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Bosques

Ecologistas ponen el foco de los incendios forestales en el abandono de los montes y la falta de prevención

Incendio de La Palma en agosto de 2016.

El incendio más mortífero de la historia de Portugal dejó este fin de semana un balance de al menos 64 muertos y más de 135 heridos. Las imparables llamas que avanzan en el país vecino son también la pesadilla que cada verano asola a los bosques españoles. Las catastróficas consecuencias que padece Portugal y la amenaza de caminar hacia el mismo escenario a este lado de la frontera obligan a repensar la situación actual en materia forestal. El abandono de los montes y la falta de prevención son, a juicio de ecologistas, las principales causas que, de no remediarse, seguirán dando rienda suelta a los incendios en territorio español.

Según el informe Dónde arden nuestros bosques, elaborado por la organización WWF en julio de 2016, el principal problema en España apunta directamente a los incendios, cada vez más grandes y destructivos. Hace dos décadas los grandes incendios forestales eran responsables del 27% de la superficie total afectada, mientras que en el periodo entre 2006 y 2015 el porcentaje se elevó hasta el 37%.

Lourdes Hernández, responsable del área forestal y de desarrollo rural para WWF, hace balance en conversación con infoLibre de los avances y las tareas pendientes de los últimos 20 años. "Venimos observando una disminución del número y superficie forestal afectada", en parte como consecuencia de una "mayor concienciación, y del progreso en materia judicial y fiscal". Además, continúa la experta, en los últimos diez años se ha registrado un descenso del 40% en el número de siniestros. La eficacia de los dispositivos de extinción, asimismo, alcanza el 67% del total del incendio antes de que arda una hectárea, y se ha logrado que la superficie afectada sea un 30% inferior respecto a la media de la última década.

Los datos positivos, sin embargo, no eclipsan una realidad que deja escaso margen para el optimismo. "Hace unos años el monte era usado, había bosques gestionados, se usaban los recursos y no existía un paisaje de tan alto riesgo", mientras que en la actualidad el paisaje se encuentra marcado por "bosques y masas forestales totalmente abandonados, bombas de relojería donde los dispositivos de gestión no son eficaces". En este contexto, los incendios que arrasan los bosques españoles se tornan "cada vez más grandes y más virulentos".

Deterioro y abandono

El responsable de la campaña bosques de Greenpeace, Miguel Ángel Soto, recuerda que desde los últimos "50 años hay una migración y vaciamientos del medio rural asociado a la pérdida de los usos tradicionales del monte". Con el éxodo rural se ha producido el fin de muchos aprovechamientos agrícolas y forestales, actividades que han gestionado tradicionalmente la biomasa de los ecosistemas forestales, tal y como apunta el informe de Greenpeace El verano que no queremos que ocurra.

En más de cinco décadas, la superficie matorral y arbolada ha aumentado, y una parte importante forma un continuo forestal de masas densas con gran cantidad de biomasa, algo que hace "extremadamente vulnerable" al territorio. En 2008, apunta el informe, sólo el 28,3% de la superficie forestal pública se encontraba sujeta a un proyecto de ordenación forestal o a un plan técnico de gestión, mientras que el porcentaje en los terrenos privados la ordenación se reducía al 6,1% de la superficie.

A ello hay que sumar el aumento del interfaz urbano-forestal. "Las viviendas, lo urbano, se introducen dentro del bosque, o el bosque crece cerca de las ciudades y pueblos", añade Soto, de modo que cada vez más gente vive dentro o pegada al bosque. Este hecho provoca que el riesgo de incendio sea mayor por la intervención humana, y que la extinción se complique por la presencia de personas. Tal y como recoge el informe de WWF, el 96% de los incendios se inician como consecuencia de la acción humana.

Factor humano y especies invasoras

La especulación jugó, tal y como señala Theo Oberhuber, especialista en biodiversidad de Ecologistas en Acción, "un papel importante hace varios años, en especial de 1996 a 2010 aproximadamente". El problema se solucionó con la modificación de la Ley del Suelo impulsada por la exministra socialista de Medio Ambiente Cristina Narbona, que introdujo la prohibición de construir en zona forestal hasta tres décadas después de un incendio. El objetivo era ·que no fuese rentable quemar un monte para construir, porque no te lo iban a permitir", recuerda Oberhuber.

En el año 2015, con el Partido Popular en el Gobierno, la normativa vuelve a modificarse y se establecen las bases para poder realizar cambios en el uso de suelos forestales afectados por incendios. Se trata, denuncia Oberhuber, de "un paso atrás que se agrava cuando hay comunidades autónomas como Madrid que introducen esa opción" en sus respectivas leyes autonómicas. Oberhuber no obvia la existencia de "sectores económicos y políticos interesados en poder construir en ciertas zonas forestales para desarrollos urbanísticos".

Pero la especulación no es el único fin que persigue la acción humana. "La quema de monte para obtener pasto y la quema de rastrojos", son algunas de las causas que se vienen repitiendo desde hace décadas, señala Oberhuber. "Generan la mayor parte de los incendios, bien porque no tienen autorización o porque sí la tienen y el fuego se descontrola", continúa el activista. El antídoto, añade, se construye "reclamando que exista una normativa más dura y campañas de administración del sector agrícola y ganadero".

Otro de los factores que más alarma ha generado tras el incendio de Portugal es el de la masiva presencia de pinos y eucaliptos. La orografía portuguesa que rodea la zona donde se iniciaron las llamas destaca por el protagonismo de estas especies. "Los eucaliptos arden bien y rápido, lo cual deteriora mucho el suelo y facilita problemas de erosión", subraya en conversación con este diario Oberhuber. La especie australiana, continúa el experto, "no es adecuada para el entorno", que debería caracterizarse por la prioridad de especies autóctonas más resistentes.

Galicia es buen ejemplo de ello. Durante las últimas tres décadas, la extensión del eucalipto en la comunidad gallega se ha multiplicado. Su crecimiento alcanza a día de hoy, según datos de la Consellería de Medio Rural, las 425.000 hectáreas, cuando las previsiones de la propia Xunta de Galicia para el año 2032 apuntaban a 245.000, cerca de la mitad.

Lourdes Hernández señala que, independientemente de las causas de los incendios, factores como la existencia de eucaliptos son determinantes en "la velocidad de propagación, porque el comportamiento del fuego depende del tipo de combustible". Por ello, cuando se trata de "especies autóctonas como la encina, el comportamiento y la virulencia no tiene nada que ver si nos vamos a Galicia, donde nos encontramos con plantaciones de eucalipto y pino, abandonadas, inflamables, con densidades muy altas que provocan incendios de copas prácticamente inabordables".

Prevención y gestión

A nivel estatal, el 80% de las inversiones en materia forestal son dedicadas a la extinción, frente a un 20% asignado a la prevención, tal y como denuncia Lourdes Hernández. Además, continúa la activista, "los conceptos que se financian como prevención no son tal, sino medidas de apoyo a la extinción como la habilitación de puntos de agua, de cortafuegos o de helipuertos". Hernández reivindica, además, la importancia de "inversiones reales en el medio rural", de forma que existan "estímulos fiscales" que eviten su abandono, ya que "hoy en día la profesión no es rentable".

Miguel Ángel Soto recuerda que, con la llegada de la crisis económica, los recortes "no sólo afectaron a la cultura, sanidad, educación y servicios públicos, sino que los medios de extinción no fueron renovados, quedaron obsoletos y se produjo una reducción de la plantilla". En materia de gestión forestal, lamenta el activista, "se produjo un debacle". El abandono y el escaso uso de los bosques y montes, unido a la no inversión, "generan un cóctel mortal".

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La realidad, continúa Soto, es que "lo forestal tiene poco peso en el PIB, no es como la pesca, la agricultura o la minería, sino que es un sector invisible", lo que se traduce en que "no da votos". Reclama, en este sentido, que se de "la relevancia que tiene el sector" en los Presupuestos Generales del Estado, ya que "la mitad del territorio español es forestal y una cuarta parte se corresponde con superficie forestal arbolada".

Otra de las lagunas que denuncian los ecologistas a nivel de gestión política apunta al escaso conocimiento y estudio de los territorios. "En España tenemos auténticos polvorines pero ni siquiera las conocemos con detalle", sostiene Hernández. La Ley de Montea obliga a cada comunidad autónoma a identificar las zonas de alto riesgo y a impulsar planes de prevención específicos "reales, activos y que incluyan la recuperación de usos y aprovechamientos". Sin embargo, no todas las comunidades han dedicado los esfuerzos suficientes a tal labor. Así lo denuncia WWF en su informe, y así lo recuerda Lourdes Hernández, quien denuncia que "la Comunidad Valenciana, poe ejemplo, califica todo su territorio de alto riesgo", algo que dificulta la búsqueda de soluciones porque no emplea criterios homogéneos, generaliza e imposibilita detectar las causas específicas.

Cataluña y Navarra, según el último informe de WWF correspondiente al año 2015, no cuentan con una evaluación de zonas de alto riesgo. Pero el ministerio tampoco ha hecho los deberes. Hernández señala que la administración central "no ha establecido criterios básicos para identificar las zonas de riesgo". Hernández argumenta que la respuesta para resolver la coyuntura ha de venir por ambas partes. "Las competencias forestales las tienen las comunidades autónomas, pero el Gobierno central debe ejercer un papel coordinador, para que la forma de legislar sea homogénea, y así lo contempla la propia Ley de Montes", concluye la activista.

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