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Literatura

Gloria Fuertes: roja, 'queer', punk y feminista

La poeta Gloria Fuertes en 1966.

Cuando murió Gloria Fuertes (Madrid, 1917-1998), los telediarios la recordaron como la autora de "Un globo, dos globos, tres globos". Eso descubrió con tristeza su amigo el también poeta Luis Antonio de Villena, y redescubrió su fan número uno —"Mi mejor amiga es Gloria Fuertes. No la vi en persona jamás", dice—, el escritor Jorge de Cascante, cuando comenzó a investigar para el homenaje que se traía entre manos. Se trataba de El libro de Gloria Fuertes (Blackie Books), un volumen de 450 páginas que reúne algunos de sus poemas, fotografías, notas manuscritas, dibujos, cartas y anécdotas recuperadas por sus amigos y conocidos. El volumen se une a Geografía humana y otros poemas (antología al cuidado de De Villena en Nórdica) y Me crece la barba (Reservoir Books), una exposición sobre la autora (Centro Cultural Fernán Gómez en Madrid), y el bautizo de una plaza de Lavapiés con su nombre. El centenario de su nacimiento ofrece la oportunidad de acercarse a la poeta sin esa pegadiza melodía, "la vida es un globo que se me escapó", en las orejas. 

De Villena la define con cuatro adjetivos, "humilde, solitaria, doliente, lesbiana", a los que podrían sumarse fácilmente otros cuatros más de batalla: roja, queer, punk y feministaqueer. No muchos de esos atributos se traslucían en sus escritos para niños, pero todos están en su vida y en su obra. "Escribo para niños para comer. / Escribo para mayores para vivir. / Escribo poesía porque no puedo evitarlo / y escribo testamentos por si me pasa algo", confesaba. "Hoy, cuando la gente menciona su nombre suele ser porque están hablando de algo que les da risa o que consideran ridículo y usan a Gloria como un lugar común de la broma. Cuando escucho a alguien infravalorarla o tomársela a broma pienso que no se puede estar más perdido", escribe entre ofendido y decepcionado De Cascante. Un mundo que no comprende los versos de Fuertes es un mundo que no merece ciertas cosas. 

La labor del escritor, realizada con un mimo poco frecuente en el ponedero del mundo editorial, es mitad labor de evangelización, mitad obsesión personal. Ha incluido en su antología poemas de 32 libros, ha rescatado 10 piezas inéditas y entrevistado a más de 30 personas que la quisieron, frecuentaron o conocieron. Ha rebuscado en los fondos de la Fundación Gloria FuertesFundación Gloria Fuertes y seleccionado, entre la colección de Ismael Peña Poza, los objetos de la escritora que aparecen fotografiados en el volumen. Sus gafas, su última máquina de escribir, sus mecheros (solo fumaba tabaco marca Bisonte), sus corbatas, imágenes enmarcadas de Phyllis Burrows Turnbull, la mujer con la que pasó 16 años, hasta la muerte de esta, y que sería el amor de su vida. 

Ahora, amigos y lectores podemos hablar de la homosexualidad (o bisexualidad: en su juventud tuvo al menos tres novios conocidos) de Gloria Fuertes sin mayor reparo. En vida, eso no fue posible. Lo contaba Vicente Molina Foix en un artículo escrito tras su fallecimiento. En una entrevista, ella le contó una anécdota que ya se ha hecho famosa: "Fui al metro decidida a matarme. Pero al ir a sacar el billete ligué, y en vez de tirarme al tren me tiré a la taquillera". Moix rememora: "Cuando me harté de reír, le pregunté: '¿Puedo contar esto, Gloria?'. 'No. Ahora no. Yo vivo de mis libros infantiles, y estas cosas podrían asustar a los padres, que son los que los compran".

Pese a eso, Fuertes vivió una vida amorosa y sexual más bien libre, teniendo en cuenta la época. Incluso en su apariencia: se vanagloriaba de haber sido la primera del barrio en llevar falda-pantalón primero y pantalón después, adoptó la corbata como signo distintivo y jamás ocultó la desviación de la feminidad que suponía su aspecto. Su amigo el dramaturgo Francisco Nieva dijo de ella: "Era un compañero perteneciente a un tercer sexo divino que rompía con todo en aquella España de hierros y caspa, y el resto la mirábamos fascinados ante su aspecto y sus palabras, Rimbaud y Jarry habitaban en Gloria". La misma libertad se traslució en sus versos. Desde el título de un poema publicado en 1981, "Todas las efes tenía la novia que yo quería", hasta los versos de "Lo que me enerva": 

 

Lo que me enerva es,saber que estás de paso,y aun así,no acariciar bastanteatardeceres cuerpos,risas,manos,muslos,senos,hombros,brazos.Y no acariciar bastantela vida en vano.

Ella misma hablaba de su batalla feminista, más práctica, callejera y poética que teórica. De Cascante recoge su experiencia con el grupo Versos con Faldas, una tertulia de mujeres poetas —Gloria Fuertes prohíbe decir poetisa, y hace bien— fundado a principios de los cincuenta junto a María Dolores de Pablos y Adelaida las Santas, al que luego se sumaron escritoras como Ángela Figuera. "Yo lo único que hice fue inventarme el nombre, queríamos acabar con el ‘si me lees te leo’ tan típico de las tertulias de hombres que tanto nos ignoraban y que tan pocas ganas tenían de leer nuestros poemas, que ya entonces eran tan buenos o mejores que los suyos." En 1952, la Dirección General de Seguridad prohíbe las reuniones privadas con fines culturales, y se ven obligadas no solo a trasladar la acción a un teatro, sino a abrir el club a los hombres, que hasta entonces se quedaban en la puerta. 

"Aunque por entonces no lo pensábamos ninguna, visto ahora tengo muy claro que fuimos un verdadero grupo cultural feminista", defendía. Sus compañeros no las recibieron bien: instalaron un furbolín en las gradas y hacían como que jugaban durante los recitales para sabotearlos. La poeta vio clara antes que muchas la opresión a la que eran sometidas: "Una mujer, para que se la reconozca como escritora, pintora, investigadora o lo que sea, tiene que hacer veinte veces más que un hombre, tiene que ser una fuera de serie. No hay apenas mujeres reconocidas en ninguna profesión, pero el mundo está lleno de célebres hombres mediocres". 

La idea de la poesía que tenía Gloria Fuertes, recogida por Jorge de Cascante en un puñado de citas muy elocuentes, es la de una poesía efectiva, sin adornos, directa. La voz autodidacta y original de la escritora, poco amiga de sentimentalismos y recodos del habla, tienen la fuerza, el amateurismo voluntario y la poca vergüenza del punk. "Hay poemas técnicamente perfectos que no dicen NADA. Hay otros que parecen descuidados de forma, pero que dicen TODO", dijo. Y también: "Empecé a escribir como hablaba, así nació mi propio estilo, mi personal lenguaje. Necesitaba decir lo que sentía, sin preocuparme de cómo decirlo. (...) Luego he leído y leo a otros poetas, pero no pienso que me hayan influido, pienso que sigo como entonces: huérfana e independiente". 

Una independencia que le llevó a hablar de su "casa sin amo" y que se ve en su colección de chapas que se trajo de Estados Unidos, donde dio clases durante seis meses gracias a una beca Fullbright: "I'm not violent. Please help me stay that way" ("Soy no violenta. Por favor, ayúdeme a seguir así"). Y luego están los versos que podrían haber sido concebido para cualquier fanzine, o por las Vulpes, si nos ponemos: 

 

Sueño 13Pasé al beaterio.El beaterio es un cuartucho oscuroinfestado de beatas,frío, oscuro.Al entrar, tropecé y dije ¡coño!Una ráfaga de avemarías me ensordeció.—¡Pecado, pecado!¡Esa mujer trae el coño en la boca!

La misma irreverencia mostraba con la Iglesia que con el rey, a quien, republicana convencida, siempre llamó de tú y ante el que jamás se inclinó. Despreciaba el dinero —"El dinero es una droga, al que no tiene le ahoga"... aunque a su muerte se descubrió que había ahorrado hasta 100 millones de pesetas—, rechazaba la guerra, que vivió siendo niña, y se opuso a la bomba nuclear y a Vietnam. En Bucknell, la universidad de Pennsylvania en la que dio clases, convenció a sus alumnos de que rompieran las cartas que les llamaban a filas. Win Brickmeier, alumna entrevistada por De Cascante, rememora: "Dos veces, que yo recuerde, rompió a llorar al hablar de la dictadura de Franco y de cómo ella tenía que enmascarar su verdad en los poemas por miedo a las represalias". Sus versos, siempre irónicos y frecuentemente teñidos de gris, estaban también con quienes tenían menos que ella: 

Otros festivales, otra arquitectura

Otros festivales, otra arquitectura

 

Los hombres no supieronLos hombres no supieronque hubo hombres que escribieron para ellos.—Y esto es feo—.Ni siquiera el Alcalde de Berceoha leído de Berceo.No engañaros.Ningún pobre de América del Norte,ningún mineroha leído a Walt Whitman.Ningún compañero,ningún campesino,ningún obrero,ha leído a Blas de Otero.¡Neruda! Los esclavos de Chileno saben tus versos.Y los indios peruanos hambrientos,no saben quién fue César Vallejo.

Cuando murió, de un cáncer de pulmón, el 27 de noviembre de 1998, una manifestación recorrió Lavapiés en su honor. En su lápida, en el cementerio de La Paz, se leen sus versos: "Creo que ya lo he dicho todo, que ya todo lo amé". La dibujante Carmen Segovia, que ha creado un cómic a modo de epílogo para el libro, añade otro epitafio posible: "Gloria Fuertes nació en 1917 y murió en 1998. Vivió siempre sola y acompañada. A día de hoy, es un árbol". 

 

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