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Aquí me cierro otra puerta

¿Qué quieren los de Vox? ¿Que se muera?

Quique Peinado

Este viernes emitiremos en YouTube a las 19:00 un nuevo programa de Buenísmo Bien, el show radiofónico de la Ser en el que participo. La invitada será Aina Vidal, la diputada de En Comú Podem que regresó al Parlamento nueve meses después de superar un cáncer y que fue aplaudida por todo el hemiciclo menos por los diputados de Vox, que permanecieron sentados y sin homenajearla. Ya hemos grabado la entrevista y le preguntamos, claro, por el incidente, y ella nos contestó que en Vox no la ven como un ser humano, sino solo como un enemigo político. Que no lo saben disociar. Y, por lo tanto, que no la aplaudieron por eso.

Esa ovación es la de un grupo de personas que representa la soberanía nacional. Somos un país que, evidentemente, aplaudiría siempre a un ser humano que se está peleando con mucho sufrimiento contra una enfermedad terrible y mortal. Somos gente normal que lo haríamos cada vez, y los votantes de Vox también. ¿Que alguno no? Claro, pero pocos. La práctica totalidad de la humanidad no le desea la muerte a nadie, independientemente de lo que opine. Si tú te enteras de que una persona padece cáncer, no preguntas antes a quién vota para decidir si lo sientes o no. Porque ese homenaje era eso: un grupo de señores y señoras, en representación de todos nosotros, diciéndole a una mujer que se alegra de que esté viva. No aplaudir, de facto, era demostrar que no te congratulas de que lo esté. Sé que los votantes de Vox no creen que una persona, por pensar distinto a ellos, merezca la muerte. Y quiero creer que muchos de esos diputados que no se levantaron sí se alegran de que otro ser humano de ideología contraria no se haya muerto entre terribles sufrimientos. Pero decidieron mostrar al mundo que alguien que sufre lo que Aina Vidal, y como ella todas las personas de ideología diferente a la de Vox que padecen, no les alegra que sigan respirando.

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La frase de Vidal, “no me ven como un ser humano, me ven como un enemigo”, me heló la sangre. Primero, por lo duro que debe ser ir a trabajar a un lugar donde alguien te perciba así. Y segundo, porque me recordó a lo que tantas veces hemos leído a etarras arrepentidos cuando les preguntan si no veían que las personas a las que mataban eran seres humanos: “no, veíamos objetivos militares”.

Vox no aplaudía a Aina Vidal por segunda vez. Tampoco lo hizo cuando, en su último día en el Congreso antes de empezar su durísimo tratamiento, que encima se dio en medio de una pandemia y un confinamiento, todo el hemiciclo le dio una ovación en forma de ánimo. En ese momento, nuestros representantes le dijeron, en nombre de todos, que le deseaban fuerza para que afrontase un tratamiento para salvarle la vida. Le mostraron que no le deseaban la muerte. Los de Vox, que están ahí en representación de sus votantes, también manifestaron con ese gesto que ellos no lo compartían.

Creo en una vida con miles de grises, tremendos matices y contradicciones constantes. Pero también defiendo que en algunas cosas hay una raya pintada en el suelo y que hay que saber del lado del que uno está. Ese día, Vox se situó en el lado de quienes no le desean a otro ser humano que siga viviendo. Por eso, cuando se hacen esos análisis genéricos sobre la crispación política, sobre las “broncas de políticos”, ese maremágnum de indignidad intelectual y humana que nos lleva al “todos son iguales”, cada persona que lo diga, ya sea usted que lee esto, su cuñada o la locutora de radio que escucha cada mañana, debería pararse un segundo. No sé si se sienten cómodos diciendo que los que aplauden a una persona que le está viendo la cara a la muerte y los que deciden despreciarla son lo mismo. Si es así, adelante, sigan haciéndolo. Si no es así, dejen de hacerlo de una puta vez.

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