ellas también lo practican, los señores ganan por goleada– va a entrar o salir del hemiciclo, y en el pasillo le esperan los periodistas con ganas de lograr una declaración sobre el tema del día. Responder a eso no es difícil porque por las mañanas cada partido reparte a sus cargos un argumentario para tontos, en el sentido de que está compuesto por frases sencillas tanto de entender como de entonar, que quepan en un titular o en el corte del informativo. Se supone que el objetivo de imponer a diputados o senadores las palabras que tienen que salir por su boca es que haya una sola voz, pero en realidad es para que nadie se salga del guion establecido y evitar el peligro de escuchar una opinión propia. Tener criterio no es tendencia. 

Sin embargo, vivimos una época en que cada día nos despertamos con una sorpresa, y hay tantos frentes abiertos, que igual tú quieres emponzoñar con Sánchez pero te preguntan por la casa de Ayuso. La cosa se complica entonces y, para no meterse en berenjenales, deciden que lo mejor es hacerse el sueco. Así que desenfundan el iPhone que les corresponde por ser senador o diputado y se lo pegan a la oreja. Nadie habla con el móvil tan pegado, lo cual delata que estás comunicándote con un amigo imaginario como cuando eras pequeño. Aunque los periodistas somos conscientes de que es un fake, nos cortamos de preguntar, claro. Si les sigues hasta el patio, te das cuenta de que algunos, en cuanto se sienten no observados, se guardan el móvil sin tan siquiera despedirse de su interlocutor fantasma. 

Falta creatividad en el postureo. Pero sobre todo falta chicha y conversación inteligente en los pasillos de las dos cámaras. Hacer el paripé un rato tiene guasa, todo el día es muy cansino

Otro postureo muy común es entrar y salir en grupo, rodeado de los tuyos y simulando que mantienes una conversación distendida que siempre es agradecida para las fotos. Es como cuando Felipe VI y Letizia parece que están en un momento de complicidad por cómo se les ve en la imagen, pero si has presenciado la escena sabes que la química brillaba por su ausencia. Esta modalidad solo se la pueden permitir los portavoces, los líderes y los ministros, políticos con corte propia. La versión para los diputados corrientes y molientes es ir charlando en pareja, aunque en este caso es más fácil saludarles y unirte en plan simpático al dúo para lanzar la pregunta. También los hay que han ensayado ante el espejo su peor cara y atraviesan a los informadores enfurruñados con el universo, tan agrios que dan pereza. 

Un caso distinto es el del presidente del Gobierno, que siempre va encapsulado por su equipo de seguridad. Nadie te impide preguntar pero ellos hacen como si la cuestión rebotara contra un cristal blindado. En el otro extremo están aquellos a los que ya nadie hace caso y se esfuerzan por que los medios les vuelvan a tener en cuenta. Caminan sin prisas y regalan sonrisas y saludos por doquier, cuando, en sus mejores tiempos, ni se dignaban a mirarte a la cara. 

Falta creatividad en el postureo. Pero sobre todo falta chicha y conversación inteligente en los pasillos de las dos cámaras. Hacer el paripé un rato tiene guasa, todo el día es muy cansino.

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