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El fugitivo libra su última batalla contra el ‘hombre manco’

El fugitivo es una de la series que marcaron la cultura pop de los años 60. Su capítulo final obtuvo en EEUU un imposible share: lo vieron tres de cada cuatro espectadores. Habría que esperar muchos años a que le sobrepasara el episodio de Dallas en el que se desvelaba quién disparó a J.R. En España, las calles se vaciaban cada vez que se emitía un nuevo capítulo, doblado del inglés a un exótico acento puertorriqueño que sonaba ni tan mal. La serie narra las peripecias del médico Richard Kimble, condenado por el asesinato de su esposa, Helen. El reo es conducido en un tren fuertemente custodiado al penal donde acabará en la silla eléctrica. Pero el convoy sufre un accidente y Kimble logra escapar. El protagonista inicia una dramática carrera por todo el país para demostrar que no fue él, dar con el culpable y, a la vez, escapar del obsesivo policía Phillip Gerard, que una y otra vez está a punto de atraparle. El espectador sabe que es inocente. Quien acabó con la vida de su esposa es el misterioso hombre manco, uno de los súper villanos más famosos de la historia de la tele. Politico, uno de los medios más influyentes en los mentideros de la capital de Europa, dedica esta semana la portada de su edición impresa al candidato de Junts: El fugitivo: la última oportunidad de Carles Puigdemont para lograr la independencia de Cataluña. 

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“Había una vez un alcalde de una pequeña ciudad europea que fue elegido para liderar una rebelión. Cuando el levantamiento fue reprimido, huyó del reino y se refugió en un reino cercano, mientras las autoridades detenían a sus amigos y aliados”. Así inicia Politico su relato desde el cuartel general de Puigdemont, un centro de coworking de Perpignan, “la ciudad más pobre de Francia”, destaca la publicación. “Durante años vivió bajo la amenaza de ser encarcelado si volvía a pisar su tierra natal –seguimos leyendo–. Pasó su tiempo entre emisarios de todo el continente, alimentando sueños de independencia”. Puigdemont cita en la crónica a los dos fugitivos que le precedieron en el cargo, también huyendo Francia a través: Lluís Companys y Josep Tarradellas. El primero, tras abandonar Cataluña camino del exilio una vez acabada la Guerra Civil, fue capturado por la Gestapo y entregado a Franco, que ordenó su fusilamiento en Montjuïc en uno de los episodios más ignominiosos de nuestra historia. El segundo fue durante décadas el president en el exilio y mantuvo viva la llama de la Generalitat durante los años más oscuros del franquismo. Tanto sufrimiento tuvo su recompensa. Tras la muerte del dictador, regresó a Cataluña convertido en un mito y restauró con su Ja sóc aquí la legalidad republicana. Puigdemont, por lo que se adivina entre líneas, también quiere tener su propia leyenda en los libros de historia. 

Puigdemont se siente cómodo en su papel de fugitivo ausente en el 12M. Illa ni lo menciona, consciente de que en Perpignan se guarda la llave de la Moncloa. Y Aragonès se inclina por propinarle alguna colleja de vez en cuando porque entiende que la base electoral del independentismo no está ahora para guerras fratricidas

Puigdemont reconoce que ha pagado un altísimo precio personal. Asistió al funeral de su padre en 2019 vía videollamada y no pudo estar cerca de su madre cuando murió hace unos días. “Mi hija mayor tenía diez años cuando me exilié, y ahora tiene casi 17", dice. “Cuando pasan cosas en casa, cuando mi hija se cae de la bici y te llama llorando... Es muy duro […] Quiero volver a casa, a Girona, para disfrutar de mi tierra y estar con mi mujer y mis hijas […] Quiero llevar una vida normal que me permita volver a ser anónimo”. Pero el expresident se siente estos días cómodo en su papel de fugitivo inocente. Ha logrado mantenerse esta campaña a salvo de los ataques de sus grandes rivales, el PSC y ERC. Salvador Illa ni lo menciona, consciente de que en Perpignan se guarda la llave de la Moncloa. Pere Aragonès se inclina por propinarle alguna colleja de vez en cuando porque entiende que la base electoral del independentismo no está ahora para guerras fratricidas. Puigdemont no ha participado en ningún debate electoral. En sus entrevistas no plantea propuestas, ni siquiera entra a valorar las de sus rivales. Él es un fugitivo, un molt honorable en el exilio, no está para esas cosas. Tiene su propio hombre manco en el punto de mira y, si no es posible la independencia, al menos el culpable de sus desdichas lo va a pagar. El fugitivo acababa con un capítulo que se titulaba El veredicto. El doctor Kimble lograba demostrar por fin su inocencia tras 118 episodios. Este domingo se emitirá el último capítulo protagonizado por nuestro fugitivo de Perpignan. La audiencia será muy alta. No se sabe si suficiente. Y, sobre todo, si la serie renovará para una nueva temporada.

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