Joaquín Machado, un hermano Luis García Montero
Últimas noticias sobre Juan de la Cierva (1/6): el informe confidencial
Me temo que los lectores de algunos de mis artículos en infoLibre sobre el tema al que ahora vuelvo estén ya un poco hartos de la cuestión. Sin embargo, tras la entrada en vigor de la Ley de Memoria Democrática (LMD), creo que no ha perdido actualidad por dos razones:
- La primera es porque a los descendientes del inventor del autogiro, gloria de la Región de Murcia y, ¿por qué negarlo? de la ingeniería aérea española, se les ha despojado del título nobiliario de condes de la Cierva que a su antecesor concedió el autocrático “Caudillo” por los servicios prestados a la no menos gloriosa “Sagrada Causa Nacional”. Así se la denominó en algunas de las sentencias de los consejos de guerra que ha exhumado Francisco Espinosa y que dio título a una de sus obras.
- La segunda porque el Gobierno de España ha acudido a las instancias judiciales correspondientes para paralizar la apresurada decisión murciana de apostillar el aeropuerto de la región con el nombre de su ilustre paisano. El trámite correspondiente prosigue y servidor no está cualificado ni para explicarlo ni comentarlo. En un Estado de Derecho, son los jueces quienes, en numerosos temas, tienen la última palabra.
Aparte de ello, en la prensa murciana, y a veces incluso en la nacional, el caso Juan de la Cierva (JdlC) ha saltado a los titulares. Tal vez porque el Gobierno de la región de Murcia ha preferido dar crédito a un, sin duda, eminente historiador de la URJC madrileña, más que a un servidor. Se trata de un especialista en la historia política de la Segunda República, que emitió un informe sumario sobre las actividades de tan insigne inventor y llegó a la conclusión de que servidor no tenía ni idea de lo que escribí. Si no recuerdo mal, concluyó que servidor no había logrado demostrar que el ingeniero hubiese participado en la conspiración contra el entonces régimen legítimo de España.
No me corresponde enjuiciar la actuación de las autoridades murcianas que, eso sí, me huele un poco a localista. Sí me corresponde ofrecer algunos datos que refuerzan mi primer informe y mejoran, creo, los aportados por mi estimado colega. Ya emprendí esta tarea en mi blog, pero lógicamente su circulación es limitada, como corresponde a un blog de historia un tanto académico, aunque dirigido a un público no especializado.
Mis argumentos quedaron sin respuesta y me sorprendió, notablemente por cierto, que tan insigne historiador político de la segunda República se pasara por el forro las alegaciones hechas sobre el comportamiento del inventor del autogiro en conexión con la conspiración empujada enérgicamente por el general Mola. También desposeído de su título nobiliario en la precitada LMD.
Ahora tengo a punto de impresión un nuevo libro. Trata de una cuestión algo más complicada que el caso JdlC como son las relaciones de la República española con la URSS en, evidentemente, los tiempos de Stalin. Lo traigo a colación aquí porque en la primera línea del largo prólogo en el que justifico la nueva investigación he antepuesto en mayúsculas una afirmación: NO HAY HISTORIA DEFINITIVA. Con ella discrepo fundamental y radicalmente de otro historiador, que también lleva el apellido De la Cierva, Ricardo, sobrino del anterior y, para más inri y escasa gloria de la Universidad española, catedrático de Historia Contemporánea amén de turiferario insigne de la dictadura franquista. Aseguro, desde luego, a los amables lectores que no tengo nada en contra de tan distinguida familia.
Ahora bien, la historia se escribe, entre otras formas, trabajando sobre documentos. Servidor ha conservado uno que tenía apartado —y olvidado— en un archivo de dimensiones que amenazan con desbordar todas las habitaciones de mi casa. Afortunadamente esta pasada primavera lo encontré. Creo que puede aclarar y apoyar mi tesis y contrarrestar aún más, si necesario fuera, la de mi ilustre colega. Apoya la decisión del Gobierno y del Parlamento de España de retirar a JdlC el título nobiliario que le concedió el por tantos políticos españoles —sobre todo del PP y VOX— apreciado “Caudillo”. Lo pongo entre comillas. Sigo en esta la costumbre, ya establecida desde hace algunos años, de la historiografía alemana que también las pone a su antiguo “Führer”. Los tiempos cambian.
Para situar el nuevo hallazgo he de decir que el documento en cuestión estaba en una estantería en la buhardilla de mi casa y que me lo encontré el pasado mes de mayo, poco antes de que las proverbiales lluvias bruselenses abrieran una gotera en el tejado. La buhardilla se encharcó y, por desgracia, numerosos papeles quedaron ilegibles.
Se trata de un documento con el que topé allá por los años 1975-76 cuando, por encargo del profesor Enrique Fuentes Quintana, husmeaba en los archivos del Servicio Histórico Militar. A pesar de un título muy sugerente (Nota sobre misión en Roma) no me fue útil y lo dejé de lado. Estaba en el armario 5, legajo 281, carpeta 24. Me basaré en él en esta corta serie de cuatro artículos en infoLibre. Quizá mi docto colega, y otros interesados, con ojos más jóvenes que los míos, puedan extraer de él conclusiones adicionales.
La mía la adelanto aquí: el relato de los comienzos de la adquisición de material de guerra fascista en Italia lo expliqué monográficamente en mi libro ¿Quién quiso la guerra civil? (Crítica, Barcelona, abril de 2019). Pocos meses después iba por su sexta reimpresión. Pues bien, la tesis sigo manteniéndola hoy, la he explicado mejor y el papelín del SHM refuerza varias de las consideraciones efectuadas en aquel libro.
En lo que se refiere a las estupideces, mentiras, distorsiones y autobombo de Luis A. Bolín, que han hecho y siguen haciendo escuela, y a los claroscuros que incluyó en sus Memorias Pedro Sainz Rodriguez (el firmante de los contratos sobre aviones, hidroaviones y grandes cantidades de munición y combustible con una empresa italiana el 1º de julio de cara a la sublevación) no tengo mucho que modificar. Sí, por el contrario, ampliar. Gracias, sobre todo, a las todavía desconocidas aportaciones que dejó escritas para la historia el ingeniero JdlC.
Lo anterior exige también una explicación. El pasado mes de septiembre estuve trabajando en el Archivo General Militar de Ávila de cara a una nueva investigación. Aproveché para situar el dichoso documento, cuya nueva ubicación me había proporcionado previamente a finales de mayo, con una amabilidad que nunca agradeceré lo suficiente, la directora técnica del mismo, la archivera Henar Alonso Rodríguez. En septiembre me lo mostró, junto con muchos otros, el archivero Víctor Moraleda. A ambos hago constar aquí mi imperecedero agradecimiento. Lo que me interesaba era comprobar si estaba junto con otros documentos más o menos con él relacionados. La respuesta es negativa excepto quizá por analogía con papeles que probablemente tuvieron el mismo destinatario.
De cara a mi visita al AGMAV había mejorado notablemente mi comprensión del contexto. Sabía más sobre los contratos del 1º de julio de 1936 y había abordado una perspectiva complementaria sobre la llegada de los primeros aviones italianos a Marruecos el 30 de julio. Esto fue después de estudiar las implicaciones y conocimientos derivados de la acogida que dispensaron a dos de los siniestrados los servicios de información, policía y aviación del Protectorado francés. Los lectores que deseen seguir mi argumentación pueden encontrarla en El gran error de la República (Crítica, Barcelona, 2021).
En dicho contexto encajaron como la seda las informaciones suministradas por el autor (que todavía mantengo innominado) del informe que ahora utilizo y que está fechado el 26 de agosto. He de decir que lleva, naturalmente, la mención “confidencial” y, escrita a mano, la palabra Embajador, apenas legible.
Mi apreciado colega, los expertos del Gobierno de la Región de Murcia y cualquier hijo de vecino podrían pensar que el autor de tal informe no fue JdlC. Alguien me ha dicho que probablemente se trató del entonces comandante y agregado militar a la embajada de España en París, el comandante Antonio Barroso Sánchez-Guerra.
El autor del informe de que tratan estos artículos no pudo ser el comandante Barroso Sánchez-Guerra
No es un argumento convincente. Se conoce su hoja de servicios, bastante detallada, y servidor ha aportado otros detalles. Por ejemplo, que era miembro de la UME y es de suponer que habría estado en contacto con el exembajador de la Monarquía José María Quiñones de León, cabeza de los conspiradores monárquicos en París, antes del 18 de julio. Barroso, además, había acompañado a Franco en su visita a Londres en enero anterior para asistir a los funerales del rey Jorge V. Me parece impensable que no intercambiaran impresiones, bien sobre la situación política española, bien sobre los preparativos del golpe que entonces empezaban a pulsar con fuerza.
En todo caso, la hoja de servicios de Barroso da detalles que se oponen radicalmente a la interpretación de que fue él el desconocido autor de la Nota sobre misión en Roma: se desplazó a los pocos días después del golpe a Bélgica junto, por cierto, con JdlC. El objetivo estribaba en adquirir el mayor volumen de armamento posible para los sublevados en un país en el cual Barroso estaba también acreditado como agregado militar. Después Barroso siguió su recorrido y JdlC regresó a Londres. La referencia correspondiente de la hoja de servicios de Barroso la reproduje en el post del 18 de febrero de 2022 en mi blog de la manera siguiente:
"El 19 de julio de dicho año, enterado (sic) del levantamiento nacional presentó inmediatamente la dimisión de su cargo de Agregado Militar, poniéndose a las órdenes primero del general Mola, con el que pudo comunicar directamente y después a las del General Franco. Por orden expresa del General Mola se encargó de unas gestiones de compra de material de aviación en Francia y Bélgica, gestiones que realizó en compañía del ingeniero Don Juan de la Cierva, bajo la alta dirección del Excmo. Sr Don José Quiñones de León. Regresado a París se le ordenó por el Ministerio del Interior que saliera en un plazo de 48 horas del territorio francés, indicándole que no podía hacerlo por las fronteras de Irún o de Vera, por lo que marchó a Amberes donde embarcó para Lisboa, incorporándose al Ejército Nacional en los primeros días de septiembre de 1936, cuando el Cuartel General del General Franco se ocupaba de instalarse en Cáceres."
No es más clara el agua cristalina. El autor del informe de que tratan estos artículos no pudo ser el comandante Barroso Sánchez-Guerra y el sic simplemente denota que incluso en las hojas de servicio de numerosos adherentes al GMN (“Glorioso Movimiento Nacional”) se evitaba cuidadosamente hacer mención a los preparativos de la insurrección. Ética o estética militar de la época.
(Continuará)
Aquí se puede leer anterior serie de artículos sobre Juan de la Cierva.
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Ángel Viñas es coautor con Francisco Espinosa y Guillermo Portilla de 'Castigar a los rojos' y publicará en enero 'Oro, guerra, diplomacia. La República española en el tiempo de Stalin' (también en CRITICA).
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