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La historia en crisis

El asesinato de Miguel Ángel Blanco, clave en la movilización ciudadana contra ETA

Cartel de homenaje a Miguel Ángel Blanco.

El 12 de julio de 1997 fue asesinado el concejal del PP Miguel Ángel Blanco, tras dos días de secuestro por parte de ETA. Su muerte se convirtió en un símbolo de la violencia etarra contra la que se levantó la rabia popular y que marcó el principio del fin para la banda terrorista.

¿Qué pasó?

Hace poco menos de tres meses, el matrimonio Garrido Blanco era noticia nacional tras haber fallecido a causa de la pandemia de coronavirus. Al contrario que otras miles de víctimas del covid-19, esta pareja era bien conocida por la mayoría del país —aunque una encuesta de 2017 demuestra que la mitad de jóvenes vascos no sabrían identificarlos—; eran los padres de Miguel Ángel Blanco, asesinado por ETA en 1997.

Los hechos comenzaron un mes de julio muy diferente al que ahora dejamos atrás. Miguel Ángel Blanco era concejal del Partido Popular en la localidad de Ermua, en Vizcaya. El día 10 de julio de 1997, en torno a las 15.30 horas fue localizado por Francisco Javier García Gaztelu, Txapote, Irantzu Gallastegui Sodupe, Amaia, y José Luis Geresta, Oker, a la salida de la estación de tren de Eibar. Allí lo secuestraron y lo llevaron a una localización a día de hoy desconocida en la que permaneció hasta su muerte. A cambio de su liberación, los terroristas exigían el acercamiento de los presos etarras a cárceles del País Vasco en un plazo máximo de dos días.

El ultimátum terminó y las peticiones no se habían cumplido, por lo que llevaron al concejal a un descampado en la localidad de Lasarte-Oria y lo asesinaron. A pesar de haberle pegado dos tiros en la nuca, cuando lo encontró una pareja que paseaba por la zona aún estaba vivo, y murió en el hospital horas más tarde.

Su asesinato acabó con la vida del concejal del PP, pero, paradójicamente, también fue un golpe de gracia contra la propia organización terrorista. La indignación popular se manifestó tan rápido como se extendió a todos los rincones del país. La población clamaba por la liberación de Miguel Ángel Blanco y por el fin de ETA.

¿Cómo se desarrolló la crisis?

El secuestro de Miguel Ángel Blanco fue una represalia por el reciente rescate de Ortega Lara, un funcionario de prisiones y militante del PP que había estado secuestrado por ETA durante casi dos años. Así se lo hicieron saber al Ministerio del Interior con una llamada en la que advertían: "Hijos de puta, lo de Ortega Lara lo vais a pagar. ¡Gora Euskadi Askatuta!". Dos horas y media más tarde, la cadena de radio Egin Irratia emitió un comunicado de la banda en el que se exponían las condiciones para la liberación de Blanco: tenían 48 horas para acercar a 460 presos etarras a cárceles del País Vasco o lo matarían.

Se iniciaron entonces dos días de trabajo policial a contrarreloj y de manifestaciones espontáneas por todo el país que exigían la liberación con vida del concejal. La Guardia Civil, la Policía Nacional y la Ertzaintza se coordinaron para repartirse el territorio autonómico en sus intentos por hallar al secuestrado, en vano.

La población de Ermua se convirtió, a raíz de los hechos, en un símbolo de la lucha antiterrorista y el rechazo popular a la violencia. No solo porque fuera la localidad de origen de Miguel Ángel Blanco, sino por la respuesta multitudinaria de sus habitantes contra las acciones de ETA. Allí se organizó una vigilia secundada por miles de personas la segunda noche tras el secuestro. Los carteles con el mensaje "Miguel, te esperamos" empapelaron la ciudad. Era el "espíritu de Ermua".

La solidaridad con Ermua se extendió a todo el país. El 12 de julio, pocas horas antes de que finalizara el ultimátum y Blanco fuera asesinado, las manifestaciones se sucedieron por las principales ciudades. Bilbao vivió su mayor concentración de personas hasta la fecha, con más de centenares de miles asistentes que transitaron sus calles en un silencio condenatorio. Al frente, todas las fuerzas políticas excepto Herri Batasuna. En Madrid, los ciudadanos se congregaron en la Puerta del Sol a grito de "¡ETA, escucha, aquí tienes mi nuca!".

En torno a las 16.40 horas del 12 de julio, una pareja que paseaba a sus perros descubrió el cuerpo maniatado de un hombre casi sin vida en un descampado. Era Miguel Ángel Blanco, que fallecería a las cinco de la madrugada del día siguiente en el hospital de San Sebastián. Al conocerse la noticia, el silencio solidario de las manifestaciones se convirtió en estruendo: "¡Asesinos!".

¿Cómo se informó de ello?

"El asesinato de Miguel Ángel Blanco representa el epicentro de un cambio periodístico importante en el tratamiento informativo de los asesinatos de ETA". Así lo identifica un estudio de 2013 de la Universidad del País Vasco, en el que se recoge la participación mediática durante el secuestro y asesinato del concejal de Ermua. Si el de Blanco multiplicó las páginas dedicadas por los medios de comunicación a los asesinatos de ETA, los que le sucedieron duplicaron el espacio periodístico dedicado anteriormente a los ataques terroristas. Se les dedicaron muchas más portadas y piezas analíticas que antes de 1997, en un “promedio de tres páginas por atentado”.

El estudio subraya la"editorialización" de El País y El Correo en torno a los atentados terroristas; casi en la totalidad de los casos que siguieron a la muerte de Blanco, estos dos medios recurrieron al editorial para condenar la violencia de ETA. Además, triplicaron el empleo de artículos de opinión para estos sucesos.

Por otro lado, destaca una nueva tendencia gráfica, en la que dominaban las imágenes de corte humano, como las manifestaciones y actos de rechazo, frente a las representaciones explícitas de la violencia etarra. Esto demuestra que el llamado "espíritu de Ermua" no afectó solo a la ciudadanía, sino que tuvo en la prensa un fuerte apoyo que retroalimentó la convicción popular de que la presión cívica podía cambiar las cosas; un factor esencial para la efectividad de estas movilizaciones.

¿Qué consecuencias tuvo?

A la rabia popular que siguió al asesinato del concejal se la conoce como el "espíritu de Ermua". La respuesta cívica que se extendió por toda España fue tan potente que ha marcado el suceso como uno de los hitos en la caída del grupo terrorista.

Un estudio publicado por la Revista Latinoamericana de Psicología analiza los factores que se deben conjugar para que se produzca una movilización ciudadana por motivos políticos. Primero, ha de producirse una situación que se perciba como una injusticia; después, ha de identificarse un causante, ya sea una persona, institución o, en este caso, una banda terrorista. Después, los propios ciudadanos harán de forma consciente o inconsciente una valoración de costes y beneficios de su participación activa. Pero lo más importante es que se perciba de forma global que "su participación en las acciones colectivas será útil para modificar la situación adversa".

Aquel 12 de julio de 1997 el escenario era perfecto. La población española llevaba más de 20 años en democracia, pero soportando los ataques de ETA. El asesinato de Blanco fue la chispa que terminó por prender una mecha en la ciudadanía. El atentado en el Hipercor de Barcelona en 1987 o en el cuartel de Zaragoza el año anterior se sitúan como telón de fondo para que aquella tarde de verano los manifestantes concentrados en ciudades de toda España gritaran un contundente "¡A por ellos!".

El 14 de julio, dos millones y medio de personas se congregaron en Madrid y Barcelona, con las manos pintadas de blanco y el "espíritu de Ermua" presente, en lo que El País calificó entonces como "una marea incontenible". Miguel Ángel Blanco se convirtió en el símbolo del rechazo a ETA y su brazo político, Herri Batasuna.

Incluso el entonces rey, Juan Carlos I, se dirigió a la población en un comunicado en el que condenaba los hechos e insistía en que "la conciencia de los españoles ha salido a la calle". El funeral del concejal se ofició días después en la parroquia de Santiago Apóstol de Ermua. Estuvieron presentes, además de la familia y allegados del fallecido, el entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, el príncipe Felipe y otras muchas autoridades políticas, judiciales y militares.

Los responsables fueron juzgados nueve años después de lo ocurrido, en junio de 2006. Fueron condenados por un delito de secuestro terrorista y otro de asesinato terrorista a 50 años de prisión tanto Francisco Javier García Gaztelu como Irantzu Gallastegui Sodupe, que eran, además, pareja de hecho. El tercer secuestrador, conocido como Oker, no pudo ser juzgado, ya que lo encontraron muerto en 1999 en un supuesto caso de suicidio.

El juicio fue posible gracias a la confesión de Ibon Muñoa, político de EH en Eibar y cómplice del secuestro que había alojado a los tres etarras en su casa días antes de los hechos. Al ser detenido en el año 2000, lo confesó todo y propició la detención de Txapote en 2001. Amaia llevaba detenida desde 1999. Por ello, Muñoa fue condenado en 2003 a 33 años de cárcel y al pago de una indemnización de medio millón de euros a los padres de Miguel Ángel Blanco.

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¿Qué aprendimos?

Meses después del asesinato, se conformaron la Fundación Miguel Ángel Blanco y el Foro Ermua, ambas asociaciones en recuerdo del concejal asesinado y con el objetivo de frenar la violencia etarra. La hermana del asesinado y presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, Mari Mar Blanco, ha protagonizado numerosos actos de homenaje hacia su hermano, así como intervenciones públicas en las que ha condenado, entre otras cosas, el “blanqueamiento político de Otegi”, ex miembro de ETA y actual coordinador general de EH Bildu.

El 26 de agosto de 2002 se ilegalizó el partido Herri Batasuna, de acuerdo a una nueva ley que prohibía aquellas formaciones que tuvieran lazos con bandas terroristas. Cuatro años más tarde, el 22 de marzo de 2006, ETA anunció el alto al fuego definitivo, tras el que se inició un primer acercamiento de diálogo con el Gobierno. No obstante, volvieron a las armas en 2007 sin haber alcanzado un acuerdo. Sus acciones eran mucho más espaciadas y menos dañinas que en épocas anteriores y, finalmente, en 2011 se anunció el alto al fuego definitivo. Aún así, hubo que esperar hasta el 2 de mayo de 2018 para la desarticulación total de la banda.

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