Caníbales

Cuando digo no, me siento libre

Es lunes. Hace calor. Grecia ha dicho no. Varoufakis ha dimitido. En la radio seria hablan de lo bueno que está en camiseta y de lo pesadillesco que sería ver a De Guindos en el mismo estilo (o sea, luciendo el cuerpo). Hablan, también, de lo importante que es decir no.

Me agobia esa radio y me agobia el dolor propio y ajeno, así que paro el coche. Aparco delante de una terraza cercana al Instituto de Empresa, donde los estudiantes privilegiados de un máster del “SÍ” consumen cafés carísimos y mantienen una tertulia mucho más inteligente.

Hablan en inglés y dicen que el miedo ya no asusta (lo mismo que afirma también Antoni Gutiérrez Rubí, aquí). Detecto un acento mexicano, otro alemán, un tercero indio y un cuarto directamente indetectable. Además, dos franceses, y un americano.

Fuman casi todos, eso sí. Que nos han vendido que los jóvenes son más listos que nosotros pero fuman.

El caso es que hablan de Tsipras y pronuncian la palabra “dignidad”.

- El que presta a quien sabe que nunca podrá devolver, ¿qué espera exactamente?- pregunta uno.

- Humillarlo, esclavizarlo, hundirlo- contesta el indio, su carga de dolor.

- O sólo demostrar poder- sentencia el que no tiene acento.

Son, casi todos, hijos de la troika, pero también han hablado de “personas” y no de súbditos, así que igual matan al padre, a los padres, como recomendaba Freud, y nos salvan. En el momento en que empiezan a hablar de Podemos y de si podía pasar en España, un perro de los de bandera de España en el collar, empieza a ladrar para acallarlos, a volumen de tertulia televisiva, y apenas me deja oírlos.

El alemán habla de Alemania:

- Los alemanes son quienes más han contribuido a la web del zapatero.

(hay algo despectivo en cómo pronuncia la palabra zapatero, pero también mucho respeto. Yo, desde luego, siento sólo respeto por este británico que, al menos, lo intenta y lleva ya casi dos millones de euros recaudados para Grecia).

Otro dice que él no lo pilla:

- No lo entiendo: que prestes dinero a un país al que desprecias, que los putees y esperes agradecimiento.

- Eh, no te pongas así -dice el alemán- que los griegos han votado y tampoco saben cuál es el siguiente paso. Si te quedas sin marcha atrás delante de un precipicio, ¿qué haces?

- No saben el qué, pero sí saben el cómo: con dignidad.

Si hablaran español igual les vendría bien escuchar aquella última entrevista de Sampedro con Évole, esa en la que decía "En mi hambre mando yo" y muchos contestaban: “manda, manda, pero mandar no te va a quitar el hambre”.

Siete chavales con sus mochilas y su inglés de negocios. Siete chavales con empatía. Vuelvo al coche y en la radio han conseguido reunir a gente que ha dicho que no a puestos de trabajo, a parejas millonarias, a carreras en el cine. Lo que no han encontrado es a alguien que haya dicho que sí a pasar el hambre.

En la radio hablan, como hablábamos mi amiga Zoe y yo hace casi veinte años, de saber decir que no. Ella leía un libro de autoayuda (el primero que vi en mi vida, aunque nunca he leído ninguno y así me va) que se llamaba Cuando digo no, me siento culpable. Yo aprendía a responsabilizarme de mis decisiones. Las dos confiábamos en que si brillábamos, el mundo nos devolvería luz.

Como los griegos. Pero Grecia está en una caverna y nosotros sólo somos espectadores que flipamos con lo bueno que está Varoufakis (una y otra vez, en bucle, por todos lados “lo bueno que está Varoufakis”), con su dignidad, con su moto y con su perfil de twitter.

Al final, los griegos están solos.

Mis clásicos contra tus clásicos

Como cualquiera de los que no hace concesiones.

Es fácil, además, convencerse de que los adocenados son mediocres, pero no es cierto: también hay gente que sólo se puede permitir el lujo de ser pragmática. Y no es poco. Yo no sé –y debo ser casi la única en mi TL de Twitter– qué deberían haber votado los griegos. Y sí sé que, por mucho que lo dijera Maquiavelo, a la Troika no le conviene ser temida y a Europa, seguro, le conviene ser amada.

Se levantan los estudiantes y yo rezo por ellos (al dios que no cree en el infierno, que es el que nos gusta en casa): "Igual hoy no, que es lunes y deben centrarse en los estudios del ‘SÍ’; pero espero que esta semana estos siete valientes hijos de la troika, encuentren en las noches de Madrid una mujer o un hombre al que decirle a todo que sí. Al menos unas horas. Al menos hasta que amanezca".

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