Telepolítica
11 imágenes inolvidables del debate Trump vs Biden
Un debate tranquilo. Un debate tranquiloDespués del desorden y la tensión vivida en el primer encuentro entre Donald Trump y Joe Biden el pasado 29 de septiembre en Cleveland, el segundo enfrentamiento, celebrado en Nashville, transcurrió con bastante normalidad sin que hubiera bruscas interrupciones cuando estaban en el uso de la palabra en sus alegatos. El comportamiento de Trump cambió notablemente tras las extendidas críticas que siguieron a su atrabiliario y grosero comportamiento en el debate anterior. Las normas impuestas por el covid prohibieron los libres desplazamientos de los oponentes, que tuvieron que quedarse fijos detrás de sus atriles. Para Trump, acostumbrado a las tablas del espectáculo, supuso una evidente limitación.
Una moderadora ejemplar. Kristen Welker, corresponsal en la Casa Blanca de la cadena de televisión NBC, fue la encargada de dirigir el debate. Tuvo un trabajo más sencillo que el que le tocó al pobre Chris Wallace hace unas semanas. Los dos contendientes respetaron su papel. Welker mantuvo el control en todo momento y supo equilibrar a la perfección la formulación de preguntas concretas con no pretender asumir protagonismo alguno. En varias ocasiones, Trump eludió contestar a cuestiones incómodas. La periodista fue lo suficientemente incisiva como para dejar clara la intención del presidente, sin llegar a confrontar con él. Hizo lo que en un buen manual indicaría que había que hacer.
Un Biden muy entrenado.Un Biden muy entrenado El candidato demócrata, habitualmente criticado por su falta de fuerza comunicativa, intentó desplegar diferentes recursos en sus intervenciones. Biden procuró estar mucho más enérgico y expresivo de lo que habitualmente es. Mantuvo la concentración en todo el debate y no cometió grandes errores destacables. Tenía un objetivo claro: insistir una y otra vez en la crítica a Trump como un gestor incapaz de tomar medidas de gobierno sobre ninguna cuestión importante, con el coronavirus como eje fundamental. Casi en una docena de ocasiones utilizó la expresión de que Trump no tenía “planes” para nada.
Trump recupera el discurso de 2016. La campaña de reelección del presidente ha ido recuperando poco a poco el mismo tono que le dio la victoria en 2016. Trump lucha por sacudirse de encima su mayor problema: la gestión del coronavirus. Su salida es que es culpa de China y que está mal en todo el mundo. Además, insiste en que tampoco es tan grave y que le han felicitado de todas partes por su trabajo. Todo su empeño es cargar sobre Biden la idea de que es un viejo político miembro de una familia corrupta que representa la ineptitud de unos líderes que durante décadas no han hecho nada útil. Diga lo que diga Biden, su réplica es siempre la misma: ¿Qué has hecho durante 47 años como político? ¿Por qué no lo arreglaste cuando gobernabas? Lo mismo que le decía a Hillary Clinton hace 4 años.
Un Trump con la barbilla en alto. Un Trump con la barbilla en altoLa mayor parte del debate televisivo se ofrece en doble pantalla. Acaba siendo tan importante la intervención del que habla como el plano de escucha. Biden intentó aportar cifras y datos que cimentaran su programa frente a la acusación de ausencia de planes de Trump. El candidato republicano mostraba una curiosa y repetida actitud cada vez que Biden le atacaba. Automáticamente, subía la barbilla intentando trasmitir un evidente gesto de superioridad física sobre su adversario.
La displicencia como respuesta. La ubicación de los candidatos en forma triangular frente a Kristen Welker evitaba que se encararan frente a frente de forma habitual. Ambos tendían a eludir ese contacto visual. Trump repetía rutinariamente una pose con la mirada dirigida hacia la moderadora cuando Biden intervenía. La mirada del presidente venía a expresar algo así como: “¡Lo que hay que aguantar!”.
La ridiculización como recurso. La ridiculización como recursoAlgo muy poco usual en un debate presidencial en el mundo es que un candidato haga muecas o ridiculice la voz de su oponente para desacreditarle. Trump es capaz de hacerlo sin problema alguno. En varios momentos recurrió a imitar en tono de mofa algunas opiniones de Biden, que trataba de desviar la mirada y no prestar atención al intento de su oponente de hacerle perder los nervios.
El valor de la sonrisa como antídoto. El valor de la sonrisa como antídotoUna de las técnicas que más se notaba que había entrenado Biden fue la de recurrir a la sonrisa cada vez que Trump se adentraba en una de sus peculiares reflexiones: “Soy el presidente menos racista desde Lincoln”, “Los molinos de energía eólica matan a miles de pájaros”, “Mis contables llevan años preparando las auditorías de mis impuestos y ya las publicaremos”. También se apoyaba en mostrar incluso risa abierta cuando los ataques personales de Trump eran más fuertes: “Biden y su familia chupan dinero por donde pasan. ¡Es una aspiradora!”.
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El rostro de la estupefacción. El rostro de la estupefacciónNo debe de ser fácil decidir cómo reaccionar ante el discurso de un oponente como Trump. No es sencillo mostrar frialdad y corrección cuando tu rival, criticado por tratar cruelmente a los inmigrantes, se revuelve directamente contra ti y te acusa de que la administración anterior fue la que compró las jaulas donde el actual gobierno había metido a los niños que separaban de sus padres al pasar la frontera. Biden desplegó un amplio repertorio de rostros de extrañeza, alucine y estupefacción a lo largo de la noche.
Aliarse con los espectadores. Una de las estrategias técnicas que Biden ha empleado en los dos debates frente a Trump es la de lanzar mensajes directos a los telespectadores, a los que el presidente rara vez atiende. El candidato demócrata recurrió en momentos de especial intensidad a hablar directamente a quienes finalmente debían enjuiciar el debate. Cuando con más desprecio Trump atacaba a Biden y su familia, el exvicepresidente miraba fijamente a la cámara y se dirigía a los ciudadanos: “Aquí no estamos para hablar de su familia ni de la mía, sino de las vuestras”.
Hasta el último detalle. Hasta el último detalle.Nada más acabar el debate, Biden se colocó la mascarilla. Ya se la había mostrado en dos ocasiones a Trump en el inicio del debate para recordarle su falta de preocupación frente al coronavirus en el inicio de la pandemia. Trump respondió que Biden quería que todos los americanos vivieran en un sótano porque a él no le importaba porque tenía muchas casas. Al final de la emisión es tradicional que las parejas de los contendientes suban al escenario. Jill Biden se acercó a su marido con la máscarilla puesta. Melania Trump se dirigió al lado de su esposo con su mascarilla negra. El presidente ni siquiera hizo ademán de colocarse una. Seguramente ni siquiera la llevaba. Ya lo explicó en el debate: “Soy inmune para el resto de mi vida”.