Nadie se disputa el voto en el pueblo de La Estrella
Quienes residimos en el viejo Reino de León, artificiosamente englobado en la comunidad autónoma de Castilla y León, sabemos bien lo que el otro día leímos en el diario El País bajo el titular Así se muere un pueblo. De hecho, suelo frecuentar últimamente la visita a algunos pueblos que agonizan en las provincias de Salamanca, León o Zamora. En sus calles y en sus plazas, en los pórticos de sus iglesias o en la ribera de sus ríos se siente habitar el olvido y sólo el vuelo o el canto de los pájaros rasga la espesa densidad del silencio. Más de un millón de habitantes ha perdido la región leonesa desde que se constituyó la comunidad autónoma de Castilla y León en 1983, gobernada casi desde entonces por el Partido Popular.
Teruel es uno de las provincias españolas que sufre esa misma y adversa circunstancia, ajena al parecer también a quienes gobiernan la comunidad aragonesa. Su densidad de población no pasa de los nueve habitantes por kilómetro cuadrado. En el transcurso de cien años ha perdido ese territorio la mitad de sus habitantes, con la muerte por consiguiente de muchos pueblos, mientras el país doblaba su número.
Allí en Teruel, en la pequeña localidad de La Estrella, vivían hasta hace poco Martín Colomer y su esposa Sinforosa Sancho, de 89 y 92 años, respectivamente. A Sinforosa la tuvieron que ingresar en una residencia al romperse la cadera y Martín pasó a residir en el domicilio de su hijo, a 20 kilómetros del pueblo de su vida. No podía seguir residiendo solo en una localidad ubicada en las montañas del Maestrazgo, con temperaturas que llegan en invierno a los diez grados bajo cero.
Quizá ya desde hace muchos años ese voto ni se los disputen los partidos, como ocurría en los tiempos del 'señor Cayo' de Miguel Delibes, aquellos en los que afloraba la aureolada Transición con himnos, banderas y una indudable sobredosis de encantamiento
Con todo, Martín no ha querido romper sus vínculos con La Estrella, con toda seguridad porque allí siguen estando la razón de su vida y el motor de su memoria, y cada pocos días baja a dar de comer a los animales o a limpiar la vieja iglesia. Entre los asuntos de que habla Martín Colomer con el reportero del citado periódico, Jacobo García, cuenta que su padre fue fusilado al terminar la guerra y su madre pasó siete años encarcelada. Por aquellos años de hambre y necesidad de madre de su infancia en la posguerra andaban los maquis por la sierra turolense, reprimidos con sumo rigor por la dictadura: “Se llevaron a la gente buena que no había hecho nada malo”.
Del testimonio de Martín como último habitante de La Estrella, aparte de las doce horas de trabajo en el campo que marcaron las jornadas de su vida desde chico, me ha interesado saber, sobre todo, que él y Sinforosa vivieron solos en el pueblo desde que hace 35 años se fue el último convecino, “sin necesidad de teléfono o electricidad, gracias a unas lámparas de aceite, conectados al mundo con una pequeña radio", escribe el periodista.
Esa situación da idea del abandono en que han vivido en las últimas décadas provincias como la de Teruel y todas las de la España vaciada, donde quizá se pueden dar o de seguro se dieron casos similares. Al reportero le faltó preguntar a Martín Colomer la orientación de su voto cuando se convocan elecciones. Quizá ya desde hace muchos años ese voto ni se los disputen los partidos, como ocurría en los tiempos del señor Cayo de Miguel Delibes, aquellos en los que afloraba la aureolada Transición con himnos, banderas y una indudable sobredosis de encantamiento.
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Félix Población es periodista y escritor. Su último libro es 'La memoria nombrada' (Ed. El viejo topo, 2018).