¡Insostenible!

Alternativas a la tragedia. Democracia directa o cómo gobernarnos ahora para la supervivencia de la especie

Peces nadan alrededor de una bolsa de plástico en el Mar Rojo cerca de Naama Bay en Egipto.

Agnès Delage, Pepe Campana y Fernando Prieto

Nos decían no hay alternativa. El mantra era: There is no alternative. TINA. Con estas cuatro letras convertidas desde el final de la Guerra Fría en fórmula mágica, se eliminó de un plumazo cualquier otra vía para organizar nuestra vida colectiva. TINA reducía el mundo a la ley del mercado de la globalización ultraliberal y del crecimiento infinito.

Sin embargo, la crisis climática nos obliga a cambiar. Nuestra supervivencia depende ahora de nuestra capacitad para hacer reales otras alternativas. En un estudio llevado a cabo por un equipo internacional de economistas de China, EEUU y Suecia y recientemente publicado en la revista Nature Communications, se analizaban las pérdidas que podían significar para la economía global no poner en marcha los planes acordados para limitar el aumento de la temperatura media del planeta bien por debajo de los 2C, tal como propugnan los acuerdos de París. Las pérdidas se elevarían hasta 2100 a un valor comprendido entre 149,78 y 791,98 billones de dólares.

La única alternativa neoliberal ha muerto

Con las cifras en la mano, estos economistas demuestran que no hay continuidad para el crecimiento infinito. La disponibilidad de energía barata y de recursos no renovables llegará pronto a su fin, y con ellos, el mismo sistema neo-liberal al que han alimentado durante estas últimas décadas. Como señala Naomi Klein, “somos la última generación de la despreocupación, de poder imaginar que no hay límites a lo que podemos extraer”.

Puro suicidio. Pero no se trata sólo de pérdidas económicas. De seguir así, con el sistema neoliberal también caerá la humanidad entera, quienes creyeron que no había alternativas y quienes no consiguieron configurarlas colectivamente.

Y aun así, sabemos que existen esas alternativas. La misma pandemia del covid-19 nos lo está demostrando. Convivimos con ellas a diario. Se presentan entre nuestros vecinos, nuestros amigos, a veces, incluso, entre nuestras propias familias: las mejores y las peores alternativas en un contexto de desastre colectivo coexistiendo en espacio y tiempo. La angustia y la soledad se desbocan, el refugio individualista del “me limito a trabajar y a vivir con mi gente”, se extiende como mancha de aceite y con ello se disparan las desigualdades, se lucran los oportunistas de siempre, ahondan las transnacionales el desastre. No son pocos los que se alimentan de los conflictos y de los miedos, señalando siempre al más débil como al peor de los enemigos. Avanza la “tragedia de los comunes”.

Pero admitámoslo, en paralelo la inteligencia colectiva avanza inexorablemente, las ciudades se preparan, los ciudadanos se disponen para protegerse y proteger a los más vulnerables, las solidaridades se organizan, el cuidado mutuo se restablece como un valor central de la vida. Conclusión: nos podemos gobernar y somos capaces de gobernarnos desde la vulnerabilidad y la preservación de los recursos emocionales, sanitarios, económicos y sociales.

Alternativas en tiempos de covid: ¿inteligencia colectiva o tragedia de los bienes comunes?

De este modo, las formas de reaccionar ante la pandemia del covid-19 nos permiten anticipar las dos grandes alternativas que existen para hacer frente al desastre climático que apenas ha empezado: la organización colectiva que permite la protección de los bienes comunes y la supervivencia de todo el grupo, o la conocida “tragedia de los comunes” que acaba incluso con los individuos que más acapararon los recursos colectivos en función de su interés personal.

Porque la gestión de lo común no acaba forzosamente en tragedia, como lo demostró la pensadora y premio Nobel de Economía en 2009 Elinor Ostrom. La ley del más fuerte no es la única regla; es económicamente posible y del todo realista, idear e implementar sistemas de gobernanza política que puedan garantizar la gestión sostenible y justa de todos los recursos limitados sobre los que se sustentan nuestras vidas.

Democracia directa y acción climática: gobernarnos en la catástrofe

La catástrofe climática en marcha, a la que se señala como parte responsable de la pandemia, —cuyo origen zootónico apunta a la pérdida de biodiversidad—, amenaza directamente la supervivencia de las especies, incluida la especie humana. Representa un problema global al que nos tenemos que enfrentar actuando simultáneamente desde dentro y contra la catástrofe, renovando profundamente para ello nuestra capacidad para gobernarnos democráticamente.

En este sentido, la principal alternativa real, sistémica e inmediata al bloqueo que supone la actual inacción climática de las democracias representativas es la participación directa de la gente. “Power to the people”, recomienda el último informe de la OCDE, Catching the democratic wave, publicado en junio de este mismo año. “No se trata de una utopía”, concluye el mismo informe, a la par que da cuenta de cómo la participación directa de la ciudadanía en más de 700 asambleas reunidas desde los años 1980, ha permitido la toma de decisiones políticas de gran calado y en contextos de crisis, tanto a nivel local como nacional. Con una asamblea ciudadana, la toma de decisiones se libera al mismo tiempo de los intereses electoralistas a corto plazo y de la presión directa que ejercen los lobbies empresariales y económicos, consiguiéndose así centrar la atención en la consecución del bien común sin que ningún grupo de interés saque provecho exclusivo de ello.

Tal como ya habían hecho los gobiernos del Reino Unido y de Francia, el Gobierno de Pedro Sánchez declaró el 21 de enero de 2020 el estado de emergencia climática anunciando entonces que entre sus tres primeras medidas y antes de que pasaran 100 días, se organizaría una Asamblea Ciudadana por el Clima. Pero mientras que en el Reino Unido y Francia las asambleas ciudadanas han estado funcionando incluso durante la primera ola de pandemia, en España la promesa del Gobierno aún no se ha hecho efectiva.

En Francia, tras 6 meses de deliberaciones, se elevaron 150 propuestas que, a decir de las organizaciones ecologistas y los diferentes actores sociales representan “una etapa histórica y sin precedentes” en la adhesión de la ciudadanía a la transformación justa y ecológica de nuestras sociedades. Los miembros de la asamblea gala han demostrado una concienciación inmediata y su plena capacidad para formular soluciones decisivas ante la catástrofe. Soluciones que no están en la agenda de los actuales partidos de gobierno, independientemente de su ideología. En el Reino Unido, impulsada sobre todo por las demandas de XR, la Asamblea Ciudadana pudo acceder a información relevante, “equilibrada, completa y precisa”, y puso sobre la mesa políticas en las que se abordaban soluciones a los problemas ecológicos y sociales provocados por la emergencia climática.

Movimientos internacionales como Extinction Rebellion han hecho de la Asamblea Ciudadana su tercera demanda y XR España reclama al Gobierno que ponga en marcha ya un verdadero proceso de participación ciudadana con el que reconducir la reconstrucción post-covid y la necesaria transformación ecológica. Con esto en mente, los activistas de Extinction Rebellion Madrid han protagonizado a lo largo de la última semana diferentes actos de protesta. “Inacción igual a muerte”, se decía frente a las puertas del Congreso; “Más biodiversidad, menos pandemia”, se clamaba en las puertas del Ministerio de Agricultura; la Gran Vía se vio inundada por una gran ola al grito de “Nos ahogamos”.

También estaba prevista la simulación de una Asamblea Ciudadana en Nuevos Ministerios, en Madrid. Programada para el pasado 6 de noviembre, finalmente no se pudo llevar a cabo debido al inusitado despliegue policial. ¿Su objetivo? Servir de recordatorio público al Gobierno para que cumpla sus propios compromisos, pero también para reclamar una Asamblea Ciudadana que lo sea en toda su extensión, que no sea ni la conviertan en un mero simulacro de consulta popular.

La democracia directa que necesitamos

Una Asamblea Ciudadana constituida por sorteo atendiendo a criterios de edad, género, origen, y nivel socio-económico, para reproducir fielmente nuestra estructura social. Una Asamblea Ciudadana que tenga la posibilidad de acceder a una información científica rigurosa e independiente sobre la realidad de las crisis social, climática y económica en la que estamos inmersos. Una Asamblea a la que se permita deliberar sobre la base de esos datos, analizando los riesgos y las amenazas directas que conllevan y proponga medidas con las que reducir las emisiones de gases de efecto invernadero hasta alcanzar el cero neto en 2025. Una Asamblea en la que se analicen las cargas a las que están sometidos los territorios y se aprueben mecanismos con los que reducir esas cargas a niveles compatibles con la preservación de la biodiversidad y la regeneración de los ecosistemas. Una Asamblea que tenga un papel relevante en las decisiones finales de asignación sobre los fondos de recuperación que Europa va a aportar a España y que sea capaz de determinar el uso final de esos fondos para la necesaria transición con la que encarar la emergencia climática y la crisis ecológica. Una Asamblea cuyos debates sean retransmitidos por internet y por la televisión pública al conjunto de la sociedad y abiertos a la participación directa de la gente con una plataforma digital.

Una Asamblea Ciudadana que desde el principio disponga de forma indiscutible del respaldo legal e institucional necesario con el que se garantice el carácter vinculante de sus resoluciones.

Una Asamblea Ciudadana, en resumen, con la que reforzar la propia democracia configurando un nuevo espacio en el que, eludiendo el hechizo de TINA, se decidan las alternativas con las que garantizar a largo plazo la protección de la vida y el cuidado de los bienes comunes. Porque el tiempo se acaba, ya no es sólo una transición verde lo que necesitamos. Necesitamos una verdadera transformación impulsada por la ciudadanía. Necesitamos fabricar en común otra alternativa. Porque existe y porque, como dijo Noam Chomsky, “no se domestican las expectativas de la mayoría”.

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Agnès Delage es miembro de Extinction Rebellion Europa, Pepe Campana es miembro de la Comisión de Estrategia de XR Spain y Fernando Prieto forma parte del Observatorio de la Sostenibilidad

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