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Very serious people contra Podemos

En política, el adjetivo más utilizado durante estos años de crisis ha sido sin duda el de “populista”. No sólo en España, sino en todo el mundo desarrollado. Aquellos grupos que se presentaron a las elecciones europeas defendiendo posiciones críticas con la arquitectura institucional de la unión monetaria recibieron el calificativo de “populistas” por parte del establishment mediático y político de la UE. En nuestro país, Artur Mas es un “populista”, pues ha tenido la ocurrencia de querer convocar un referéndum sobre la independencia de Cataluña. Y, por supuesto, todas y cada una de las propuestas de Podemos son “populismo” en estado puro.

Un análisis extenso y en profundidad de la acusación indiscriminada de “populista” es el que publicó Marco D'Eramo en New Left Review (aquí en inglés). Harían bien en leerlo quienes emplean la palabra con tanta alegría, pues muestra que el término es un recurso manido y perezoso ante cualquier propuesta que amenace el statu quo. Su uso es un buen termómetro del temor de nuestra clase dirigente. Cuanto más recurren al término los políticos, periodistas y analistas, es porque más miedo tienen de perder el control de la situación. La renta básica universal, la restructuración de la deuda, la salida del euro, la crítica al Banco Central Europeo…todo es”populismo”. Da igual que la idea de la renta básica universal tenga una historia de varias décadas y haya sido debatida intensamente por filósofos y economistas. O que la restructuración de la deuda la defiendan Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff o Daron Acemoglu y James Robinson, por citar solamente a economistas ortodoxos y consagrados. Si Podemos adopta estas propuestas, inmediatamente se transforman en “populistas”.

Lo más interesante del caso es que quienes andan todo el día con la palabra “populista” en la boca son quienes han propiciado que surja un partido como Podemos. En efecto, la mayoría de nuestros políticos y analistas, que acogieron con entusiasmo las políticas de austeridad que nos han conducido a la situación calamitosa en la que nos encontramos, han creado el caldo de cultivo preciso para el surgimiento de una fuerza radical que se propone acabar con “el régimen de 1978”. Muchos de ellos han ido rectificando lentamente (siempre a remolque de los acontecimientos y de la opinión dominante), a medida que se hacían demasiado evidentes los efectos devastadores de las políticas europeas de austeridad. Por fortuna, las palabras no se las lleva el viento. Ahí quedan, flotando en Internet, para quien quiera recuperarlas. Recuérdese, era el momento en que nuestros “very serious people” (la genial expresión acuñada por Paul Krugman) decían con semblante grave que había llegado el momento de ser valientes y hacer reformas impopulares pero necesarias, que el verdadero hombre de Estado es el que deja de lado la opinión pública, que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades, que España era un país imposible e incluso que lo mejor que nos podía pasar era que nos intervinieran las instituciones europeas.

Sirva como ejemplo aquel tremendo editorial del diario El País El País tras el primer ajuste, el de mayo de 2010, en el que, con indisimulado alborozo, decía que el presidente del Gobierno había dejado de ser “ZP” para ser “Zapatero el estadista” (aquí): por fin hacía los recortes “necesarios”.

Los very serious people apoyaron el recorte de las pensiones, la desregulación del mercado de trabajo y el rescate del sistema financierovery serious people, pero no reclamaron medidas enérgicas en la lucha contra el fraude fiscal, ni contra los desahucios, ni exigieron políticas de urgencia con las que combatir la pobreza y las situaciones de exclusión y marginalidad. Y ahora se extrañan y se escandalizan de que surja un partido como Podemos, cuando fueron ellos quienes más hicieron para provocar su aparición.

Ya han creado su némesis. Y ahora que Podemos puede ser la tercera o la segunda fuerza política en apoyo electoral, han sacado la artillería pesada. Que si son criptoleninistas, que si son populistas, que si no saben de lo que hablan… Cuanto más insisten nuestros “very serious people” en desacreditar Podemos, más simpático le resulta el partido a tanta gente harta de los errores, sesgos y ceguera de nuestra clase dirigente.

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Resulta bastante cómico el terror al populismo que se ha instalado en las élites del país. Como si el problema más grave que tuviese la democracia española fuera la amenaza populista y no, justamente, su reverso, la impotencia democrática, la incapacidad de los gobiernos para hacer políticas económicas que nos saquen del agujero y que reviertan las condiciones de injusticia que ha generado la crisis.

Recordemos la situación en la que nos encontramos: el futuro de la eurozona depende del gobernador del Banco Central Europeo, una autoridad no electa que no responde de sus actos ante la ciudadanía y que suele actuar a favor de los acreedores y de los intereses financieros. La competencia del BCE es la política monetaria, pero el BCE se inmiscuye con frecuencia en asuntos fiscales y exige a los Estados que realicen “reformas estructurales”. La Comisión Europea, una institución tecnocrática, sigue sin admitir que las políticas económicas pro-austeridad que ha promovido durante los años de crisis han sido un fracaso completo. Varios países de la eurozona están intervenidos. La desigualdad ha aumentado espectacularmente en los países periféricos del área euro, especialmente en España. La ciudadanía percibe que no hay gran diferencia entre elegir un partido de uno u otro signo, pues sea quien sea el partido ganador, tendrá que someterse a las directrices de las instituciones tecnocráticas y carentes de legitimación democrática de la UE.

Este es el panorama que nuestras élites han asumido de forma acrítica. Que les preocupe tanto el riesgo “populista” es la mejor demostración de que no se han enterado del problema real. La verdadera causa de nuestras dificultades radica en el vaciamiento de la democracia a nivel europeo en beneficio de la tecnocracia económica. Lo que impulsa el crecimiento de Podemos es precisamente dicho vaciamiento. Si quieren combatir a esta nueva fuerza política, lo mejor que pueden hacer es olvidarse de las acusaciones de “populismo” y empezar a corregir las lacerantes injusticias en el reparto de los sacrificios de la crisis. Pensaban que la gran transformación que está sufriendo España durante la crisis no iba a encontrar resistencia, pero ha surgido un “brote rojo”. Hablando de “populismo” no acabarán con él.

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