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Lo que Biden puede cambiar en Israel y Palestina
Benjamin Netanyahu esperó 12 horas para felicitar a Joe Biden y a Kamala Harris. Este retraso "diplomático" por sí solo, para un comunicador tan avezado como el primer ministro israelí, dice mucho de su decepción o, incluso desconcierto, ante la perspectiva de ver a un líder, al que debe tanto, abandonar la escena política internacional. Y de quien probablemente todavía esperaba mucho.
De hecho, la referencia a su “larga y cálida relación personal” con el futuro presidente, al que calificó de “un gran amigo de Israel”, fue seguida de un sincero agradecimiento a Donald Trump “por la amistad que ha mostrado al Estado de Israel y a su persona”, por el reconocimiento de Jerusalén [como capital] y [la anexión] de los Altos del Golán, por [su] resistencia contra Irán, por los históricos acuerdos de paz y por haber llevado la alianza entre EEUU e Israel a un nivel nunca antes alcanzado”.
Los cuatro años de relaciones sin precedentes entre Israel y su aliado y protector norteamericano están llegando a su fin. Cuatro años durante los cuales el primer ministro israelí ha obtenido de su “amigo Donald” todo lo que él quería. Y más. Además del reconocimiento de Jerusalén como capital del Estado y del traslado de la embajada de Estados Unidos a la “ciudad santa”, Netanyahu también obtuvo de Trump, en 2018, una serie de importantes victorias diplomáticas o estratégicas.
¿Cuáles? La retirada de Washington del acuerdo nuclear con Irán, firmado tres años antes, y el restablecimiento de las sanciones económicas contra la República Islámica, devolviendo al país al estancamiento económico y a la condición de Estado paria; el desarrollo del llamado "acuerdo del siglo", en principio destinado a resolver el conflicto palestino-israelí, pero diseñado para despojar al pueblo palestino de sus derechos históricos; el cese de la financiación por parte de Washington del organismo de Naciones Unidas de ayuda a los refugiados de Palestina (Unrwa); el cierre de la representación palestina en Washington y el apoyo diplomático que condujo a la normalización de las relaciones entre Israel, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Sudán. Sin mencionar el apoyo ciego de Estados Unidos en todos los foros internacionales. Y la entrega prevista de 17 aviones de combate F-35 adicionales, con lo que el arsenal de aviones de sigilo de Israel asciende a 50.
Con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, no se espera ningún cambio dramático entre los dos países. La embajada de EEUU no volverá a Jerusalén, se mantendrá el reconocimiento de la anexión de los Altos del Golán, pero son posibles nuevas inflexiones y un retorno al status quo establecido con Obama.
Los palestinos, por su parte, podrían obtener la reapertura de su delegación en Washington y la del consulado de EEUU en Jerusalén Oriental. También cuentan con que Washington reanude la financiación de varios de sus hospitales, que se vieron privados de recursos por Trump y que ahora atraviesan grandes dificultades debido a la pandemia.
En el frente diplomático, también esperan que la administración Biden abandone formalmente el "acuerdo del siglo" y su plan para los bantustanes palestinos, y que reafirme el principio de la solución de dos Estados. No porque tenga todavía sentido hoy, después del desarrollo acelerado de la colonización, sino porque al menos proporciona un punto de partida para la reanudación de posibles negociaciones. Si es que Israel acepta finalmente no dictar los términos de dichas negociaciones.
Cabe recordar que el presidente palestino Mahmoud Abbas, que el domingo por la mañana felicitaba a Joe Biden y a Kamala Harris, había roto todo contacto con Israel y Estados Unidos en diciembre de 2017, cuando Washington anunció que reconocía Jerusalén como su capital.
Al mismo tiempo, indicó que la Autoridad Palestina interrumpía la cooperación en materia de seguridad con Israel y que renunciaba a los derechos de aduana que Israel cobra por las mercancías que entran o salen de los territorios palestinos. La decisión fue discutida por muchos de sus compatriotas, ya que privaba al presupuesto de la Autoridad de una parte de sus recursos, contribuyendo a la crisis financiera de la administración palestina y a los graves recortes de los sueldos de los funcionarios. Estos derechos de aduana, estimados actualmente en 800 millones de dólares (673 millones de euros), que permanecen inactivos en las arcas de la administración israelí, podrían ser reclamados ahora por Ramalla si se reanudan las relaciones "normales" entre israelíes y palestinos.
Biden y Harris, amigos leales de Israel
Joe Biden y Kamala Harris son amigos leales de Israel, defensores decididos de su derecho absoluto a la seguridad. Próximo al lobby proisraelí AIPAC (American Israel Public Affairs Committee) y de la organización de paz J-Street, Joe Biden, entonces un joven senador, se desplazó a Israel, en uno de sus primeros viajes al extranjero, en 1973, poco antes del estallido de la guerra del Yom Kippur.
Aún hoy, sigue diciendo que el encuentro que tuvo con Golda Meir fue “uno de los más importantes” de su vida. Pero se tomó muy mal en 2010, cuando era el vicepresidente de Barack Obama, el anuncio de Netanyahu de un enorme programa de construcción en los asentamientos de la colonia de Cisjordania, en el momento mismo en que se encontraba de visita.
Y cinco años después, en marzo de 2015, cuando Netanyahu, en una gira política por Washington, se dirigió a ambas cámaras del Congreso para criticar enérgicamente el proyecto de acuerdo nuclear iraní concebido y defendido por la Administración Obama, Biden declinó la invitación.
En cuanto a Kamala Harris, que se casó con un abogado judío en 2014, defendió de buen grado “el derecho de Israel a defenderse de Hamás” cuando la fuerza aérea israelí bombardeó Gaza. Y cree que Washington no debería presionar a Israel para que pacte con los palestinos porque "la paz no pueden imponerla partes ajenas [al conflicto]”. Pero ahora cree que el desarrollo de los asentamientos “puede ser un obstáculo para la paz” y que la retirada del acuerdo sobre la energía nuclear iraní decidido en 2018 por Trump “ha puesto en peligro a Estados Unidos”.
A pesar de este cambio esperado de Washington, los palestinos no se hacen ilusiones. Saben que la cuestión palestino-israelí está lejos de ser una prioridad en la agenda de la Administración Biden. “Pero saber que Netanyahu pronto habrá perdido al aliado y protector que hizo todo lo posible por él, ver la salida de un embajador estadounidense de Israel que era un activo activista de la colonización, ver la salida de un embajador israelí de Washington que prácticamente se había instalado en la Casa Blanca, es un verdadero alivio. Ahora tenemos que ver lo que la administración Biden propondrá y cuáles serán sus medios”, admite un diplomático palestino.
Algunos expertos en la cuestión israelí temen que la nueva administración estadounidense exija concesiones a Israel en favor de los palestinos antes de facilitar nuevos acuerdos de normalización diplomática con los países árabes. Según las declaraciones realizadas en Haaretz por Dan Shapiro, quien fuera embajador de Estados Unidos en Israel durante el mandato de Obama, “Biden probablemente tratará de ampliar el círculo de los Estados árabes que quieren normalizar las relaciones con Israel. Pero al mismo tiempo, tratará de asegurar que estas nuevas relaciones promuevan el progreso hacia la solución de los dos estados. O al menos mantener esa solución viva”.
Para Netanyahu, debilitado por su desastroso manejo de la pandemia y la crisis económica derivada de ella, acosado por las constantes protestas que exigen su salida y amenazado por un juicio por corrupción que continúa sin que apenas se hable de él, el golpe podría ser duro. Ciertamente, conoce a Biden desde hace casi 30 años y su relación no es mala, pero después de cuatro años de lazos casi fusionales con Trump y su tropa, durante los cuales le vendió al presidente estadounidense su visión de un Oriente Medio libre de la cuestión palestina y unido contra el enemigo común iraní, probablemente le será difícil aceptar una especie de retorno a los años de Obama.
Especialmente si Joe Biden vuelve, como ha anunciado, al acuerdo nuclear iraní. Un acuerdo cuya salida fue, en opinión del presidente electo, “un desastre”. Para el primer ministro israelí, este regreso sería peor que una bofetada, el borrado de una de sus mayores victorias diplomáticas. Y un gran revés político.
Frente a una administración estadounidense que anuncia su voluntad de dar la espalda a cuatro años de aventuras trumpistas y de volver a una práctica decente de la política, Netanyahu nunca habrá estado tan cerca de sus nuevos amigos en el Golfo. Necesitó 12 horas para decidirse a felicitar a Biden.
Ni los Emiratos ni el Reino de Bahrein lo habían hecho el domingo 8 por la noche. Y el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed ben Salman, que esperaba basar su liderazgo regional en el debilitamiento de Irán, con la ayuda de sus socios Trump y Netanyahu, no fue más cortés. Tal vez teme que el presidente Biden permita que el sistema judicial de Estados Unidos abra una investigación sobre el asesinato del periodista saudita Jamal Jashoggi, que tenía un visado de residente de EEUU y tres de sus hijos son ciudadanos estadounidenses.
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Traducción: Mariola Moreno
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