Venezuela
La niebla en Venezuela
Decía Samuel Johnson que en ocasiones, cuando la niebla de una controversia es muy espesa, no resulta fácil descubrir la verdad. Si el conflicto entre individuos se prolonga por mucho tiempo resulta difícil determinar quién lo inició, pues cada hecho está oscurecido por la distancia, por el interés y por las multitudes.
Acabo de llegar de Venezuela y me encuentro este mensaje de una amiga de ese país que trabaja en Inglaterra: “Hola Fernando, ¿ya estás de vuelta en Madrid? Te hago una pregunta absurda, viniendo de alguien de allá: ¿sabes qué pasa en Venezuela, de verdad? Leer los periódicos de lado y lado es un ejercicio cada vez más esquizofrénico. La gente me pregunta, y yo la verdad, ya no sé qué decir”.
Repaso twitter y encuentro a Ramón Lobo planteándose la misma duda: “Dos puntos de vista militantes; uno anti Capriles y otro antiChávez #Venezuela ¿Y la realidad?”
En Venezuela la niebla es espesa y la verdad hace tiempo que dejó de ser importante. Si cruzas Caracas de extremo a extremo, desde La Piedrita hasta Petare, pero haciendo escala en Chacao y Altamira, observas realidades tan distintas y tan incomunicadas (y no hablo del transporte), que comprendes que solo el ejercicio coordinado de voluntad de algunas personas que ocupan sitios clave (en la política, en los medios de comunicación, en los colectivos sociales, en las empresas…) podrá reducir ese abismo en que se han convertido las diferencias entre los venezolanos. Se juegan mucho en ello.
Es muy difícil porque todos tienen munición, pueden hacer uso de ella, y tienen sus motivos (algunos de ellos falsos e interesados) para hacerlo. ¿Qué hacer, entonces?
De entrada, realizar un ejercicio comparativo de los argumentos y motivos para el cabreo de chavistas y antichavistas es, a estas alturas, inútil. Y no solo porque ambos han compartido la dudosa estrategia del uso excesivo de los discursos gruesos y desproporcionados, de las medias verdades y las mentiras obscenas nunca rectificadas. De parte y parte se ha abusado de unos medios de comunicación (el gobierno de los públicos, la oposición de los privados) cuya parcialidad y sectarismo atenta, como mínimo, contra los principios básicos del derecho a la información y el respeto a los ciudadanos. Oficialistas y opositores han encontrado el modo de boicotear las acciones electorales de los otros, desde los sabotajes eléctricos de unos para provocar apagones y sensación de desabastecimiento, hasta el amedrentamiento motorizado de los otros, pasando por el lanzamiento (por las dos partes) de bombas lacrimógenas en medio de las concentraciones de apoyo a los candidatos. Podrían ponerse muchos más ejemplos, y observar cómo en cada ámbito unos se han esmerado más que los otros, dependiendo en cada caso de las capacidades personales y materiales de que disponían.
¿Significa esto que considero que ambos bandos están en tablas? Personalmente, no lo creo. Creo que hay que partir de algo fundamental que todavía no ocurre de verdad en Venezuela, y es el reconocimiento de la legitimidad del chavismo. Por muy discutible que sea para algunos el período de gobierno de Hugo Chávez, es falso que sea o haya sido una dictadura. Porque si aplicamos los criterios que algunos le atribuyen para llegar a esa conclusión, probablemente tampoco algunos países europeos y americanos (indiscutidos) pasarían el corte. Así que habría que dejar de atacar por ahí.
Mas allá de la discusión sobre la cubanización del país (que sin duda existe, pero ¿es peor que la sumisión a los intereses de EEUU?; depende de quien lo valore, así que en último término es una opción de gobierno a considerar por los venezolanos en las urnas). Más allá de la opinión sobre el descalabro económico del que responsabilizan a Chávez (pero que, en cualquier caso, en la medida que exista, ni de lejos es peor que el que sufre, por ejemplo, España). Más allá de la crítica en torno a la inconsistencia de la efectividad y solidez de los derechos sociales obtenidos (cuya gestión y futuro será más que discutible, pero cuyos números a día de hoy han sido avalados por instancias internacionales serias). Más allá de los argumentos sobre la violencia e inseguridad creciente, sobre la corrupción y el enchufismo… Más allá de toda la crítica más o menos fundada que pueda realizarse a un gobierno como el de Chávez, de todos los excesos e incoherencias de los que adolece (¿de verdad más insoportables que los de otras democracias liberales americanas y europeas?), debe partirse de que éste ha sido y es un gobierno democrático y legítimo.
Maduro es investido presidente entre las protestas de la oposición
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Por lo tanto, hay que ir a la base. Y la base es que las elecciones presidenciales venezolanas han dado la victoria a Nicolás Maduro, aunque sea por un margen pequeño de votos, aunque sea duro para los perdedores. A partir de aquí, si la oposición no acepta eso (y no es una oposición cualquiera, “libre de todo pecado”, pues en ella están representados muchos de los que participaron directa o indirectamente en el golpe de Estado de abril de 2002, responsables también de la polarización que sufre el país); si no acepta eso, el resto del conflicto vendrá por añadidura.
Ha habido al menos siete muertos desde el día de las elecciones, y la tensión crece. Capriles debería aceptar los resultados, no encender a sus votantes sino calmarlos y quedar a la espera del recuento aceptado por el Presidente Maduro. Éste, como gobierno, debería mostrar la fuerza y legitimidad que le da el poder democrático, no aumentando la espiral de violencia verbal, y debería, en un ejercicio de responsabilidad institucional, enfriar el conflicto. Después, unos deberían gobernar y otros hacer oposición, lealmente, con los instrumentos que la Constitución de 1999 pone a su alcance (entre los que por cierto se encuentra el revocatorio presidencial, a activar dentro de dos años). Será ésta la única manera de dejar atrás la espesa niebla que amenaza con hacer encallar uno de los países más bellos y admirables de América Latina.
¿Se han preguntado alguna vez quién de los dos villanos del Duelo a garrotazos de Goya tiene razón? No lo hagan. El esfuerzo en tratar de encontrar la respuesta debería ser utilizado para quitarles las armas, liberarles de su prisión mental y ponerlos a hablar