De la dana, a la riada: sobre catástrofes y responsabilidades (y III) Javier de Lucas
Líbano como Gaza, pero no pasará nada
Durante los últimos ataques israelíes al territorio del Líbano ha habido al menos 558 muertos y, de momento, 1835 heridos. Estos ataques fueron lanzados pocos días después de aquellos que hicieron explotar primero los buscas y luego los walkie talkies de miembros de Hezbollah. También Hezbollah lanzó cohetes contra Israel, unos 200, frente a los, al menos, 2.000 que lanzaron las IDFs israelíes. Israel tiene las mejores defensas antiáreas del mundo, recuerden la famosa Cúpula de Hierro que se hizo popular durante los ataques iraníes de hace unos meses. Líbano, y su población, no tienen defensas antiaéreas. Nada, absolutamente nada de las acciones ofensivas que está emprendiendo Israel cumple con las más sencillas reglas de la guerra, por no hablar de la sistemática violación del derecho internacional y el derecho internacional humanitario que hemos visto durante el último año en Gaza y también en Cisjordania.
Hemos llegado a tal nivel de depravación que ya nada nos sorprende, ni tan siquiera la distopía de que aparatos analógicos exploten todos a una y sin control por la supuesta única “democracia” de Oriente Medio. La devaluación de la palabra democracia aplicada al caso de Israel es absolutamente anacrónica. La deriva institucional por la que transita hace ya años, donde el Estado de derecho ha sido duramente golpeado, donde el poder judicial ya no cuenta con independencia, los medios de comunicación son sistemáticamente silenciados, como ha sido el caso de Al Jazeera, y se aplica un régimen de apartheid sobre la población árabe así lo acredita.
Pero, además, a lo anterior hay que sumar el sistemático incumplimiento del derecho internacional y el derecho internacional humanitario, que está siendo consentido por una buena parte de la comunidad internacional y de manera particular por EEUU. De este modo, permanecen impunes las atrocidades que el ejército de Israel, siguiendo las órdenes de un reaccionario Netanyahu, ha cometido y continúa cometiendo en el territorio de Gaza, donde cada vez parece más claro que los execrables atentados del 7 de octubre le abrieron una ventana de oportunidad para poner en práctica el siniestro plan de la limpieza étnica en ese territorio. Y aún más sangrante es observar cómo ciudadanos israelíes observan desde el mar la destrucción causada por su ejército, así como cuáles son las intenciones últimas de Israel en este territorio, que no son otras que la construcción de nuevos asentamientos de colonos a imagen y semejanza de lo que han hecho, y se les ha consentido hacer, en Cisjordania.
Porque una de las claves de la escalada bélica que se vive en la región a estas horas es precisamente esta, el consentimiento de quien es el único actor capaz de parar los pies a este desastre de dimensiones humanas incalculables. Y este no es otro que EEUU y sus líderes. La impasividad con la que EEUU ha bloqueado cualquier cuestionamiento de las acciones de Israel en Gaza en el marco de NNUU hace que se cuestione desde lo más profundo el propio sistema que surgió de la Segunda Guerra Mundial. De poco valen las palabras vacías de condena por parte de Biden en la sede de NNUU planteando la necesidad de rebajar la escalada al tiempo que envía más tropas con la única intención no de proteger a la población civil, sino de mantener la impunidad de su aliado en la región, Israel. La falaz narrativa empleada estos días por Biden en Nueva York sólo oculta su apoyo incondicional al régimen que ahora impera en Israel encarnado por Netanyahu y sus secuaces. Cualquier tipo de protesta, movilización social que pida que pare la matanza, que pida que salven vidas inocentes, es mirado por los poderosos con menosprecio a sabiendas de que no habrá consecuencias y que todos ellos saldrán indemnes.
La devaluación de la palabra democracia aplicada al caso de Israel es absolutamente anacrónica
Es cierto que Netanyahu hace ya tiempo que se sabe que no escucha los dictados de Washington sobre la posibilidad de una tregua, porque también sabe que, aunque no le haga caso, no pasará nada. Sabe también que es una de las principales potencias militares y tecnológicas del mundo y que muchos de los países occidentales dependen de él y de sus suministros, incluida España que, tal y como se ha conocido estos días, tiene firmado un acuerdo de confidencialidad perpetua con Israel. Y con esos acuerdos también está firmada la impunidad.
La escalada de la guerra hacia el Líbano parece ya casi un hecho. Los analistas militares aún dudan de si será antes o después, pero dan por sentado que sucederá. Y si eso pasa, ¿qué hará Irán? ¿Tiene capacidad Irán para un contraataque? Todos somos conscientes de que una reacción a gran escala por parte de Teherán sería el comienzo de algo mucho más grande que trasciende a Gaza y al Líbano. Pareciera que Israel está buscando este tipo de reacción, de este modo todos sus desmanes habrían sido más que justificados porque, como todo el mundo sabe, todo lo que que hace Israel es por su propia seguridad y supervivencia.
El aniversario del 7 de octubre se aproxima y con él también la conmemoración de los 1200 asesinados por Hamas y el recuerdo de los 200 rehenes, de los que volvieron, de los que murieron y de los que aún están secuestrados. A buen seguro que todos los recordaremos; la pregunta ahora es: ¿quién se acordará de los más de 40.000 muertos en Gaza? Esta es la cruda realidad de la necropolítica que nos gobierna.
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Ruth Ferrero-Turrión es Doctora Internacional por la UCM y MPhil en Estudios de Europa del Este (UNED). Profesora de Ciencia Política en la UCM.
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