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Ojalá fallen las encuestas en Cataluña

Nos quejamos de que las encuestas electorales casi siempre se equivocan. Estos últimos días se han hecho públicos diferentes estudios realizados con bastante rigor. Todos ellos aportan datos de interés y tienen bastantes puntos de coincidencia. Extraídas las principales conclusiones, podemos destacar una: ¡Ojalá que se equivoquen todos! La impresión general es que, si se cumple lo que los sondeos divisan, nos acercamos a una coyuntura infernal en la que el enconado clima político que hemos vivido puede agudizarse aún más. El resultado puede no aportar una solución democrática nítida y reconocida por todos.

Antes de avanzar en un proceso de depresión acentuado, marquemos un principio esperanzador. Difícilmente estaremos en peor situación de la que hemos llegado a padecer. Estas elecciones son lo mejor que podía pasar. Coincide en esa opinión la mayor parte de los catalanes y del resto de la población española. En principio, cabe pensar que los tiempos de declaraciones unilaterales de independencia, de referéndums ilegales y de aplicaciones del artículo 155 pueden quedar atrás. Seguiremos con el conflicto abierto, pero cabe creer que la discusión transcurrirá por otros derroteros. Es hora de que la política haga su trabajo.

Si tenemos la mala suerte de que por una vez las encuestas acertaran, el panorama plantea la llegada de tiempos convulsos. Sólo cabe pensar, según los actuales datos demoscópicos, en tres posibles alternativas de gobierno y en el descarte de algunas hipótesis:

1. Con mayoría absoluta independentista:

 

  • El secesionismo va a debilitarse. Las encuestas que abren la posibilidad de que JPC, ERC y CUP superen los 67 diputados coinciden en que sería por apenas uno o dos escaños, frente a los 72 con los que contaban en la anterior legislatura. Aunque consiguieran el gobierno, la bajada de su apoyo popular les restaría autoridad moral para reimpulsar la ruta independentista. Pero…

 

  • Se haría lo que quisiera la CUP. Casi nadie habla de ellos. Parece que van a perder una parte de su electorado, pero con un resultado tan disgregado su papel sería determinante otra vez. En las elecciones anteriores se llevaron por delante a Artur Mas. Habría que ver cuáles pueden ser sus exigencias en esta oportunidad. Sin ellos, ERC no podría formar gobierno.

2. Sin mayoría absoluta independentista:

 

  • Colau e Iglesias decidirán el Gobierno y serán castigados hagan lo que hagan. Si el bloque independentista no alcanza la mayoría absoluta, todo quedará en manos de Ada Colau y Pablo Iglesias en una disyuntiva endemoniada. Si apoyan a los independentistas o se abstienen, Pablo Iglesias sufrirá un duro castigo electoral en el resto de España. Si impiden el Gobierno nacionalista, Ada Colau vería muy comprometida su situación entre su electorado en Cataluña.

 

  • Inés Arrimadas no será presidenta de la Generalitat. Aunque Ciudadanos fuera la lista más votada, con los sondeos actuales, para que Arrimadas fuera presidenta debería ser votada por el PP, PSC y los comunes. La posición del PSC no termina de estar muy clara, pero los dirigentes de Podemos ya han insistido reiteradamente en que nunca jamás lo harán.

 

  • La mesa de 4 patas no existe en Cataluña. Si la suma de ERC, Junts Per Catalunya y la CUP no llega a los 68 diputados y CeCP no se abstiene, hay que cumplir una regla ineludible: un Gobierno estable necesitaría cuatro patas para sostenerse. Sea cual sea la conformación que se busque, para gobernar habría que conseguir reunir los apoyos de cuatro de los siete partidos en liza. Es imposible de forma realista, aunque podría existir…

3. La política ficción:

 

  • Iceta, presidente por accidente. Algunos sondeos apuntan a la posibilidad de que el PSC pueda disputar el liderazgo del bloque constitucionalista a Ciudadanos. Con Iceta como candidato a presidente de un gobierno no partidista, Catalunya en Comú Podemos se enfrentaría a una pesadilla. Debería decidir entre votar junto al PP y a Ciudadanos para facilitar un gobierno encabezado por Iceta o votar no otra vez a la investidura de un presidente socialista, tal y como ocurriera con Pedro Sánchez en marzo de 2016. Las consecuencias negativas para Podemos fuera de Cataluña podrían ser históricas si bloquea la construcción de una alternativa al independentismo.

 

  • Iceta, candidato a presidente como estrategia de Ciudadanos. Podría darse el caso de que Ciudadanos liderando los partidos no independentistas cediera la presidencia a Iceta para, además, llevar a Podemos a un callejón sin salida. Ciudadanos sabe que es imposible que Podemos apoye a Arrimadas como Presidenta. Pero podría pensar en ceder la presidencia del Gobierno a Iceta como operación política de futuro. La jugada le reportaría evidentes simpatías y apoyos en toda España al primar la defensa de la constitución de un gobierno no independentista sobre sus intereses partidistas. De nuevo, Pablo Iglesias tendría que votar no a la investidura del candidato socialista y afrontar las tremendas consecuencias electorales de esa decisión.

4. Lo que descartan las encuestas:

Así ganaron las elecciones Puigdemont y Arrimadas

 

  • Un pacto transversal de izquierdas.  La posibilidad de un gobierno de izquierdas que aparcara el discurso independentista sólo podría conseguirse sobre el acuerdo de ERC, PSC y CeCP. Parece difícil que llegaran a un pacto y, además, están muy lejos de sumar una mayoría suficiente. Hoy en día, lo podemos descartar.

 

  • Puigdemont como centro de atención. El ex presidente de la Generalitat puede quedarse en Bruselas una buena temporada. Ha dicho que sólo volverá a España si los independentistas ganan las elecciones. A la vista de todos los sondeos, esa afirmación equivale a decir que no tiene plan alguno de regresar. Resulta complicado imaginar que ERC le cediera la presidencia. Su única opción es conseguir superar al final a ERC impulsado por el protagonismo mediático del que disfruta, aprovechando que Junqueras sigue en prisión.

 

  • El PP en Cataluña. Si se cumplen los sondeos, la debacle del PP puede ser tremenda. Sería inevitable asumir una renovación seria del partido que, en su actual configuración, está más cerca de convertirse en una fuerza extraparlamentaria que de poder ser un interlocutor significativo. Deberían también en Madrid reflexionar sobre el significado de estos datos.
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