Historia

El bombardeo de Gernika fue una orden directa de Franco

Gernika, tras el bombardeo.

El 27 de abril de 1937, a las siete de la mañana, un telegrama llegaba a Roma. "El general Franco ha dispuesto una negación inmediata (...) denunciando el feroz sistema de los rojos de quemar y destruir todos los centros urbanos antes de retirarse", indicaban las fuerzas rebeldes al Ministerio de Asuntos Exteriores italiano. ¿Qué negaba el futuro dictador? El bombardeo de Gernika, que causó más de 2.000 víctimas mortales y que destruyó por completo el 85% de las viviendas de la villa vasca. Lo que querían ocultar los golpistas, culpando al ejército republicano, es que el día anterior entre 31 y 47 toneladas de proyectiles habían sido lanzados sobre la ciudad por la Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria italiana. Cuando se cumplen 80 años del ataque aéreo, el historiador Xabier Irujo pretende aclarar en su libro Gernika (Crítica) las zonas de sombra de un acto de guerra que se convirtió de forma inmediata en un símbolo del sufrimiento de los civiles en los conflictos modernos y en umbral de la Segunda Guerra Mundial. 

¿Quién ordenó bombardear Gernika? Irujo, tras una década de investigación en 35 archivos, tiene una respuesta clara: "Solo hay una respuesta posible a esta pregunta: Franco. Franco era el único que tenía potestad de ordenar el bombardeo de centros urbanos. Cualquier otra hipótesis carece de fundamento documental y responde en su caso a un debate generado por la literatura revisionista o reduccionista de este hecho histórico". El dictador jamás reconocería la responsabilidad de su ejército en la matanza que provocó la evacuación de 32.000 niños vascos. Este hecho se ocultó durante toda la dictadura, con versiones más o menos alejadas del mandado inicial del general, y ha emponzoñado toda la historiografía en torno al suceso. La demostración es que, hoy en día, la Wikipedia, principal fuente de consulta en Internet, sigue afirmando que Franco conoció la actuación de las fuerzas fascistas a posteriori. 

Convenientemente, no existen registros de las órdenes cursadas a lo largo del 26 de abril, cuando unos sesenta aparatos castigaron a Gernika con bombardeos y ametrallamientos durante casi tres horas y media. "La única razón de que no existan órdenes de bombardeo firmadas es que ni Franco, ni Mola, ni Kindelán querían firmar esas órdenes ni hacerse responsables de sus acciones", indica el historiador, director del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada. Es cierto que Emilio Mola era, en teoría, el jefe del Ejército del Norte, pero ocurre que el mismísimo Franco se había desplazado a Gasteiz para supervisar el frente vasco. Así lo indicaba su propia biografía hagiográfica Centinela de Occidente: "Franco permaneció en el puesto de mando del general Solchaga todos los días que duró la operación hasta ocupar Bilbao". "De facto", dice Irujo, "Franco asumía el control de las operaciones en Euskadi". El general jefe del Aire, Alfredo Kindelán, estaba por su parte a las órdenes directas del autodenominado Generalísimo. 

El historiador descarta también la idea de que pudieran haber sido las fuerzas de la Legión Cóndor quienes, sin el permiso de Franco, hubieran organizado el bombardeo por su cuenta. Irujo arguye que, por una parte, los dirigentes alemanes Hugo Sperrle y Wolfram von Richthofen estaban varios escalafones por debajo del general en la cadena de mando —respetada en las demás actuaciones—, y que el propio Richthofen escribió antes del ataque: "Nosotros tan solo podemos ayudar, aconsejar y presionar, pero no hacer cualquier cosa solos". "Resulta del todo irracional plantear la hipótesis de que una operación de bombardeo que supuso la utilización del 20% de los cazas y bombarderos a disposición de Franco pasara inadvertida a Franco, Mola y Kindelán", argumenta el historiador. 

Además, las órdenes de Franco habían sido claras. En noviembre de 1936, tras el bombardeo del puerto de Alicante, advirtió de que "no deberá en lo sucesivo realizar esta clase de bombardeos por propia iniciativa, sometiéndoles previamente a mi aprobación". Irujo subraya que Franco dice "mi aprobación" y no la aprobación del "cuartel general" o cualquier otra fórmula genérica. Eso se respetó en Girona o en Málaga, y está plasmado en numerosos documentos italianos y alemanes. ¿Por qué no habría de hacerse en Gernika? Hay otra prueba más definitoria: la traducción interesada que la jefatura del Aire española hizo de una carta de Richthofen. El alemán dice: 

 

La situación en tierra en el frente de Vizcaya el 26 de abril de 1937 que llevó a ordenar al mando del Ejército del Norte el bombardeo aéreo del puente pegado a Gernika por el Este [puente que quedó sorprendentemente intacto]... 

La traducción reza: 

 

La situación de las tropas en el frente de Vizcaya el día 26 de abril de 1937 a la que quedó subordinado el ataque aéreo era el siguiente...

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Los reporteros internacionales dejaron también testimonio de lo ocurrido. Noel Monks, del londinense Daily Express, fue el primero en llegar. Los supervivientes le hablaron de bombas y ametrallamientos desde el aire, que reflejó en su crónica. A la mañana siguiente, recibió un cable de su redactor jefe: "Berlín niega bombardeo de Gernika. Franco dice que no volaron aviones ayer a causa de la niebla. Queipo de Llano dice que los rojos dinamitaron Gernika durante la retirada. Por favor, verificar lo más pronto posible. Por favor, ¡verificar!". Monks volvió a regañadientes a lo que quedaba del pueblo para contrastar los datos de nuevo, sabiendo de sobra que Queipo de Llano mentía. Era el mismo que había anunciado por radio que la aviación nacional iba a dejar a Gernika "más plana que mi apellido"

Pero la dictadura se impuso, y durante décadas el bombardeo de Gernika fue un tabú, incluso más allá de 1945, cuando alemanes e italianos tuvieron que enfrentarse a la verdad de esta actuación. El pueblo de Gernika comenzó el proceso de recuperación de la memoria y de restauración en 1979, ya en la Transición. Pero el historiador apostilla: "El primer intento de enumeración e identificación de las víctimas mortales no se llevó a cabo sino hasta 1992, partiendo de los pocos testimonios y documentos que pudieron ser rescatados". Como testigos, los 129 supervivientes cuyo testimonio recogió el historiador William Smallwood en 1972, los que aún viven hoy —como Luis Iriondo, entrevistado por este periódico— y el escaso 1% de los edificios de la villa que se mantuvo intacto. 

 

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