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De mentiras y franquistas

Portada de 'De mentiras y franquistas', de Juan A. Ríos Carratalá.

Juan A. Ríos Carratalá

infoLibre publica un extracto de De mentiras y franquistas, de Juan A. Ríos Carratalá, editado por Renacimiento. El catedrático de Literatura Española, especialista en la memoria histórica del franquismo y la Transición, realiza un estudio del uso de la mentira política durante el franquismo, y recopila varias historias reales relacionadas con el engaño en el marco de la dictadura. En este extracto, se pregunta por la identidad de Matías Yáñez Jiménez, conocido como Matías Colsada, uno de los grandes empresarios teatrales del franquismo. 

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Matías Colsada y sus alegres chicas

¡Qué falta de respeto, 

qué atropello a la razón! 

¡Cualquiera es un señor! 

¡Cualquiera es un ladrón!

Enrique S. Discépolo, 

Cambalache

Muerte de un empresario

El sábado 25 de marzo del año 2000 no figura como una fecha histórica por algún motivo concreto. Al menos en Barcelona, cuya prensa hablaba ese día de temas que ahora parecen un tanto apolillados porque apenas han resistido el paso del tiempo. La hemeroteca digital también amarillea; a su manera y solo a los ojos de quienes curiosean los titulares, observan las fotos y luego se centran en el objeto de su búsqueda. Ni siquiera los cronistas locales recordarán lo sucedido en la capital catalana, pero esa jornada resultó decisiva a la hora de culminar una historia todavía pendiente de contar. El silencio de los protagonistas la hace compleja, difusa, fragmentaria… Las mentiras dificultan su conocimiento, como en tantas otras historias menores a la espera de quien tenga la paciencia de reconstruirlas a base de referencias incompletas, voces aisladas y datos azarosamente preservados del olvido. 

La dificultad de la reconstrucción no implica necesariamente la complejidad conceptual de lo reconstruido. Un puzle de cientos de piezas puede darnos como resultado una imagen sencilla, apenas advertida de no haber sido fragmentada. La imprescindible paciencia para relacionar los indicios, encajar las piezas y trazar la historia con un mínimo de seguridad podría llevarnos a suponer una complejidad vinculada al tema. Lo costoso del proceso de elaboración no siempre presupone un producto caro o con utilidades incuestionables. El silencio, el olvido y la carencia de huellas son circunstancias frecuentes en la trastienda de la historia, donde lo cotidiano parece esconder un misterio que solo es fruto de la falta de luz. El único problema consiste en encontrar el interruptor.

A pesar de lo incompleto de la documentación y las consiguientes dudas, la historia que nos ocupa está protagonizada por almas de cántaro a efectos de trazar sus objetivos vitales, aunque a veces fueran taimadas en materia de negocios o chanchullos. Las trayectorias de estos protagonistas también comparten la brevedad y la sencillez de aquellas que permiten un relato con la pretensión de ser verídico, conciso y esclarecedor. La garantía de haberlo conseguido es una quimera propia de un charlatán de feria. No obstante, el margen de seguridad resulta aceptable gracias a la imaginación de quienes confiamos en la observación y los pocos datos conservados. Bien manejados a la luz de la experiencia, bastan para completar y dotar esas historias de un significado que aparentemente nunca tuvieron. Tal vez porque nadie reparó en detalles de una cotidianidad que, solo al cabo del tiempo y con la ayuda de otras fuentes de información, cobran sentido como epítome de una vida donde la mentira estuvo demasiado presente. De hecho, su protagonista fue conocido como Mentiras por algunos de sus amigos. Otros le trataron como un señor. El dinero y el deseo de evitar preguntas incómodas provocan maravillas como las del retablo cervantino de Chanfalla y Chirinos.

A media mañana del citado sábado y como una rutina propia de quienes controlan sus intereses, el anciano Matías Yáñez Jiménez (Madrid, 1911-Gavá, 2000) acudió a las dependencias del teatro Apolo de Barcelona. El empresario conocido como Matías Colsada había comprado en 1954 el vetusto local del Paralelo tras instalarse en la capital catalana y arrendarlo durante varias temporadas con notable éxito. Por entonces, el madrileño ya era un experimentado zorro de los negocios que había comenzado su trayectoria en el mundo del espectáculo en calidad de percusionista, tanguero y "archimago" de una orquestina, aquel que se preocupa de buscar contratos. Matías pronto los encontró y amplió la nómina de sus representados hasta el punto de contar con varias agrupaciones musicales para trabajar en cualquier local. Los buenos resultados le animaron a seguir por ese camino y, tras finalizar la Guerra Civil, el éxito de las empresas acometidas permitió que la compra del Apolo lo consolidara. 

(…)

Matías Yáñez Jiménez fue presentado en la prensa del franquismo como un empresario de éxito, trabajador infatigable y osado emprendedor al servicio del público. Un enamorado del teatro dispuesto a dar satisfacciones a todos los españoles. Sus orígenes quedaban reducidos a varias anécdotas simpáticas, que gustaban a unos periodistas poco acostumbrados a indagar y menos a molestar con sus preguntas. La falta de curiosidad les privó de una buena historia. En sus tiempos de juventud, "el camarada Matías" actuó en una obra dedicada a exaltar la figura de Emiliano Zapata y fue comisario político de la 44 Brigada Mixta. El militante de la JSU tuvo una destacada intervención en Adra hablando de la resistencia madrileña (Diario de Almería, 14-XI-1937). Su verbo debió ser encendido, pero en pleno franquismo nadie parecía saber de esas andanzas revolucionarias, que incluían a su hermano Pedro como comisario adscrito a la 113 Brigada Mixta. En el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca se encuentra un expediente a nombre de Matías Yáñez Jiménez fechado el 10 de junio de 1946. En el mismo se recopilan los nombramientos y los ascensos que tuvo como comisario político del PCE: por orden Circular del Ministerio de Defensa Nacional, publicada en la Gaceta de la República de Valencia, de fecha 25 de mayo de 1937 [n.º 145, pág. 905], es confirmado Matías Yáñez Jiménez, en su cargo de Comisario Delegado de Guerra del tercer batallón de la 53 Brigada. Asimismo, la Gaceta de la República, de Barcelona, correspondiente al 15 de diciembre de 1937 [n.º 349, pág. 1.197], publica otra orden del mencionado ministerio, por la que se concede el ascenso a la categoría inmediata a los comisarios delegados del Ejército de Tierra que se relacionan, incluyendo entre los mismos a Matías Yáñez Jiménez. El régimen franquista tenía plena constancia del pasado de Matías Colsada, pero no actuó contra él cuando la condena habitual en estos casos era la de treinta años o la pena de muerte.

(...)

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