El rincón de los lectores
Ecos de Bocaccio
Entre 1967 y 1985 Oriol Regàs fundó y dirigió en Barcelona una boîte situada en el 505 de la calle Muntaner que el tiempo ha ido convirtiendo en mítica, por mucho que algunos de los que solían frecuentarla hayan intentado restarle importancia y que —por otra parte— la palabra boîte haya desaparecido del lenguaje de la noche. Al parecer, necesitamos leyendas, que algo de lo vivido resulte semejante a lo más chic del París, Londres, Roma o Nueva York de la época.
En Bocaccio. Donde ocurría todo, de Toni Vall (Destino) se trata de la Barcelona de la gauche divine, la de la calle Tuset (la Tuset Street de la Cova del Drac, el cine Arcadia, el Stork Club y el pub Tuset), la tortillería Flash Flash, de restaurantes como Il Giardinetto (estos dos locales fueron creados por los arquitectos Federico Correa y Alfonso Milá), Via Veneto y Ca l'Estevet, de la librería Àncora y Delfín (regentada por Lali Gubern), de los Drugstore, del cine de la Escuela de Barcelona y las salas de Arte y ensayo, como entonces se llamaban. La complicidad que se fue generando entre aquellos que frecuentan esos lugares se extendía a lo largo del verano a lo que según Colita eran sus tres centros neurálgicos: la casa de Federico Correa en Cadaqués, las de Oriol Regàs, primero en Calella y luego en Llofriu, y la de la fotógrafa en Begur. Una de las principales componentes del grupo, la modelo y actriz de cine Teresa Gimpera, comenta en el libro que todos estaban casados, pero no con la persona que querían... La comercialización de la píldora anticonceptiva, así se llamaba entonces, revolucionó la vida sexual en unos años en que se hablaba del amor libre, como hoy se habla del poliamor.
Bocaccio tenía dos ambientes: en el piso de arriba estaban las –digamos— tertulias intelectuales, mientras que en el de abajo se bailaba, parece ser que sobre todo las mujeres (y Óscar Tusquets), aunque también hubo desfiles de moda y presentaciones de productos comerciales. Y ambos espacios se comunicaban por una escalera que solían ocupar los clientes. Compartían la amistad, eso que Gil de Biedma denominó en su poema "amistad a lo largo", las ganas de divertirse juntos, el afán de seducción y el antifranquismo. Los catalanistas no andaban entonces en estas cosas, y sintieron aversión por la gauche divine y sus alrededores. Pero todo ello debió de empezar a cambiar en 1970, tras el encierro de Montserrat, cuando algunos bocaccianos acabaron comulgando con un patriotismo que han seguido manteniendo hasta hoy, como es el caso de Oriol Bohigas. Serrat, autor de la canción "Tío Alberto", por el industrial y mecenas Alberto Puig Palau, uno de los promotores del local, comenta en el libro que los poetas catalanes jamás pisaron el local, al considerarlo un lugar de encuentro de pijos y frívolos (p. 137). Y algo semejante pensaban los comunistas más ortodoxos. Salvador Clotas, militante socialista, cuenta que las gentes del PSUC, cita al editor Xavier Folch, consideraban el lugar como "un nido de falsa gente de izquierdas, de ricos y de perversión" (p. 227).
Bocaccio era una marca, con una imagen propia, perfectamente diferenciada, cuya B se reproducía en infinidad de objetos, ya fueran copas, ya toallas, cerillas, posavasos o pastilleros, y que el autor del libro ha coleccionado con devoción. El éxito del local hizo que llegara a tener una hermana gemela en Madrid, abierta en 1972, cuya historia también debería contarse. El libro es, en sí mismo, un objeto atractivo, ilustrado con numerosos dibujos, los anagramas del local, unos chistes impagables de Perich y las fotos que hicieron Xavier Miserachs y Colita, cuya exposición La gauche qui rit, fue organizada por Bocaccio en 1971, en la Sala Aixelà de Barcelona, en cuyo programa de mano Vázquez Montalbán disparaba contra la gauche divine. El libro, decía, tiene muchas virtudes, pero su autor debería haber cuidado un poco más la escritura, evitando catalanismos y los tópicos lingüísticos a la moda del día.
Crearon una revista, llamada Bocaccio, cuyo primer número apareció en 1970, dirigida por Miserachs, con Juan Marsé como redactor jefe. En sus páginas colaboraron Vázquez Montalbán, Ana María Moix, Josep Maria Carandell, Vila-Matas (a quien llamaban el fantasma porque siempre te lo encontrabas de sopetón, y tenía una sección en Fotogramas titulada "Oído en Bocaccio"), José Luis Guarner y Francisco Umbral, autor de l sección titulada "Madrid by Night". En esta revista se publicó por primera vez la célebre foto de Colita en la que aparece García Márquez con Cien años de soledad abierto sobre la cabeza, como si se tratara de un sombrero. Y, además, abrieron una tienda, BRM, en la calle Enrique Granados, vinculada al sello. E incluso llegaron a organizar viajes juntos a Roma, Ibiza, Ajaccio, Londres, Amsterdam, Nueva York, Río de Janeiro o Bangkok, que algunos de ellos han convertido en legendarios.
El libro se compone de 22 capítulos, titulados con el nombre, o nombres, de los protagonistas, y una frase que remite a lo que se nos va a contar, los cuales, siendo independientes, se hayan estrechamente relacionados. Se ocupan de las vivencias de un personaje, con la excepción de los dedicados conjuntamente a Oriol Bohigas y Beth Galí, Elisenda Nadal y Jesús Ulled, y Georgina Regàs y Anna Maio. Había entre ellos arquitectos, editores, actrices, modelos (recuérdese la foto que Miserachs le hizo a la Gimpera, cuyo cuerpo desnudo aparece estampado con el logo del local), historiadores del cine, periodistas, fotógrafos, escritores, cantantes, diseñadores, directores de cine y gente para todo, casi todos ellos emprendedores. Sobre el error en el nombre —Boccaccio lleva cuatro ces—, se recuerda aquí la versión de Oriol Regàs, que no lo deja precisamente en buen lugar.
Estuve unas cuantas veces en Bocaccio, llevado casi de la mano del profesor Rico, cuando el local andaba dando sus últimas bocanadas y carecía de la gracia que debió tener, si nos atenemos a lo que se nos ha contado. No voy a hacer una lista de los protagonistas de este libro, pero sí quiero recordar, al menos, a los que he conocido, aunque a la mitad de ellos haya sido más bien poco: Mónica Randall, Román Gubern, Joan de Sagarra, Vila-Matas, Marsé, Jorge y Gonzalo Herralde, Beatriz de Moura y Clotas.
El prólogo de Gimferrer parece hecho con desgana, y le sobra pedantería y adverbios en –mente. Y aunque, por fortuna, no se trate de un libro académico —Toni Vall es periodista—, lleva su correspondiente bibliografía, en la que podían haber aparecido también algunos artículos de Joan de Sagarra (cita uno, aunque de manera incompleta, en las notas), el libro de Jaume Fabre y Xavier Febres, Alberto Puig Palau: vida, secreto y fiesta de 'tío Alberto' (La Esfera de los Libros, Madrid, 2007), y el de Mercedes Mazquiarán, Barcelona y sus 'divinos' (Ediciones Bellaterra, Barcelona, 2012).
En Teniente bravo (1986), de Juan Marsé, aparece un cuento titulado "Noches de Bocaccio" que es una burla del esnobismo, de la tonta frivolidad y del vanguardismo papanatas de las gentes de la llamada gauche divine. Y unos diez años antes, Juan García Hortelano recogió en sus Apólogos y milesios (1975) un cuento, "El día que Castellet descubrió a los novísmos o las Postrimerías", que resulta una burla y parodia de la gauche divine, de la operación que creó a los novísimos y de su antólogo.
Paloma Díaz-Mas al ritmo del cocido
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Siendo cierto que por Bocaccio desfilaron "unas cuantas de las personas que han construido la cultura moderna de Cataluña" (p. 28), aunque yo lo hubiera reducido solo a Barcelona, no creo, sin embargo, que fuera "un foco importante de conciencia y agitación política, de oposición al franquismo" (p. 23), como afirma el autor, en un exceso de optimismo. En fin, no sé si Bocaccio fue un local donde ocurría todo, o simplemente se trató de un lugar de encuentro en el que a veces podía ocurrir casi todo. Y quizás ese siga siendo el dilema.
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Fernando Valls es profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona y crítico literario. Fernando Valls