Pegados a la tele

Imágenes cóncavas en pantallas planas

Jaime Olmo

A principios del siglo, había en la madrileña calle de Álvarez Gato una ferretería, que tenía en su fachada un espejo cóncavo y otro convexo, ante los cuales se solían detener los paseantes para contemplar una imagen distorsionada de sí mismos. Hace justo cien años, Valle-Inclán iniciaba con Luces de Bohemia un nuevo género literario, el esperpento, que justifica, por boca del protagonista, Max Estrella: "Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento...". Quizás las pantallas extraplanas de los televisores nos estén mostrando durante esta pandemia un esperpento. Esto es, una visión deformada de la realidad, en la que las noticias, tan reales como los paseantes de hace más de un siglo, son ciertas, pero su visión aparece deformada por la mirada cóncava de quien las emite.

Cada mañana, el gabinete de seguimiento de la pandemia ofrece datos de la jornada anterior desde Moncloa. Son cifras y porcentajes oficiales, constatadas e iguales para todos los medios. Sin embargo, los distintos informativos aparentan haber seguido ruedas de prensa distintas: una cadena presenta como noticia del día el incremento del número de enfermos dados de alta, otra se lamenta en su apertura del aumento del ingresados y, si este apartado disminuye, se centra en la siempre dolorosa cifra de muertes por el covid-19. Otro tanto ocurre con los porcentajes de subida y bajada en cada uno de los grupos citados, o en el lugar que ocupa dentro del desarrollo de cada informativo.

La desigualdad entre televisiones llega a ser extrema en la comunicación de las encuestas del CIS, Centro de Investigaciones Sociológicas para unos, CIS Tezanos para otros. El más reciente tenía lugar el pasado miércoles cuando unas cadenas destacaban que el 47,8% de los encuestados creían que la gestión del Gobierno era "mala o muy mala", aunque solo les separaba un punto de los que opinaban que era "buena o muy buena". Algún informativo ni siquiera nombraba que para el 87,8% "ahora hay que apoyar al Gobierno y dejar las críticas para otro momento", un aserto de interés en vísperas de las conversaciones entre Gobierno y partidos políticos para buscar una suerte de Pactos de la Moncloa.

Fuera de la comunicación de cifras, otra demostración de esas miradas cóncavas se produce con las reacciones de los ciudadanos. Se ha cumplido un mes del espontáneo aplauso de las ocho de la tarde en solidaridad con el colectivo sanitario, que se ha hecho extensivo a todos aquellos que han seguido al servicio de la población en los días del más extricto confinamiento. Se trata ya de un fenómeno social generalizado, como lo fueron las "manos blancas" de los universitarios tras el asesinato por ETA de Francisco Tomás y Valiente, y que quedará como un hito popular. Pero, ya se sabe, lo que ocurre a diario no es considerado noticia por según quién. Algunas televisiones lo limitan a unas breves imágenes, mientras dedican minutos y minutos a la casuística de la persona que se salta el confinamiento para darse una carrera o un chapuzón. Otro tanto espacio (y múltiples comentarios en según que tertulias) se da a ejemplos denigrantes de vecinos que piden a servidores públicos abandonen su propio domicilio por miedo a ser contagiados. Si, además, los acosadores utilizan expresiones vejatorias como "rata contagiosa" se dedica al asunto un tiempo que resta a los múltiples ejemplos de solidaridad. En este ejercicio de supeditar lo importante a lo llamativo, hay cadenas televisivas que ofrecen acusaciones políticas fundadas, o disparatadas, pero pocas se "arriesgan" a contextualizar las declaraciones, a ofrecer elementos de análisis que permitan al espectador tener opiniones fundamentadas.

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En este panorama no puede extrañar el dato de que a un 42,7% de los ciudadanos estas informaciones les genera angustia o estrés, según un estudio realizado por el grupo de investigación Digilab, de la Facultad de Comunicación y Relaciones Internacionales Blanquerna (Universidad Ramon Llull de Barcelona), desarrollado entre el 3 y el 10 de abril con una muestra de 1.220 personas de todo el territorio español, y que ha avanzado Borja Terán en La Información. En él se afirma que muchos espectadores teman encender la tele, porque la inexistente novedad periodística es en ocasiones engullida por la extensa y extenuante divagación que alarma más que informa. Otros datos relevantes son que la ciudadanía tiende a refugiarse en la credibilidad de los medios que conocen, donde destacan los periódicos digitales (38,3%) y los informativos de televisión (33,9%). Entre los últimos, los telediarios de las televisiones públicas son los que merecen mayor confianza. El espectador busca más información sustentada en los expertos y menos en los opinadores.

Con todo, hay que destacar como los profesionales de buena parte de las cadenas nacionales y autonómicas se están esforzando en ofrecer programas especiales sobre la realidad que estamos viviendo. Este mismo miércoles, Carlos Franganillo prolongaba media hora el Telediario de las nueve, al cumplirse un mes del estado de alarma, para asomarse a los aspectos más humanos de enfermos y sanitarios. En paralelo, Antena 3 ofrecía En primera línea, un especial, dirigido por Luz Aldama, para mostrar el trabajo de los que están luchando por paliar los efectos de la pandemia.

Por último, un recuerdo del ayer con plena vigencia ahora. Tras los atentados del 11M se produjo un consenso general para no difundir las imágenes del horror con víctimas destrozadas por los asesinos. Entonces y hoy, el derecho a la propia imagen y a la privacidad supera los límites de la ética periodística y convierte a quién utiliza la muerte para conseguir audiencia en seres inhumanos. No son mis colegas. Ni siquiera puedo aceptar que sean mis congéneres.

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