Cinco años después de 2020 Cristina García Casado
La suerte de Feijóo
Feijóo es un político con suerte. Le trajeron en andas desde Galicia a la calle Génova hace ahora un año, sin tener que enredarse con el invento ese de las primarias que había ganado Pablo Casado por primera y única vez en su partido. La madrugada de la invasión de Ucrania, los barones populares se cargaron a su presidente y poco después lo santificaron a él en Sevilla. Ya le habrían gustado esas comodidades a Susana Díaz cuando estaba con lo de la mudanza a Madrid. Al gallego le hicieron bien el trabajo.
Feijóo tuvo suerte. El mismo entorno mediático que buscaba las cosquillas a la anterior dirección se puso a trabajar en su efecto y dio la espalda a Vox. No por los bulos que envenenan la democracia o por algo relacionado con los derechos humanos sino porque la división del voto complica la gran gesta de echar a Pedro Sánchez. Quien tenga alguna duda de esto que escuche el rapapolvo de Federico Jiménez Losantos a Rocío Monasterio el día que le mandó a ponerse un latido fetal de politono en el móvil.
Pero ni su partido ni los medios más cercanos ni la ultraderecha dan últimamente tantas satisfacciones a Feijóo como las que le proporciona la coalición de Gobierno. Eso sí que es suerte: que el PP arremeta contra las medidas del Ejecutivo para bajar la cesta de la compra y que el partido minoritario del Gobierno le dé la razón. Tiene tanta suerte Feijóo que siempre hay alguien de Podemos encargado de que parezcan poca cosa las decisiones del Consejo de Ministros. No ha habido negociación de medidas económicas sin filtración de la propuesta de máximos así que lo primero que hacemos los periodistas al abrir el BOE es buscar lo que no está incluido en lugar de lo aprobado.
El problema ahora, a tres meses de las municipales y autonómicas, es que es difícil distinguir si la estrategia de los morados es de Gobierno o de oposición. Y eso, que forma parte de una lógica electoral de Podemos, es una suerte de Feijóo
Pondrán ejemplos de este tipo en los manuales de los tiros en el pie en coalición, que puntúan doble cuando tapan el ruido de los que se pegan otros en solitario. Feijóo tiene cierta habilidad para ello, pero le eclipsan todo el rato. Porque tiene suerte. ¿O no es una suerte que los más reaccionarios de tu partido te hagan rectificar tu viraje sobre el aborto y que las feministas no te hagan ni caso? Imposible atender a tanto frente, que están mordiéndose las uñas con el minuto y resultado de la batalla a cuenta de la ley del sólo sí es sí. Lo de estas dos semanas, que lo admita Feijóo, ha sido un chollo, que hasta le han ayudado a colocar el brochazo gordo de que los violadores campan a sus anchas por la calle. Decididos a combatir la resistencia de Irene Montero, el propio presidente del Gobierno ha reconocido que “se queda corto” al hablar de efectos indeseados de la ley y Patxi López ha urgido a “parar la sangría”.
Que Feijóo valore su suerte. Si Sánchez se empeña en cuestionar su moderación, la socia le replica que el conservador es él. Si está el jefe del Ejecutivo derramando lisura por Europa, Podemos le grita desde España que tiene que reconocer el “error” de haber contribuido a la escalada bélica con su seguidismo a Estados Unidos. La guerra se la hacen al presidente desde dentro mientras la Comisión Europea le felicita por el Plan de Recuperación. Von der Leyen no le baila el agua a Feijóo, pero Belarra se ha apuntado al desgaste de Sánchez desde su despacho de ministra, como en los grandes momentos de la Vicepresidencia de Pablo Iglesias. “Qué habría sido de nosotros si Podemos hubiese estado fuera del Gobierno haciéndonos la pinza con la derecha”, se preguntaban algunos en el PSOE tras los peores momentos de la pandemia. El problema ahora, a tres meses de las municipales y autonómicas, es que es difícil distinguir si la estrategia de los morados es de Gobierno o de oposición. Y eso, que forma parte de una lógica electoral de reivindicación de Podemos, es una suerte de Feijóo.
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