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Violencia machista

Uno de cada cuatro menores vive en un clima de violencia machista contra sus madres

Manifestación del 8M.

Si la violencia contra las mujeres rara vez es coyuntural, los efectos de la misma tampoco recaen exclusivamente sobre las víctimas más directas. Los menores que conviven con situaciones de violencia machista, reconocidos como víctimas desde hace cinco años, experimentan en primera persona las consecuencias. La Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género ha confeccionado un estudio sobre menores y violencia de género, el primero con 10.465 participantes –de entre catorce y dieciocho años– y con la colaboración de las comunidades autónomas. Sus conclusiones revelan que el 24,7% de los menores preguntados responde haber tenido conocimiento de algún tipo de violencia contra su madre y de ellos el 77,15% también ha sufrido violencia directa.

Uno de cada cuatro menores, por lo tanto, tiene conocimiento de algún tipo de violencia en sus diversas formas, "entendiendo que la exposición se produce aunque no la hayan presenciado". Aquella más percibida por los jóvenes es la violencia psicológica: insultar, ridiculizar y hacer sentir miedo. Un 14,3% de los menores ha advertido este tipo de violencia contra sus madres alguna vez o más. Un 7,7% habla de aislamiento social impuesto por el maltratador y un 7,1% de agresiones físicas.

Los menores citan también formas de violencia que "deterioran de una forma especial la autoestima", fenómeno referido por un 8,7%, así como el "control abusivo", percibido por un 8,5%. En menor medida, un 2,5% de los niños y niñas habla de "presiones para actividades de carácter sexual en las que ella no quería participar" y un 1,5% de violencia ejercida a través de las redes sociales. "Estos resultados reflejan que la prevalencia de la exposición de menores a la violencia de género contra su madre es superior a la que suele suponerse", señala la autoría del estudio, "resultado que conviene tener en cuenta en las medidas destinadas" a la prevención y a paliar los daños.

Y uno de esos daños tiene que ver precisamente con la violencia directa que sufren los menores. Quienes aseguran haber sido testigos son, mayoritariamente, también víctimas en primera persona. Un 11,5% dice haber sufrido insultos o haber sido ridiculizado, un 10,7% reconoce haber sentido miedo y un 8,3% fue sometido a violencia de control. Un 1,7% habla de violencia sexual. Y un 8,6% constata agresiones físicas, único supuesto en el que el porcentaje es superior al de las madres.

El 70% de quienes afirman que su madre ha sufrido alguna situación de maltrato, señalan al padre como maltratador. El 24,6% apunta a otro hombre y el 5,4% detecta situaciones de violencia por parte del padre y también de otro hombre.

Salir de la violencia

Los resultados obtenidos hacen saltar las alarmas en cuanto al desarrollo de conductas violentas. "La exposición a la violencia de género contribuye a desarrollar una mentalidad sexista y de justificación de la violencia" que tiende a la "reproducción intergeneracional de la violencia de género". La exposición a la violencia, por tanto, "incrementa el riesgo de que las chicas sufran violencia de género en sus relaciones de pareja" y que ellos "reproduzcan dicho problema, como agresores". "La máxima exposición a la violencia de género contra la madre incrementa considerablemente el riesgo de vivir dicha situación en las chicas, multiplicando dicho riesgo por 2,7 al compararlas con las chicas no expuestas a la violencia de género".

Además, el 9,5% de los adolescentes señala haber sentido presiones para actividades de carácter sexual en las que no quería participar. Y de nuevo la brecha de género: el 13,6% de mujeres lo reconoce así, frente al 5% de varones.

Sin embargo, la delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, Victoria Rosell, ha insistido este jueves en evitar la esigmatización: "La gran mayoría no es víctima de violencia de género ni reproduce los estereotipos de géneros". María José Díaz-Aguado, catedrática en Psicología de la Educación de la Universidad Complutense de Madrid y autora del estudio, apuesta de este modo por una lectura positiva: salir de la violencia es posible. "Que se incremente el riesgo sólo significa que aumenta la probabilidad, pero en absoluto lo determina". Al contrario, "la gran mayoría de los jóvenes expuestos no sufren ni ejercen violencia", sino que por el contrario logran relaciones de pareja sanas.

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En ese camino tienen gran relevancia dos factores: la ausencia total de relación con el maltratador y la convivencia con la víctima. "Los menores que conviven con el maltratador tienen más riesgo de caer en la violencia", mientras que la ruptura con el agresor "actúa como condición de protección". Por otro lado, "convivir con la madre reduce el riesgo de hacerle a otra chica lo que ha sufrido en casa".

La educación es de nuevo un elemento clave. "Tenemos una vacuna que es eficaz con toda la población" y está en la educación. El 46,8% de los encuestados dicen recordar que "en la escuela se trabajó contra esta violencia". Retener este tipo de trabajo "actúa como vacuna eficaz y tenemos que conseguir que llegue al 100%. La escuela funciona, vamos a fortalecerla", clama Díaz-Aguado.

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