Librepensadores
Ni casas comunes ni unidad
El movimiento táctico-electoral de Carmena y Errejón -porque son dos movimientos aunque no hayan sido al unísono-, ha descolocado a todas las fuerzas de la izquierda y les está obligando a posicionarse. Como le pasa a la derecha.
Cierto que es muy pronto para averiguar y conocer si la plataforma Carmena-Errejón, Más Madrid, es "un desastre o un revulsivo”, en palabras de Jesús Maraña, o “una ruptura o una oportunidad”, parafraseando a Cristina Monge. Para convertirlo en oportunidad, escribo las mías.
En estos tiempos ya no son posibles las casas comunes, aunque los tics del pasado no se olvidan. Existieron dos casas en las que convivían los abuelos, los hijos y los nietos con un rancho único y el que no participaba del mismo, a la cama sin cenar o, con otras palabras, el que se movía no salía en la foto. El bipartidismo ha muerto. Por eso resulta extraño e inconveniente que algunos ilusos, acaso por su inexperiencia juvenil, las quieran resucitar.
Dividida la derecha -no entro en más detalles- y con esa división ganada Andalucía, el doctor Casado se ha apresurado a vocear que el PP es la casa común de las derechas, invitando a entrar en ella a los que un día se marcharon. De inmediato, más dividida la izquierda, con el movimiento de Errejón, Adriana Lastra ha declarado que el PSOE es la gran casa de la izquierda con otra invitación a entrar en ella a Errejón.
En estos tiempos gloriosos o catastróficos solo existen ya los adosados que se han multiplicado a derecha e izquierda, separados por kilómetros de autovías y raíles del AVE, a través de cuyas paredes los vecinos oyen las conversaciones y escuchan los telediarios, no muy distintos, de unas cadenas a otras, todo hay que decirlo, y sacan sus propias conclusiones. Nos encontramos en una sociedad más adulta y más politizada o menos, pero para lo que interesa ahora, distinta, más plural, más diversa, más dividida. Y dividida también la izquierda. ¿Qué hacer? No he tenido duda desde el primer momento: convertir la división en oportunidad.
Si se trabaja con inteligencia, se profundiza en los retos que tiene por delante la izquierda, se liman las asperezas y los contratiempos de la división y se hace política, se pueden ganar las elecciones. Y a mi entender, esto pasa por presentar todas las candidaturas que se piense que tienen posibilidades de conseguir electos, tanto para el Ayuntamiento de Madrid como para la Comunidad. El inevitable 5%. Veamos los escenarios que se presentan. Primero, en el Ayuntamiento de Madrid.
El matrimonio político de Iglesias y Carmena ha sido un matrimonio impostado, de conveniencia, más por parte de Carmena que de Iglesias, lo que pasa es que, como en los matrimonios reales, cuando uno está enamorado, es el último que se entera de que su pareja tiene un amante. Durante estos cuatro años, Iglesias no ha escatimado elogios y parabienes a Manuela Carmena, como también lo ha hecho con los alcaldes del cambio (Cádiz, Zaragoza, Santiago) pero ella no se ha dejado seducir. Ha repetido hasta la saciedad que ella no era de Podemos ni tenía que ver con Podemos, sin que Iglesias se diera por aludido. Por tanto, mantener los apoyos que Carmena no reclama, pero, hasta el momento, Podemos se los da gratis, es de un infantilismo político preocupante.
Carmena ha declarado: “No voy ni puedo aceptar a alguien impuesto”, rechazando un puesto relevante en su candidatura para Julio Rodríguez. ¿Lo quieres más claro, Iglesias? Si la política se hiciera por sentimientos, Carmena, como bien nacida, hubiera correspondido con agradecimientos, pero, si en las desgracias o en los éxitos de la vida y familiares, los agradecimientos son imprescindibles, en política las emociones y sentimientos no sirven. “No vamos a competir con Carmena, nos retiramos”, por su parte contrarréplica Podemos. ¿No os dais cuenta de que así dejáis a una parte del electorado huérfano y desmovilizado? Esto es política, imbécil. Además, jugar a una carta en el Ayuntamiento y a otra en la Comunidad, lo percibirá una parte del electorado como una contradicción inaceptable.
A mi entender, pues, Podemos tiene que medir sus fuerzas y comprobar sus apoyos, pensando en los electores, no en sí mismo, con todas las consecuencias buenas, malas o regulares, para contribuir a mantener el Ayuntamiento de Madrid. La situación ha cambiado y no se puede mirar y aferrarse al pasado. Decía Urtain, cuando le elogiaban en la victoria: “Sí, sí, pero los golpes de hoy no sirven para el combate siguiente”. Hay que mirar al futuro. Y anticiparse al futuro. Estoy convencido de que os necesitáis, como lo han comprendido las derechas. Cada vez más unidas, pero no revueltas, sino victoriosas y lanzándose elogios entre ellas.
También IU tendría que medir sus fuerzas, pues tiene un electorado propio a no ser que tengan la absoluta seguridad de que no van a conseguir el 5% necesario para obtener representación. Para presentarse en solitario se necesita programa, que diría Anguita, convencimiento en sus dirigentes, organización y entusiasmo, y de éste hay poco. ¿O acaso es que no confían en sus propias fuerzas? ¿O el asunto de la división electoral de la izquierda les pesa más que la pesada losa que recubre los restos de Franco y les incapacita para ofrecer salidas útiles y necesarias en estos momentos de división real de las izquierdas? Pero ese es el reto, esta es la oportunidad. No conviene poner todos los huevos en el mismo cesto, nos dicen los asesores de inversión de nuestro dinero. Aprendamos de ellos. Si después de un análisis suficiente no prevén ese 5%, lo lógico es formar candidatura con Podemos.
A mi entender, Manuela Carmena, después de cuatro años de Gobierno del Ayuntamiento, no ha conseguido más crédito ni tiene mayor carisma que el que le llevó a la alcaldía. No es lo mismo ser jueza que alcaldesa por los muchos intereses que existen en Madrid, y yo veo difícil que la suma actual con el PSOE que parece que ha renunciado también a nombrar candidato, tal es su retraso, les dé para seguir gobernando el Ayuntamiento.
Si el que suscribe estas líneas propugna candidaturas independientes para el Ayuntamiento, con más motivos para la Comunidad de Madrid. A raíz del movimiento de Errejón, primero florecieron los sentimientos, la tristeza, las lágrimas que en políticos curtidos se dejan en casa porque no sirven para nada en política, y solo demuestran un signo de debilidad. Dice un amigo mío con toda verdad que los sentimientos en política los detesta. Son la antipolítica. Carolina Bescansa ha aludido a ello. En la legislatura de la mayoría de Rajoy, cuando la oposición se quejaba de la aprobación de las leyes que presentaba al Parlamento, repetía con frecuencia: “aquí hay que venir llorados”. En ningún partido político se han evidenciado tanto como en el PP las enemistades personales pero eso no les ha restado apoyos. Es el pragmatismo de la derecha.
Los divorcios matrimoniales y los políticos también suelen ser irreversibles e intentar recomponer la ruptura de Podemos con Errejón que ha dejado muchas secuelas tampoco es conveniente. Lo deseable es hacer de la necesidad virtud y convertir en oportunidad la división y lograr una separación de mutuo acuerdo. La política se hace con programas y planes de gobierno, se ofrecen a los votantes y que ellos escojan y después a sumar. Frente al tradicional cainismo, la izquierda tiene que fijarse y copiar el pragmatismo de la derecha. Frente a la urgente invocación a la unidad de la izquierda como un dogma necesario para ganar, ante la evidencia de la realidad, hay que convertir la división en oportunidad y no hacer una catástrofe de la diversidad ni buscar pegamentos o bisagras para evitar a toda costa la presentación de “dos candidaturas”. No es correcto políticamente que en Podemos cunda el miedo y que nadie se atreva a encabezar la candidatura, como si la responsabilidad no fuera colegiada. Esto es la política, imbéciles.
El eje derechas-izquierdas, lo reconozcamos o no, cada vez se acentúa más y los dos ejes primarán en el futuro inmediato, pero, mientras las derechas ya han aceptado el alineamiento de todas ellas, a las izquierdas les cuesta una barbaridad aceptar la diversificación y competir virtuosamente para ampliar y recoger su amplísimo campo electoral. La transversalidad que reivindicó Podemos en su nacimiento como una seña de identidad y que alcanzó cotas muy altas de adhesión, pienso que en estos momentos ha pasado a mejor vida y que la única forma de conseguir el poder es aceptando la división y darle al coco para conseguir una amplísima movilización y como resultado la adhesión.
Como iniciativas, propongo:
Primero, formar las candidaturas que se prevea que alcanzarán concejales y diputados autonómicos, con su programa y planes de gobierno sencillos y claros.
Segundo, competir virtuosamente, llamando en todos los actos cada una de las candidaturas a la suma de las izquierdas, sin hacer del voto a la propia una cuestión de vida o muerte.
Tercero, convocar a los demócratas todas las candidaturas unidas una vez, dos o tres a Vista Alegre o a las Ventas para movilizar a los votantes.
Cuarto, lanzar manifiestos conjuntos para mantener el entusiasmo y la movilización.
Quinto, el pegamento para lograr estos objetivos debieran cumplirlo personas, y/o instituciones comprometidos con estas iniciativas u otras parecidas.
En la Puerta del Sol se pone con frecuencia un hombre que se desgañita anunciando lo que el cree que es la verdad bíblica mientras miles de personas van y vienen indiferentes a sus proclamas.
No soy un profeta, aunque presumo que clamo en el desierto. Veremos. _____________
Felipe Domingo es socio de infoLibre