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2023 cambiará si estamos dispuestos a ello

Mario Diego Rodríguez

Una vez pasadas las cabalgatas de la ilusión, henos aquí en este nuevo año haciendo frente a la realidad. Las tradicionales felicitaciones de este Año Nuevo suenan particularmente huecas. Las consecuencias de la crisis política debida a la guerra en Ucrania, energética debida al encarecimiento del gas y la electricidad y económica debida al incremento de los precios, alimentando así una inflación que vino para quedarse, ejerce una presión sobre la clase trabajadora insostenible a pesar de las medidas sociales tomadas por el Gobierno. Éstas, en ningún caso podrán compensar los estragos sufridos por la guerra sin cuartel que la gran burguesía desencadenó en su contra. 

A pesar del incremento del empleo y de los contratos indefinidos, que no ponen fin a la precariedad; estos últimos representan únicamente 4 de cada diez de los firmados en 2022 —sin contar los que son a tiempo parcial—; del intento de control de los precios bajando el IVA de los productos de primera necesidad —de entre los cuales son excluidos el pescado o la carne— medida temporal y condicionada a la tasa interanual de la inflación subyacente, sigue habiendo 12 millones, si no más, de personas en riesgo de pobreza.

Desde el estricto punto de vista económico, el mundo capitalista emprendió una carrera caótica hacia el abismo que la gran burguesía, sus portavoces económicos y sus representantes políticos son incapaces de controlar, con lo cual la situación de las clases populares no irá a mejor, en particular, entre sus componentes más vulnerables. Nuestro país, desde este punto de vista, no será una excepción. La mejoría, si mejoría hay, será el fruto de la movilización de dichas clases, movilización más que necesaria.

Lo mejor que podemos desear este año es ser capaces de unificar nuestras luchas generalizándolas, defendiendo nuestros intereses, que la patronal tiene la intención de seguir pisoteando

Sin considerar las previsiones del FMI o de la OCDE como verdad absoluta —no será la primera vez que se equivocan, voluntaria o involuntariamente, ni será la última en caso de que así sea—, estos organismos anuncian una recesión para este año. Si añadimos que la deuda global prevista podrá alcanzar un 350% del PIB mundial, no nos deja mucho lugar para soñar, sean cuales sean los programas o las promesas electorales (aún quedan por cumplir de las hechas en las precedentes) en vista de las próximas elecciones y su tasa de aplicación.

Está claro; en esta situación, provocada por un sistema basado en una acumulación de beneficios constantes y dominado por buitres dispuestos a todo, empleando para mantener sus riquezas cualquiera que sea el método, moral o amoral, les importa un pepino, aun si eso implica el hundimiento de la economía en el caos; como lo están demostrando las grandes empresas energéticas y lo demostraron los bancos en un pasado reciente; la única esperanza para la clase trabajadora es saber que es posible cambiar este sistema, y que ella misma tiene la capacidad y la fuerza para llevar a cabo tal tarea.

Así que lo mejor que podemos desear este año es ser capaces de unificar nuestras luchas generalizándolas, defendiendo nuestros intereses, que la patronal tiene la intención de seguir pisoteando: jubilación; indexación con la inflación de las subidas salariales, las pensiones y sean cuales sean los subsidios; ningún salario, pensión ni subsidio inferior al salario mínimo interprofesional; salario mínimo interprofesional de 1.200 euros.

Esto nos permitirá tomar consciencia de la fuerza que tenemos cuando obramos colectivamente. Y volver a manejar la idea de que la clase trabajadora en movimiento puede cambiar no solo su propio destino, sino el de toda la sociedad.

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Mario Diego Rodríguez es socio de infoLibre

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