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El Banco de España da la razón a Podemos

Alejandro Inurrieta

La publicación de la Encuesta Financiera de las Familias por parte del Banco de España (2011-2014), aunque muy alejada en el tiempo y con carencias en su metodología, pone de manifiesto que la crisis ha supuesto una clara agresión para las rentas más bajas y también para los más jóvenes.

Esta conclusión ha sido el banderín de enganche que ha utilizado Podemos en España, pero también en otros países, para reducir el espacio electoral de la socialdemocracia hasta niveles no vistos en España desde la restauración de esta democracia de tan baja calidad. Este hecho objetivo, negado hasta la saciedad por grandes economistas y tertulianos, ha permitido que una gran parte de este electorado se haya sentido identificado por un discurso radical hacia un modelo de acumulación capitalista que permite y fomenta el elevado desempleo entre las rentas más bajas y entre los más jóvenes para disciplinar la propia sociedad.

La sociedad que sale de esta crisis revela una profunda división entre percentiles de renta, entre generaciones y entre clases activas y clases pasivas, lo que sin duda va afectar a la cohesión social y a la dinámica de formación de hogares. Pero fundamentalmente lo que deja es una profunda crisis social y política ya que esta parte de la población que se ha quedado completamente atrás no tiene un canal de representación política y social, tras el espectáculo que estamos viendo en las filas de Podemos, por no hablar de la irrelevancia mostrada por el PSOE que ha perdido toda representatividad entre estos colectivos.

Pero lo que realmente debe hacer reflexionar a los gestores de la política pública es cómo piensan restituir un mínimo de equidad social para devolver la esperanza en el sistema a todos los que se han quedado fuera, tras ver cómo el discurso de defensa de la igualdad y la puesta de manifiesto del profundo desprecio hacia las rentas más bajas, eran descalificados por gran parte de la clase política y mediática como populista o bolivariana. La desesperación de esta fracción de población, los menores de 35 años y las rentas más bajas, ha sido la que ha aupado, sin duda, a Podemos y ha hundido al PSOE y también en parte al PP. Por tanto, las fuerzas políticas tradicionales deben retroceder en el tiempo y armarse de valor para poder cambiar la situación, si es que quieren volver a tener el monopolio del poder entre los dos.

En esencia qué nos dice la Encuesta Financiera del Banco de España. Más allá de las carencias de la propia encuesta, la renta se refiere al año 2013 y la riqueza al 2014, y las malas estadísticas de salarios en España, así como las de tenencias de activos financieros, los principales resultados son dramáticos. Por un lado, la renta media agregada se reduce un 12,1% respecto a 2011. La riqueza acumulada retrocedió un 22% en la mediana, y un 7,7% la media, lo que da muestra de la gran dispersión entre estas cifras. Pero este descalabro no ha sido homogéneo entre los afectados.

Las diferencias más acusadas se producen cuando se analiza la cartera de activos entre las rentas altas y las rentas bajas. Entre los percentiles más bajos, el principal activo real es la vivienda, careciendo de activos financieros, ya que el único ahorro que atesoran es la vivienda en propiedad, que en el conjunto del país alcanzaba más del 80% de la muestra con vivienda propia, un atraso conceptual. Por el contrario, las rentas más altas han visto cómo sus activos financieros aumentaban su valor en más del 20%, mientras que el precio de la vivienda, mal medido, pero no hay solución, descendía un 20% en el periodo 2011-2014. Este proceso de separación de fuentes de atesoramiento de riqueza entre rentas altas y rentas bajas explica por qué hay tanto interés

Dado que la crisis se ha cebado con jóvenes, mayores de 45 años y autónomos, la formación de hogares se ha desplomado, más de 200.000 en 2011 y apenas 76.000 en 2014. Esta disfunción tiene visos de cronificarse porque a la reducción de salarios estructural que la reforma laboral ha instaurado, la volatilidad del propio empleo y la incertidumbre sobre el futuro, pueden acrecentar el drama de la demografía y la baja natalidad, que presionará el grave problema de las pensiones.

Pero esta crisis ha traído otro factor diferencial que ha sido el trasvase de rentas desde la generación de jubilados hacia los más jóvenes, a pesar de la pérdida de poder adquisitivo de los más mayores, tras la implantación de los copagos. Pero los jubilados están viendo cómo la cuantía de la pensión de entrada es mucho más elevada que el salario inicial de los nuevos entrantes en el mercado laboral. A ello hay que unir la regularidad de la percepción de las pensiones, aunque no hay que olvidar que más de tres millones de pensionistas cobran pensiones por debajo de los 450€, según los datos de la Agencia Tributaria. Esta solidaridad intergeneracional es el auténtico estabilizador automático que ha permitido a muchos hogares no caer más en la exclusión social.

La herencia de todo esto alumbra una sociedad algo diferente respecto a 2011, aunque la tendencia y los principales errores no cambian drásticamente. Por un lado, entre los jóvenes disminuye el peso de la vivienda principal, del 51% al 46% del total de activos. Pero también se han reducido las viviendas secundarias, los negocios propios, lo que sin duda muestra la caída de la riqueza global.

Pero en el apartado de deuda, también se aprecia la desigualdad y la vulnerabilidad de las rentas más bajas. El conjunto de deudas representaba en 2014 un 12,5% del total del valor de los activos. Del conjunto de deudas, el 68% se debía a la compra de la vivienda principal, siendo este endeudamiento mayor entre los percentiles de renta más bajos. En 2014, el peso de la deuda de la vivienda principal aumentó su participación en el total de la deuda, del 63% al 68%, lo que explica también el esfuerzo de los hogares más pobres para poder hacer frente a los pagos. Es decir, el propio sistema fomenta el endeudamiento entre las rentas más bajas como anclaje para evitar desórdenes públicos y garantiza que el esfuerzo para hacer frente a los pagos será ímprobo, lo que beneficiará a un mercado financiero que se ha cebado con el escaso conocimiento financiero de estas clases bajas.

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En resumen, la crisis ha logrado lo que se pretendía. Las rentas más altas han visto engordar su patrimonio, gracias a los rendimientos financieros que han sido manipulados e inflados por los bancos centrales a los dos lados del Atlántico. Los hogares más pobres han visto reducir su riqueza, y por ende su capacidad de negociación ante las entidades financieras, pero también su renta, lo que les deja en muchos casos para siempre al borde de la exclusión social. El endeudamiento se ha ensañado sobre todo entre jóvenes y hogares más pobres, lo que les hace ser más vulnerables y dóciles ante este cambio estructural. A cambio de todo esto, las rentas de los jubilados han permitido sostener a los hogares más jóvenes, lo que sin duda ha hundido el número de hogares creado. Esta anomalía explica también el sentido del voto en España. Los más mayores se han asentado en los pesebres de los partidos tradicionales, especialmente en los caladeros del PP, mientras que los colectivos más jóvenes se han lanzado a encumbrar a Podemos, al verse identificados con un mensaje radical sobre la gravedad de la afrenta contra este colectivo. Por fin un estamento como el Banco de España, consagra, con malos datos, que en España la desigualdad ya es crónica y estructural y los jubilados con pensiones medianamente dignas son los garantes de la paz social.

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* Alejandro Inurrieta es economista

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