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El gran paso adelante: medidas para eliminar la violencia de género

Tiffany Sánchez-Cabezudo

Al comienzo del año 2023, tras las fiestas navideñas y mientras muchos estábamos todavía con la resaca de fin de año, varias mujeres fueron asesinadas a manos de sus parejas. Se hacía presagiar que el nuevo año que acabábamos de comenzar, y al que todos esperábamos con gran ilusión, se iba a teñir de negro. Muchos pensaban que las medidas que los gobiernos españoles habían ido tomando a lo largo del tiempo iban a ser suficientes, que la sociedad estaba concienciada, y que el conseguir reducir a cero los feminicidios era algo próximo. Lo cierto es que los datos actualmente demuestran que esto no es así. Antes de continuar estas líneas, me gustaría dejar claros los diferentes conceptos a los que nos enfrentamos, y que mucha gente todavía confunde. Debemos, en primer lugar, realizar una definición de lo que es feminicidio. Se trata del asesinato hacia la mujer por el hecho de ser mujer, que está revestido de elementos machistas. De este concepto podemos extraer otros dos y diferenciarlos entre sí: violencia doméstica y violencia de género. 

Se considera violencia doméstica aquella violencia que se ejerce sobre cualquier miembro de la familia por parte de cualquier otro miembro de la misma. Se diferencia claramente de la violencia de género porque ésta última está definida en el artículo 1 de la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género: “Tiene por objeto actuar contra la violencia que, como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia”. 

En otras palabras, se trata de aquella violencia que se ejerce por parte del hombre hacia la mujer, dentro de una relación sentimental presente o pasada, donde no se necesita que haya habido convivencia, y que requiere que se ejerza como manifestación de la discriminación, situación de desigualad y de las relaciones de poder. Necesita como condición necesaria que el sujeto activo (autor) sea un hombre, y que el sujeto pasivo (víctima) sea una mujer. 

En el año 2021, debido a uno de los problemas que más asolaba a la sociedad, como era el número de niños asesinados en manos de su progenitor con la finalidad de causar daño a la mujer, se incluyó también como violencia de género “la violencia que con el objetivo de causar perjuicio o daño a las mujeres, se ejerza sobre sus familiares o allegados menores de edad por parte del hombre con el que la mujer haya tenido o tenga una relación sentimental”. A estos conceptos debemos añadir la violencia machista o violencia hacia la mujer, que se realiza sobre una mujer por el hecho de ser mujer, tanto en la vida pública como privada. 

Debemos, en primer lugar, realizar una definición de lo que es feminicidio. Se trata del asesinato hacia la mujer por el hecho de ser mujer, que está revestido de elementos machistas

Actualmente, el número de mujeres asesinadas sigue siendo elevado, sin contar aquellas que están sufriendo violencia de género y que no denuncian por miedo o temor al agresor. Nos preguntamos, entonces, ¿es posible conseguir reducir a cero la violencia de género? La respuesta es clara y contundente: Sí. Pero nos sobreviene otra cuestión: ¿Por qué no se ha conseguido? Porque las medidas que se han implantado deben ser mejoradas. 

En primer lugar, es necesario e imprescindible conseguir reducir la brecha de género que todavía hoy sigue existiendo. Basta con fijarnos en uno de los países que menor brecha de género presenta, como es el caso de Islandia, y ver que su éxito reside, primordialmente, no ya sólo en su historia, que sí es importante, sino en el poder que tienen las mujeres, haciendo visible la situación en la que viven, además de identificar uno de los mayores problemas que existe, el acoso y el abuso sexual. Todo ello, sin dejar de lado que en la isla nórdica tanto el hombre como la mujer comparten los poderes en el gobierno desde hace muchos años y, a la vez, el hombre apoya más la igualdad de género, pues existe una gran concienciación social sobre ello.

Este es uno de los problemas que tiene España: la sociedad en general y los hombres en particular no están concienciados sobre la discriminación que seguimos arrastrando desde tiempos muy remotos. Es primordial visibilizar dónde todavía hay brecha de género para saber qué nos queda por hacer y, de esta forma, que las personas tengamos un conocimiento de la misma. La violencia de género, al igual que los feminicidios, va íntimamente ligada a esa discriminación. Tenemos que tomar como ejemplo el país anteriormente señalado, Islandia, identificando cuáles son sus políticas de igualdad, para adaptarlas a la sociedad española. 

Aunque las políticas de sensibilización y prevención se han ido promoviendo y se han incrementado, hay que seguir fomentándolas. Las campañas publicitarias dirigidas a los jóvenes son importantísimas, especialmente porque los chicos son el futuro de nuestra sociedad, pero, además, porque es el grupo social donde se ha demostrado que existe mayor prevalencia de violencia de género, tras el estudio de la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer realizada en el año 2019. 

Esta macroencuesta señalaba que el 71.2% de mujeres entre 16 y 24 años han sufrido o sufren violencia de género, reduciéndose notablemente el porcentaje al 42.1% cuando se trata de mujeres entre 25 y 34 años. Interesante también es el estudio realizado por la Universidad Complutense en 2020, denominado ‘Menores y Violencia de Género’, donde se recogían datos sobre cómo perciben los adolescentes entre 14 y 18 años la violencia de género. El 16.9% de las chicas reconocían que habían sido insultadas o ridiculizadas por parte de un chico, mientras que el 6.3% de varones adolescentes se reconocía dentro de este comportamiento. Estos datos reflejan la necesidad que existe de formar, informar y promover la igualdad de género y, con ello, su eliminación. Conseguir que los jóvenes conozcan las leyes, las sanciones por violencia de género y doméstica, la diferencia entre ambos conceptos, y hacerles partícipes de la concienciación y sensibilización, aún más de lo que a día de hoy se hace de este tipo de conductas, mejoraría valiosamente los porcentajes anteriores. 

Esta formación no basta con llevarse a cabo a través de la televisión con anuncios llamativos, sino que es necesaria una formación de calidad, que se realice desde los centros docentes y que llegue a las universidades, ya que son el futuro de las próximas generaciones. Aunque se trata de medidas que se llevan años implantando, hay que mejorarlas y, por supuesto, impulsarlas. Todavía hay jóvenes que creen que la violencia de género es un invento de los partidos políticos para conseguir votos, y es que, en España, la violencia de género se ha politizado. Pero los datos están ahí, el problema existe, y hay que separar la política del problema que atañe a la sociedad española: la violencia machista. 

Según la macroencuesta anteriormente citada, es relevante el número de mujeres con discapacidad que han sufrido violencia en la pareja a lo largo de su vida. Se señala que “el 20.7 % de las mujeres con discapacidad acreditada ha sufrido violencia física o sexual de alguna pareja, frente al 13.8% de las mujeres sin discapacidad acreditada”. A estos datos se suma que “el 40.4% de las mujeres con discapacidad acreditada ha sufrido algún tipo de violencia, frente al 31.9% sin discapacidad acreditada”. Además, según un estudio del Parlamento Europeo, el riesgo de ser víctima de violencia de género cuando se es mujer con discapacidad es cuatro veces mayor. 

Con base en estos datos, debemos considerar que los poderes públicos deben poner especial atención en las mujeres con discapacidad, ya que son un grupo vulnerable y con un riesgo mayor de sufrir violencia. Es necesario mejorar el conocimiento del problema y poner en marcha planes formativos, no sólo en ellas sino en su entorno familiar. En segundo lugar, mejorar la detección de supuestos de violencia de género de forma rápida y eficaz. Para ello, se deberá formar muy bien en esta materia a los profesionales que tratan con promotores víctimas de violencia de género. La labor de los profesores desde las escuelas es vital, para aquellos supuestos de detección precoz de un entorno de maltrato. Esto conlleva una formación de calidad en el profesorado para que puedan detectar a tiempo una señal de posible contexto de violencia en el hogar familiar, y puedan dar la voz de alarma. Muchas veces, el profesor, por desconocimiento o por miedo a equivocarse, no actúa al inicio sino cuando la situación es más evidente. Pero el error es mejor que el lamento, y ese debe ser el lema en los centros docentes. 

El número de los centros de atención a mujeres y menores víctimas de violencia tiene que incrementarse en todas las comunidades autónomas. La cercanía de los asistentes y la rápida respuesta es estratégica, porque muchas mujeres no saben dónde acudir, ni qué hacer, desconocen los procedimientos que se tienen que seguir cuando se sufre maltrato. El miedo a una respuesta por parte de su agresor ante una denuncia de violencia machista constituye un hándicap para que la mujer ponga en conocimiento de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad la situación en la que viven. 

Uno de los objetivos que deben tener el gobierno estatal y los autonómicos es hacer que las denuncias falsas sean perseguibles, porque esto también es un problema añadido al incremento de la violencia de género. Los profesionales, ante la posibilidad de que existan denuncias falsas, son más reacios a creer a las verdaderas víctimas. Sensibilizar a la sociedad sobre la persecución de las imputaciones falsas de mujeres que no son víctimas de violencia de género supone un objetivo primordial, ya que nos estaríamos perjudicando entre nosotras. Por supuesto, promover su persecución, llegando a sancionar, ha de ser una pretensión para la lucha contra la violencia machista.

En tercer lugar, se debe establecer una coordinación entre las agencias de empleo para que las víctimas de violencia de género puedan ser insertadas en el mundo laboral de forma rápida y efectiva. La falta de recursos económicos de las mujeres hace que se mantengan relacionadas con su agresor y, a su vez, éste se aproveche de ello. Muchas mujeres tienen un nivel educativo muy bajo, lo que dificulta notablemente su inserción en el mundo laboral; así, es imprescindible que se creen centros de formación para que puedan instruirse en las diferentes ramas que la sociedad nos otorga, y mejorar su empleabilidad. 

Aunque todas estas medidas han sido y son implantadas en nuestro entorno social, lo cierto es que no son suficientes para conseguir acorralar la violencia de género y reducir su número a cero. Queda mucho por hacer, y el momento es ahora, con unas elecciones próximas que permitan que los gobiernos pongan énfasis en ello, prometiendo y haciendo lo que realmente se espera: destinar más recursos económicos a un problema que no es político, sino social.

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Tiffany Sánchez-Cabezudo es doctora en Derecho por la Universidad Rey Juan Carlos y Analista de la Fundación Alternativas.

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