Los diablos azules
El coloquio de las perras
Rosario Ferré, Guadalupe Amor, Eunice Odio, Agustina González... y así hasta doce nombres de escritoras olvidadas por muchos, reivindicadas aún por unos pocos. Es un conciliábulo reunido por la escritora y editora Luna Miguel en El coloquio de las perras (Capitán Swing), un ensayo escrito para hacer justicia, escrito para recordar. En la docena, quizás solo Gabriela Mistral y Alejandra Pizarnik sean las autoras verdaderamente alabadas y estudiadas. Y aun así: su memoria es unívoca, la de la suave maestra de pueblo, la de la torturada. Dice Luna Miguel que querría que su libro se leyera como "una conversación en la que estás hablando con una amiga", un intercambio de recomendaciones. Recogemos en este especial fragmentos de las obras de Ferré, Amor, Odio y González, que batallan por salir del olvido en las librerías españolas, así como un extracto de El coloquio de las perras, que reproducimos a continuación:
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Un árbol genealógico
Hambre e insomnio. Ansia y revancha. Otra vez: una oscilación entre la rabia y el entusiasmo. Porque no sé qué día es hoy, pero mientras tecleo las horas corren entre septiembre, y octubre, y noviembre de 2018. En este trimestre han pasado cosas tan desordenadas e ilusionantes como que, al menos en mi pequeño país, los libros que lideran las listas de ventas y que son más comentados y celebrados en la prensa están escritos por mujeres jóvenes: Eva Baltasar, Samanta Schweblin, Sara Mesa, Cristina Morales, Carmen María Machado, Valeria Luiselli. Como que el año en el que no se celebra el Premio Nobel de Literatura —precisamente por esa cosa rancia de institución que nunca supo denunciar los abusos sexuales que venían ocurriendo varias décadas en sus pomposos salones— sea la guadalupeña Maryse Condé quien, un 12 de octubre, reciba en reconocimiento el Nobel Alternativo por su obra pero también por su lucha antirracista y feminista. Cosas como que el 25 de octubre el suplemento literario más leído de España y buena parte de América Latina, Babelia, dedique su portada a la nueva ola de escritoras africanas que junto con Chimamanda Ngozi Adichie están descubriéndonos la desconocida escena de un gran continente. Como que el 10 de noviembre Gabriela Wiener y Diego Salazar reciban un importante premio de periodismo en Perú gracias a un reportaje sobre el poeta violador Reynaldo Naranjo —y consiguieran que el Gobierno peruano le quitara el Premio Nacional—. O incluso como que en los últimos días del penúltimo mes del año, mientras pongo en orden todos estos datos —que, lo sé, parece que no tengan nada que ver, pero en verdad sí lo tienen—, dos de las charlas con más afluencia del Hay Festival Arequipa a las que he asistido virtualmente por las fotos de Instagram hayan sido la de la artista Paula Bonet y su rompedor libro sobre el aborto espontáneo, así como la mesa redonda en la que la profesora Ingrid Bejerman presenta a Joanna Walsh y Cherie Dimaline, siendo la primera la creadora en 2014 del movimiento #readwomen, y la segunda una de las autoras y activistas indígenas más importantes de América. ¿Lo veis? Hay ilusión por un ladrido. Por un cambio palpable. Así que permitidme que ahora aparque la atención en el idioma desde el que escribo. Que me detenga en esos cuantos libros de América Latina y España que tanto nos costó desempolvar. Que me crea por un segundo discípula de Russ —o de Patricia de Souza, o de María Moreno, o de Clara Janés, o de Tània Balló— y reivindique la necesidad de nuestra genealogía.
María Moreno y la objetividad como "efecto literario"
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Permitídmelo y pasad página.
Ahora os hablaré de ellas.