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La hoja de ruta polaca, ¿reflejo del devenir europeo?

Polonia es sin ningún tipo de duda un país que gana cada vez más peso específico en el marco de la UE y también en el de la OTAN. Y lo hace en términos de crecimiento económico y de influencia política. En términos económicos se ve como durante el segundo trimestre de 2024 fue el país de la Unión Europea que tuvo un mayor crecimiento del PIB anual, situándose en el 4%, por delante de Chipre (3,7%) y España (2,9%). Comparado con la media UE, Polonia aumentó un 1,5% por encima de la media UE que es del 0,3%. Con estos datos Polonia se ha convertido en uno de los países europeos donde hay una mejor recuperación postpandemia.

En términos políticos durante los últimos dos años, y especialmente desde la llegada de Donald Tusk al gobierno a finales de 2023, se ha observado una revitalización del denominado Triángulo de Weimar, una alianza regional de Francia, Alemania y Polonia creada en 1991, una vez que parece que los líderes políticos de estos tres países se sitúan en la misma línea estratégica de partida. Así, es sobre este triángulo sobre el que se ha empezado a tejer la idea del refuerzo de las capacidades de defensa de la UE y avanzar hacia la construcción de la Europa de la Defensa. Algo que quedó ratificado en el propio informe Draghi aprobado hace pocas semanas.

Durante las últimas reuniones de este trío el foco fue precisamente este, el de planificar la realización de ejercicios militares conjuntos y la compra de misiles de largo alcance como elemento disuasorio en caso de un ataque con misiles rusos en el Báltico. También en esas reuniones se ha incidido en cuestiones que tienen que ver con ataques cibernéticos, la injerencia rusa en procesos electorales y la lucha contra la desinformación en general. Quien lleva la voz cantante en estas reuniones es Polonia. Alemania atraviesa un periodo complicado en el plano de la política doméstica, con problemas en el gobierno de coalición y dificultades económicas de gran calado, que ponen en una complicada situación a Scholz y al PSD de cara a las elecciones de 2025. Por su parte, Macron tampoco pasa por su mejor momento tras los desastres de las elecciones europeas y legislativas de este verano, pero intenta reforzar el flanco de la política exterior que ejerce con una asertividad sin precedentes en Europa del Este.

Polonia, y Tusk, están sabiendo jugar sus cartas. Polonia aprovecha la debilidad del eje París-Berlín para meter en la agenda sus prioridades y ganar mas influencia en la UE. En este sentido, el nombramiento como comisario encargado del presupuesto de la UE de un hombre de confianza de Tusk, Piotr Serafin, no debiera ser pasado por alto. Será él el encargado de liderar las negociaciones del presupuesto para el periodo 2028-2034, el presupuesto que marcará el rumbo de la UE y su propia naturaleza.

A nadie se le escapa que uno de los principales objetivos de Polonia es ser el núcleo del que emane la disuasión y la política de defensa europea. Y está haciendo todo lo posible por conseguirlo. Polonia gastará en torno al 4,1% de su PIB este año en la OTAN, incluso más que EEUU. Este gasto irá destinado a la compra de armas, puesto que, por el momento no tiene capacidad para producir por sí misma. A pesar de esta deficiencia el gobierno de Tusk quiere ser el que lidere el gasto militar OTAN, incluso estresando el propio gasto público polaco. De cara al año 2025, el presupuesto destinado a defensa se elevará hasta el 4,7% de su PIB o lo que es lo mismo, en torno a los 48.900 millones de dólares. El siguiente objetivo en esta materia es el incremento de la producción local y la transferencia de tecnología procedente de, entre otros, Corea del Sur. Polonia quiere ser una potencia en Defensa y lo quiere ser rápido, de ahí que las partidas destinadas a investigación y desarrollo sean muy reducidas. Con todo ello quiere ser punta de lanza en la construcción de la Europa de la Defensa.

Polonia aprovecha la debilidad del eje París-Berlín para meter en la agenda sus prioridades y ganar mas influencia en la UE

Y al tiempo que trabaja sobre estas cuestiones, Donald Tusk también ha querido aprovechar un momento propicio para lanzar sus postulados en torno a la cuestión migratoria y el derecho de asilo. Así, el gobierno liberal y europeísta de Polonia se sube al carro de los postulados de Meloni y otros líderes europeos en relación con la restricción no ya de los flujos, sino del derecho de asilo. Su ministro de exteriores, Sirkoski, lleva meses dejando caer la necesidad de restringir la política de asilo con afirmaciones tan gruesas como que “no existe un derecho individual a vivir donde te plazca en el mundo” y la oportunidad de abrir centros de acogida. Merece la pena recordar que Polonia y Hungría fueron los líderes que con mayor dureza criticaron el Pacto de Migración y Asilo por parecerles demasiado flojo y condescendiente. Aunque entonces no estaba Tusk en el gobierno, la posición del país se ha mantenido exactamente igual que con el Partido Ley y Justicia.

La vinculación que establece Tusk entre seguridad y migración es extremadamente peligrosa. Lo es, en tanto que no considera en ningún caso que pueda haber vulneración de derechos humanos en relación con los solicitantes de asilo. Lo es, en tanto que señala que todo intento de llegada a la frontera polaca lo es como consecuencia de una guerra híbrida urdida por Rusia o Bielorrusia y que, por tanto, las vidas de las personas que son utilizadas para ello no tiene valor y, por tanto, son prescindibles. Y lo es también, porque parapetándose tras la amenaza de Putin no hace sino reforzar un relato excluyente y etnoesencialista vulnerando derechos fundamentales de las personas que, por si alguien lo duda, forman parte también del Estado de Derecho.

El ejemplo de Polonia es relevante porque en este caso vemos la hoja de ruta por la que quiere transitar el grueso de la UE. Y ese camino no es otro que el de dar prioridad a las cuestiones securitarias y de la defensa, por delante de los valores recogidos en el artículo 2 del Tratado de la UE o de la Carta de los Derechos Humanos. Todo ello, por supuesto, con la excusa de la protección de las democracias frente a las injerencias externas. Pero cada paso que se dé en esa dirección laminará aún más a las democracias que dice defender. Los vientos son favorables a estos discursos, pero quizás, cuando se quiera reaccionar ya no quede ninguna democracia que proteger.

Donald Tusk representa la UE que defiende Meloni, que defiende Le Pen, entre otros. Es una Europa que se construye frente al enemigo ruso sin importar todo lo que deja enterrado a su paso. Es una verdadera reconstrucción de la identidad europea muy alejada ya de la defensa del Estado de Derecho, de los derechos de las minorías, y de la propia definición de los que son las sociedades democráticas. Si Donald Tusk es un verdadero europeísta quizás haya que redefinir ese término.

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