Tinta, la gata que apareció en un cubo de basura y de la que Sara Búho no se despega ni cuando trabaja
Sara Bueno Hormigo (Cádiz, 1991), más conocida como Sara Búho, es de esa nueva generación de poetas que encontró el espacio para darse a conocer en redes sociales. Comenzó publicando sus poemas en Instagram y, en 2016, sacó a la luz su primer libro en papel La ataraxia del corazón.
Hasta la fecha, ya ha publicado cuatro poemarios, con gran éxito en España y Latinoamérica. En ellos habla del amor, la soledad, la familia o el feminismo. Suele compartir con sus miles de seguidores pequeñas píldoras de sus obras y, entre poema y poema, también deja ver a la otra protagonista de su cuenta: su gata Tinta.
Tinta, a la que llama con todos los diminutivos que se le ocurren, es una una “gatita” tricolor con una mancha “muy divertida”, justo en el centro de la nariz. Cuenta su dueña a infoLibre que llegó a su vida hace cuatro años, aunque a veces tiene la sensación de que “siempre ha estado ahí”: “Es charlatana, maúlla para todo (maneja un registro bastante amplio de sonidos), divertida, curiosa y extra mimosa. Supongo que todas las personas que aman a los gatos dirán lo mismo de los suyos, pero siento que de verdad es una gata muy especial”.
Bueno soñaba desde la infancia con tener un gato porque conecta mucho con la forma de ser y estar felina: “con su elegancia, sus falsos aires de indiferencia, su independencia con matices. Me fascina su carácter dual y su manera de moverse”. Eso sí, para ella era fundamental encontrar el momento indicado y que las circunstancias acompañaran. Poco a poco, todo eso llegó y, después de un viaje largo por Argentina y Colombia, encontró un anuncio en el que contaban que habían encontrado una camada de crías en la basura: “Me partió el corazón. Me gusta llamarlo destino. Sólo tenía contacto con una protectora con la que habíamos colaborado antes, era sobre todo de perretes… pero llegó Tinta”.
Para la poeta, hay “algo especial” en tener una mascota, porque son parte de la familia y generan una felicidad constante. Su gata le acompaña en todo momento: cuando lava los platos, cuando está trabajando en el ordenador, comiendo, poniendo una lavadora, viendo una película… “Ella está ahí siempre, maullando fuerte, ronroneando e intentando tumbarse en mi regazo”, asegura: “Viene a la cama cuando llega la hora de dormir y se levanta conmigo cada mañana. A veces se queda en los pies, pero otras tantas se me acurruca en el pecho o se abraza a mi mano. Es pura ternura. Agradezco todos los momentos”.
Tinta tenía sólo dos semanas cuando Bueno se hizo cargo de ella. El veterinario le recomendó que primero probara a darle pienso para comer y que, si no lo conseguía, probara a empaparlo en leche. No hizo falta pasar al plan B, porque era una “comilona” y, al parecer, lo sigue siendo. “A base de pequeños hurtos fue descubriendo cuáles eran sus grandes placeres prohibidos: el atún natural, el queso, el pavo, la grasa de jamón y el helado”, nos revela su dueña. Además de buen paladar, es una gata “muy parlanchina” y, cuando la ve con cualquiera de estos manjares en la mano, pasa de “maullido corto” a “grito eterno”.
Los momentos más graciosos que ha protagonizado Tinta tienen que ver, como no podía ser de otra manera, con la comida. Asegura la poeta que, poco a poco, ha ido perfilando un plan para robarla: “De pronto, empezamos a darnos cuenta de que el cubo de la basura estaba abierto. Es de los que hay que hacer presión sobre la tapa para abrirla, así que, al principio, pensamos que se había roto el cierre, hasta que la vimos a ella agazapada en una esquina con su botín: un trozo de queso seco”. Nos cuenta también que, poco después la pillaron con las “zarpas en la masa”: había aprendido que con subirse y bajarse de la tapa, la presión de su propio peso le permitió abrir el cubo y “delinquir” a sus anchas.
Estas pequeñas anécdotas le ponen una sonrisa en la cara cada vez que las recuerda, aunque, más allá de las travesuras, es un animal muy cariñoso, que la acompaña en sus mejores y peores momentos. En la vida de Tinta hay dos personas de máxima confianza: Bueno y su pareja. Ella fue la que se encargó de todo en su primera etapa, alimentándola y cuidándola muy de cerca, así que, dice que la quiere “de fábrica”, pero con su pareja fue algo más progresivo. “Él trabaja en el ámbito sanitario y, durante la pandemia, como tantas personas, pasamos una etapa dura. Convivíamos con miedo y olor a lejía. Trabajó muy, muy duro y llegaba agotado a casa. Algo en Tinta cambió y, desde entonces, empezó a darle a él más muestras que cariño. Se tumbaba en su pecho y comenzaba a ronronear y rozar la cabeza contra su barbilla. Incluso a veces prefería quedarse con él que conmigo. Es la mejor”.
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Tinta también es una fuente de inspiración para Búho, que suele trabajar desde casa. Le divierte estar con ella, a la vez que le relaja y le avisa cuando lleva demasiado rato escribiendo: “Cuando pasa determinada hora, se esconde y juega a buscar mis dedos con sus zarpas desde detrás de la pantalla mientras tecleo. De vez en cuando se asoma y hace alguna croqueta, pero el mensaje es ese, que deje el ordenador”. Suele acostarse a su lado, encima de la mesa o en su regazo, mientras se sienta en la silla de la oficina. “Le he escrito muchas veces deseando que pudiera entenderme. Me encantará editar algún día todos sus poemas”, confiesa.
Bueno había tenido anteriormente una “conejita” que, curiosamente, era tricolor. Se llamaba Lola y jugaba a perseguirla por toda la casa. También recuerda a Molly, la gata de casa de sus abuelos que era “puro carácter”, de ese que “hace honor a la idea equivocada que algunos tienen de los gatos”. Aún así, dice la escritora, “era preciosa, cariñosa a su manera y la más leal compañera hasta el final de su larga vida”.
A quienes están pensando en ampliar su familia adoptando alguna mascota, Bueno les recomienda que “se lo piensen muy bien” y que lo hagan para “generar un vínculo de verdad y no para quedarse en los superficial”: “Son compañeros, son sensibles, van contigo en el camino y se hacen cada vez más dependientes de ti. Hay que ser responsable y consecuente, contemplar todos los escenarios y saber si tu forma de vivir encaja y/o encajará, y si estás dispuesto a hacer sacrificios llegado el momento”.