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Desprendimiento en Asturias: más que un argayu, un aviso

Alfonso Estébanez Aldonza

El domingo diez de noviembre, a eso de las diez de la mañana, se producía a la altura del túnel de Entrerregueras, en la autopista del Huerna, ya en territorio asturiano, un deslizamiento parcial de la ladera de la AP-66. El accidente geológico, conocido en asturiano como "argayu" o “fana”, recordó de una manera súbita la fragilidad geotécnica de esta región montañosa de la Cordillera Cantábrica. La interrupción de la circulación de vehículos en este punto clave ha generado preocupaciones no solo en términos de interrupción de la comunicación, sino también en lo que respecta a la seguridad de las infraestructuras viales montañosas. 

Comentar que la zona afectada se caracteriza por un terreno predominantemente formado por lutitas, pizarras y areniscas, dispuestas en estratos subverticales y que, con el tiempo, tanto el propio macizo rocoso como las medidas de sostenimiento dispuestas, van sufriendo un progresivo deterioro que puede derivar en este tipo de incidentes, sin mediar un elemento desencadenante concreto. La razón principal de este deslizamiento, por tanto, se encuentra en las condiciones intrínsecas del terreno: un continuo proceso de meteorización que ha debilitado las discontinuidades naturales de la roca, haciéndola más susceptible a los deslizamientos, especialmente tras episodios cíclicos de lluvias intensas que saturan el terreno y disminuyen la cohesión entre los estratos. Estos episodios no se han dado en las últimas fechas, pero su acumulación en el tiempo, sumado a un talud que se encontraba al límite de su equilibrio, es sin duda el combinado perfecto para una eventualidad como esta. 

Este fenómeno ha saltado a los medios como un hecho aislado, pero no es otra cosa más que un indicativo de la degradación paulatina que sufren este tipo de laderas en vías de comunicación construidas ya hace décadas, y que aparentemente no avisan de su aumento de fragilidad. La meteorización rocosa, la alteración de los elementos que condicionan el equilibrio del talud, unido seguramente a la erosión en zonas clave del mismo, han afectado su estabilidad, lo que ha facilitado el desprendimiento de material en forma de un "argayu" de grandes dimensiones. La exposición prolongada a los agentes atmosféricos ha reducido la capacidad de la roca para mantenerse lo suficientemente unida en sus planos de fractura, como para que se mantenga estática. 

Este deslizamiento en Telledo debe tomarse como un claro aviso de la montaña. No se trata de alarmismo, sino de una llamada de atención para llevar a cabo un análisis más exhaustivo del estado de las laderas

Un incidente geotécnico de este calibre y en una vía de tanta importancia tiene un impacto inmediato en la comunicación vial; como consecuencia, impulsiva y erróneamente, puede considerarse que el camino es actuar con urgencia para retirar el material deslizado y restablecer la circulación. No obstante, las labores de excavación deben llevarse a cabo con el máximo cuidado. Una retirada precipitada y desordenada del material puede agravar la situación, y provocar nuevas inestabilidades que pondrían en riesgo tanto la seguridad de los trabajadores en estas labores como la integridad de las áreas adyacentes de la infraestructura. Es crucial resaltar que las zonas críticas para la intervención prioritaria se ubican en la base del deslizamiento. Iniciar excavaciones en estos puntos sin un plan detallado y adecuado podría desestabilizar el talud recién formado, ocasionando desprendimientos adicionales en cadena.

Sin querer ser excesivamente técnico, el modo óptimo de abordar el problema consiste en iniciar la retirada del material desde la parte más exterior del deslizamiento y, cuanto más arriba en el talud, mejor. Este enfoque permite reducir la carga sobre los puntos críticos en la base y evita comprometer la estabilidad global de la ladera. Además, para minimizar riesgos, es esencial implementar un monitoreo geotécnico en tiempo real para detectar movimientos potenciales durante las labores de despeje.

Este deslizamiento en Telledo debe tomarse como un claro aviso de la montaña. No se trata de alarmismo, sino de una llamada de atención para llevar a cabo un análisis más exhaustivo del estado de las laderas, tanto en Asturias, que tiene una enorme cantidad de carreteras y vías férreas excavadas en la montaña, como extensible a toda infraestructura de montaña en otros lugares. Los argayos seguirán produciéndose con total seguridad en el futuro, pero detectar este riesgo y adelantarse a sus consecuencias es algo más que conveniente. Es fundamental apostar por esta “geotecnia preventiva”, y realizar inspecciones periódicas que permitan detectar debilidades en los taludes antes de que se conviertan en problemas graves.

Valga este incidente como punto de inflexión para comenzar a implementar medidas preventivas que incluyan un aumento en la frecuencia de inspección, la comprobación de los sostenimientos instalados e, incluso, la mejora de los sistemas de drenaje, con el objetivo de reducir la entrada de agua en el terreno, y en su caso optar por el diseño de refuerzos permanentes adicionales, como muros, bulonados adicionales y/o redes de contención en las zonas identificadas como de alto riesgo. Las inspecciones geotécnicas regulares son clave para proyectar intervenciones preventivas que garanticen la seguridad de esta infraestructura crítica.

La montaña ha dado una lección a futuro que ayude a implementar procedimientos que permitan auscultar de un modo continuo taludes de riesgo, y que el potencial siguiente deslizamiento pueda ser detectado con anticipación suficiente como para actuar antes de que se produzca.  

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Alfonso Estébanez Aldonza es ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, especialista en geotecnia y obras subterráneas, y colaborador de la Fundación Alternativas.

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